viernes, 15 de mayo de 2015
Estudio bíblico de Malaquías 3:16-4:6
Malaquías 3:16 - 4:6
llegamos a esta sección donde se menciona la octava pregunta sarcástica que el pueblo de Israel presenta al Señor. Ellos se sentían ofendidos, heridos en su amor propio, ante las amonestaciones y las acusaciones de deslealtad, de incredulidad y frialdad de Dios. Dios les dijo en el versículo 13: Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice el Señor. Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti? Y Dios les contestó de una manera directa: Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de Jehová, el Señor de los ejércitos? Este es un tema recurrente, lo pudimos comprobar al estudiar anteriormente el libro del profeta Zacarías. Continuaba aun en la época del Señor Jesucristo, cuando Él estuvo en esta Tierra; la mayor parte del pueblo continuaba con una actitud hipócrita llevaban a cabo los ritos y ceremonias, pero su corazón era incrédulo e indiferente. Estaban los fariseos y los saduceos, los herodianos y los escribas, todos llevando a cabo las formalidades requeridas por la práctica religiosa. Dios sólo veía una apariencia de piedad.
Quizá usted, estimado amigo oyente se pregunte: "¿y cuál es la actitud que Dios requiere o desea que observemos al acercarnos a Él?,¿ cuál es la verdadera adoración?" En las Escrituras se nos presenta una muy buena definición. Está en el Antiguo Testamento, en el libro del profeta Isaías, en el capítulo 58, versículo 3. Leemos: ¿Por qué, dicen, ayunamos y no hiciste caso, humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido? He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos vuestros trabajadores. Encontramos el mismo problema en el libro de Isaías. El pueblo ayunaba y humillaba sus almas. Pero Dios no lo tomó en cuenta. Escuchemos ahora, lo que dice una parte del versículo 4 de ese mismo capítulo 58 de Isaías: He aquí que para contiendas y debates ayunáis. Ellos solamente querían tener un argumento religioso, y Dios les dijo que a Él no estaba interesado ni impresionado por sus ayunos.
Lo que Dios está diciendo es que si deseamos entrar en comunión con Él y aprender a adorarle "en espíritu y verdad", debemos estar seguros de que nuestra vida es coherente, y que no solamente sea un gesto, sino el producto de nuestro amor y gratitud por quién Él es, y por lo que Él hace. Esa es la verdadera adoración, que nuestra vida llegue a ser como un perfume agradable ante Su presencia. Los ritos en sí no tienen ningún valor, a no ser que nuestro corazón está en paz con Dios. Ahora, volviendo al libro del profeta Malaquías que nos ocupa, continuemos con el versículo 16 del capítulo 3, que dice:
"Entonces los que temían a Jehová el Señor hablaron cada uno a su compañero; y el Señor escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen al Señor, y para los que piensan en su nombre."
El profeta dijo: Y fue escrito libro de memoria delante de él. Este tema sobre el libro que aquí y en otras partes de la Biblia se menciona lo trataremos algo más adelante, cuando estudiemos en detalle el último libro de La Biblia, el Apocalipsis.
En nuestro programa anterior ya mencionamos algo brevemente que enlaza con el libro de Apocalipsis, porque allí se menciona en el capítulo 3, versículo: El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.
Si usted piensa que Dios ha preparado un libro allá arriba en los Cielos donde está apuntando todo, bueno, no creemos que eso sea así, estimado amigo oyente. La única forma en que podamos comprender este tema es que es una expresión retórica. Es entendible, y comprensible que Dios anota en el libro de la vida a aquellos que son salvos, así lo hemos leído. También es comprensible, para nuestras mentes humanas, que Dios tenga memoria y escriba en un libro el nombre de aquellos que recibirán una recompensa, algún reconocimiento. Pero no creemos que esa sea una expresión literal, que Dios tenga un libro que sea un compendio de hojas. Lo que sí nos dice en la última parte del libro de Apocalipsis, cuando los incrédulos sean llevados ante el Gran Trono Blanco, los libros -en plural- serán abiertos. Por ello podemos deducir que Dios tiene varios "libros", y en uno en particular estarán anotados todos los que creyeron y fueron salvos en el nombre de Jesucristo, que es "el único camino, la verdad y la vida, y nadie viene al Padre, si no es por Él".
Ahora, para poder estar registrado en "el Libro de la Vida del Cordero", se debe aceptar a Cristo como su Salvador personal. Y de ese libro, nunca jamás será borrado.
Estimado amigo oyente, ¿ya está su nombre anotado en el Cielo, apuntado por el dedo del Padre Celestial que espera el regreso de todos los hijos pródigos extraviados, a todos los que se arrepienten de su vida alejada de Dios, que no le conocen y no tiene paz en su alma, en su espíritu? Nosotros sabemos que si Dios nos llamara a Su presencia en este momento, partiríamos a la Eternidad, a Su presencia, confiadamente, porque ya hemos recibido la salvación, el regalo gratuito
También se menciona que Dios, en una de las siete cartas que encontramos en Apocalipsis, concretamente a la iglesia de Sardis, les dice que habrá nombres que serán quitados, borrados, del Libro de la Vida. Dios está hablando de las obras de los cristianos en esa iglesia. El Apóstol Pablo nos indica en una de sus cartas que nuestras obras van a ser probadas, examinadas, por el fuego, para comprobar la calidad de las mismas. Si las obras son halladas como "el heno y hojarasca", y el fuego las consume, ¿será salvo esa alma? El Apóstol Pablo responde con un rotundo "sí", será salvo "como por fuego". ¡Qué tristeza será presentarse ante nuestro Creador, nuestro Padre Celestial, ante Jesucristo quien murió por nosotros, y no presentar nada más que "manos vacías", porque de lo que hemos hecho, nada valió a los ojos de Dios!
Dios TODO lo recuerda, aunque así lo dicen varios libros en Las Escrituras, como lo mencionó el profeta Malaquías: Y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre
Es cierto que la salvación es gratis, es un regalo, es por fe, y no es por obras. Sin embargo, después de que aceptado ese don, ese regalo, entonces sí es cuando las obras adquieren valor y tienen su importancia, porque serán una consecuencia de nuestro amor y gratitud por tan inmerecido y inmenso favor de Dios. Esa es la razón por la cual hemos dedicado algún tiempo en este estudio.
El tema de los registros y los libros, y de la memoria de Dios también se mencionan en otros textos del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en el Salmo 56, versículo 8, podemos leer: Mis huidas tú has contado. Dios conoce exactamente donde hemos estado todo el tiempo de nuestra vida. Quizá su familia, sus vecinos, los miembros de su iglesia, o su pastor no lo sepa, pero Dios sí lo sabe, y la oscuridad y las tinieblas no pueden esconder ningún secreto, todo es como luz para Él. Él sabe dónde ha estado usted. Él sabe lo que usted ha hecho.
"Mis huidas tú has contado; pon mis lágrimas en tu redoma", escribió el salmista. Una redoma es una botella, una vasija de cristal. Estimado amigo oyente, cuando pensamos en una madre piadosa que llora a causa de un hijo que anda por malos caminos, creemos que Dios coloca estas angustiosas lágrimas en Su vasija. ¡Qué hermoso es pensar que Dios es tan paternal, tan tierno, tan detallista que hasta recoge nuestras lágrimas, Él las tome en cuenta, le importan, y las atesora. Dios dice: He puesto tus lágrimas en mi redoma. ¿No están ellas en Tu libro?
En los Cielos habrá un libro que registra nuestras vidas, amigo oyente. Para que nuestra mente lo pueda comprender nos lo imaginamos como si fuese una película en la que veremos nuestra vida, desde nuestro nacimiento hasta la muerte. Todo estará allí. Probablemente no será como lo que se diga en nuestro funeral, lo bueno y maravillosos que hemos sido, y todo lo que a los ojos de la sociedad y nuestra familia habremos realizado. Dios presentará nuestra vida tal cual fue.
Regresando a Malaquías, leemos en el capítulo 3, versículo 17, ahora:
"Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová, el Señor de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve."
Es así como Dios actúa con Sus hijos, Sus joyas. Porque la iglesia lo será, la iglesia es la Perla de Gran Precio. Israel nunca valoró realmente el ser escogida como a la perla de Dios. Los gentiles, los que no pertenecemos a Su Pueblo, por no haber nacido como judíos, ahora también somos Su Perla de Gran Precio, porque pertenecemos a su familia, a Su Reino, a Su Iglesia. Y Dios va a guardar Sus joyas como especial tesoro, y habrá muchas de ellas. Y este versículo 17 dice:
"Y serán para mí especial tesoro, ha dicho el Señor de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve."
Este será el remanente, el grupo fiel y dedicado, que sinceramente y de corazón adoran al Señor, en espíritu y en verdad. El versículo 18 continúa diciendo:
"Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve."
Llegamos ahora al capítulo 4 de Malaquías. Aunque el cuarto capítulo no se encuentra en el Hebreo, sino que es el final del capítulo 3. Este capítulo consta de sólo 6 versículos, en los que encontramos la predicción del "día del Señor", y "el sol de justicia" que lo introduce. En el primer versículo, encontramos una descripción muy vívida y dramática sobre el período de la Gran Tribulación, leemos:
"Porque he aquí, viene el día"
¿A qué se refiere esta frase? Es el día del Señor del cual hemos estado hablando. Leamos el versículo 1 del capítulo 4 de Malaquías, que dice:
"Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa"
Vamos a hablar más en detalle cuando lleguemos al libro de Apocalipsis, porque allí leeremos que será aniquilada, repentinamente, de un golpe, una cuarta parte de la población del mundo. Y continúa este versículo 1 diciendo:
"Aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová el Señor de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama."
Hay personas que piensan que con la muerte se ha acabado la vida. La Biblia sin embargo no enseña esto, estimado amigo oyente. El cuerpo físico terminará en una tumba, ya sea el cuerpo de un cristiano o no. Pero la esencia de la vida, nuestra alma y nuestro espíritu llegará a algún lugar en la eternidad. Lo que acabamos de leer enseña que los no creyentes serán juzgados en el período de la Gran Tribulación, y serán quitados de la escena terrenal. Y en el versículo 2 de este capítulo 4 de Malaquías, leemos:
"Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada."
No vamos a considerar los detalles de este versículo hoy, en este programa, porque lo vamos a tratar, en el próximo que será el último estudio de este libro de Malaquías. Hablaremos del "Sol de Justicia", en el Antiguo Testamento, que es la misma persona que se presenta en el Nuevo Testamento como la "Estrella de la mañana". A Cristo nunca se le llama el "Sol de justicia" en el Nuevo Testamento. Y nunca se le llama la "Estrella de la mañana" en el Antiguo Testamento. Y la razón para ello, la veremos también en nuestro próximo programa. Ahora, continuando con el versículo 3 de este capítulo 4 de Malaquías, leemos:
"Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová el Señor de los ejércitos."
Es decir, que cuando Él venga a esta tierra a establecer Su Reino, los malos, los impíos, serán dominados. El Señor los quebrantará como a un vaso de alfarero. Ese es el lenguaje de las Escrituras. Ahora, el versículo 4 de este capítulo 4 de Malaquías, dice:
"Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel."
En ese momento de Malaquías, Israel está a punto de entrar en un período de 4 siglos durante el cual el Señor no les volverá a hablar. Aparecerá otro Zacarías, 400 años más tarde, que estará sirviendo como sacerdote en el Templo en Jerusalén. El evangelio de Lucas nos cuenta que un ángel se le aparece al sacerdote Zacarías, para anunciarle el nacimiento de su primer y anhelado hijo, Juan, al que llamamos "el Bautista". Y con esa intervención asombrosa y sobrenatural, terminan los 400 años de silencio de Dios. Ahora, mientras tanto, ellos deberán recordar la ley de Moisés. Esa será su norma de vida, que deberían permanecer bajo la ley de Moisés, bajo el sistema instaurado por Él, el Señor. Y luego, en el versículo 5, leemos:
"He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día del Señor, grande y terrible."
Dos testigos aparecerán en los "días postreros", y eso lo estudiaremos al llegar próximamente al libro del Apocalipsis. Creemos que uno de esos dos testigos mencionados, será el profeta Elías.
En la fiesta de la Pascua, en el hogar de un judío ortodoxo, se acerca una silla a la mesa, pero que no es ocupada. Esa silla es en recuerdo a esa promesa del retorno del profeta Elías. Cuando se llegó a conocer el ministerio de Juan el Bautista, la gente pensaba que era la encarnación de Elías. Pero Juan el Bautista no era Elías, y él lo sabía y así se lo comunicaba a la gente.
Juan el Bautista no era Elías, porque él estaba anunciando definitivamente al Mesías, al Salvador del mundo. Él dijo: "He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". (Juan 1:29). Y eso está muy lejos de anunciar ese "día de Jehová el Señor, grande y terrible". Y ahora, en el versículo final de este capítulo 4 de Malaquías, el versículo 6, dice:
"El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición."
El Antiguo Testamento concluye con una maldición. Revela el hecho de que la maldición que comenzó con la rebelión de Adán y Eva en el jardín del Edén, que fue la entrada del pecado en la raza humana, no había sido quitada; y no será quitada hasta cuando el Señor Jesucristo regrese a esta Tierra por segunda vez.
Estudio bíblico de Malaquías 3:9-16
Malaquías 3:9 - 16
En nuestro anterior programa comentábamos que cualquier persona que echara un vistazo a la historia de Israel podría fácilmente constatar el cuidado, la fidelidad y el amor que Dios ha demostrado por su pueblo, Israel. Y tal y como podemos leer en Malaquías, aunque esta nación opinaba exactamente lo contrario, Dios ni se había vuelto injusto, ni había actuado en su contra. Dios no había cambiado. Y ellos, tampoco, dado que Él seguía siendo tan justo como siempre y ellos tan injustos como de costumbre.
También vimos cómo a partir del versículo 8 y hasta el 12, Dios les respondió a la insolente pregunta sobre Su acusación de que se habían desviado del camino que les había trazado y les urgía volver a Él. Malaquías presentó una ilustración de la deslealtad espiritual de su pueblo, la cual era bastante evidente e innegable. El Señor les recordó que no habían traído los diezmos y ofrendas que se requerían para financiar el templo y sostener así a los levitas, celebrar las fiestas religiosas y dar limosnas a los pobres. De esta manera, al no pagar sus impuestos y literalmente robar a Dios de esta manera, también ellos se habían perjudicado a sí mismos, porque Dios había tenido que interrumpir su bendición.
Dios preguntó por medio del profeta: "¿Robará el hombre a Dios?" Y la respuesta afirmativa, fue respondida por Dios mismo, tan clara, que no deja lugar a dudas: "Vosotros me habéis robado". Pero ellos, el pueblo amado y escogido por Dios, negando semejante imputación, se ofendieron y con gran descaro preguntaron: ¿En qué te hemos robado? Ante lo cual, Dios, respondió: "En vuestros diezmos y ofrendas".
Retomemos ahora nuestra lectura a partir del el versículo 9 de este capítulo 3 de Malaquías, que dice:
"Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado."
Ellos habían robado a Dios y este pecado, lejos de ser un hecho aislado y puntual, era flagrante y generalizado. La nación entera había robado a Dios lo que era Suyo, conforme a la Ley divina. Pero antes de levantar nuestro dedo acusador hacia la nación israelita, veamos por un momento qué es lo que sucede hoy en día. La realidad es que muchas de nuestras iglesias apenas pueden mantenerse cubriendo sus gastos y pocas son las que pueden reunir bastante dinero como para pagar un salario digno a su pastor, el cual suele verse abocado a compatibilizar su ministerio a tiempo completo a cambio de un salario parcial.
Estimado amigo oyente, cualquier persona que da ofrendas, diezmos y limosnas recibirá bendiciones de parte de Dios, sean o no, de tipo material. En Efesios 1:3 leemos: "Nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. Y Dios bendecirá de una forma misericordiosa a aquellos que son generosos con Él. El que siembra ricamente, cosechará abundantemente. Y el que cosecha miserablemente, recogerá pobremente. Si nosotros abrimos nuestro corazón a Dios, Él nos colmará de bendiciones. No necesariamente bendiciones materiales, sino más bien, mediante bendiciones espirituales. Él le prometió bendiciones materiales a Su pueblo, pero a nosotros nos garantizó bendiciones espirituales en los lugares celestiales. Y Dios siempre fue fiel para cumplir sus promesas para con Su pueblo. Por ejemplo, durante la época del Rey Ezequías, tuvo lugar un gran avivamiento espiritual. Y en el segundo libro de Crónicas, capítulo 31, versículo 10, leemos: "Y el sumo sacerdote Azarías, de la casa de Sadoc, le contestó: Desde que comenzaron a traer las ofrendas a la casa del Señor,, hemos comido y nos hemos saciado, y nos ha sobrado mucho, porque el Señor ha bendecido a Su pueblo; y ha quedado esta abundancia de provisiones".
Como podemos ver, el pueblo estaba dando más que abundantemente. De la misma manera, muchos años antes, cuando se construyó el Tabernáculo, o Templo, para Dios en el desierto, en los días de Moisés, éste lanzó un llamamiento al pueblo para que trajera sus joyas con el fin de tener suficientes materiales preciosos para construirlo. ¿Qué sucedió? Moisés tuvo que detener a la gente, porque estaba ofrendando demasiado, y ya no sabían que hacer con tantas joyas, oro y plata. Literalmente, había demasiado. El pueblo había ofrendado en exceso. Regresando al capítulo 3 de Malaquías leemos el versículo 10 que dice así:
"Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice el Señor de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde."
Resulta sorprendente ver cómo aquí, contrariamente al patrón bíblico habitual, el pueblo recibió la invitación de poner a Dios a prueba. Si ellos le honraban, dejaban de robar y traían lo que Él requería en una demostración de arrepentimiento verdadero, Él haría llover sobre ellos una abundancia excesiva, los protegería de las temibles langostas, aquí denominadas "el devorador" y serían bienaventurados y deseables entre las naciones del mundo.
¿Por qué daba tanto énfasis Dios en el pago de diezmos? Porque cuando éstos no eran pagados, los sacerdotes se veían obligados a abandonar su ministerio y a convertirse en agricultores; la vida religiosa de la nación se paralizaba y las viudas, los pobres y los extranjeros sufrían. Sin embargo, el pecado principal no era este, sino el robo a Dios y la desobediencia hacia Él, quien era el verdadero rey de la llamada teocracia o gobierno de Dios en Israel.
¿Qué quiere decir la expresión "traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa". El alfolí era un cuarto en el templo donde el pueblo traía los diezmos de sus animales y cosechas. Este era el tesoro del templo, y una de las tareas de el profeta Nehemías consistió en asegurar que las provisiones necesarias para el sustento del ministerio en el templo no faltaran, tal y como sucedió durante su ausencia.
Cuando Nehemías regresó a Jerusalén, descubrió que un hombre llamado Tobías, un declarado enemigo de Dios, estaba viviendo en una de las recámaras del Templo que había sido limpiada y acondicionada. ¿Por qué sucedió esto? Porque el pueblo no estaba ofrendando generosamente, así que reconvirtieron una habitación destinada a las ofrendas en un cuarto para dormir. Pero Nehemías limpió ese lugar, y arrojando los enseres de Tobías por la ventana, le dijo que se marchara de la ciudad. Poco después el pueblo comenzó a traer de nuevo sus ofrendas y a llenar esas habitaciones o depósitos.
Así es como se ofrendaba en Israel en aquéllos días. Si usted ha leído la Biblia recordará la ley en cuanto a las ofrendas. Dios ordenó dar ciertas partes de los animales que eran llevados como ofrendas para la alimentación y sustento de los sacerdotes. Les ordenó comerla allí mismo, dado que por aquel entonces no existía sistema de refrigeración alguno, y de no seguir esta recomendación, los alimentos, pronto se estropearían con el calor de esa tierra. No debían guardarlo pero, si alguno no cumplía con ese mandato, iba a tener problema. Ese es el cuadro que se nos presenta aquí.
Continuemos nuestra lectura con el versículo 11, que dice así:
"Reprenderé también por vosotros al devorador"
Si ellos llevaban diezmos generosamente, Él les había prometido que abriría las ventanas de los cielos y derramaría sobre ellos bendiciones hasta que sobreabunde. Y en este versículo añade que reprendería al devorador, que tal y como hemos adelantado anteriormente, representa una clara alusión al mayor terror de los agricultores de la época: la langosta, cuyo insaciable y voraz apetito le permite comer todo lo que encuentra a su paso. Por eso Dios afirma: Reprenderé también por vosotros al devorador.
En numerosas ocasiones observamos en las Escrituras cómo el juicio de Dios cae sobre una nación cuando la gente Le rechaza. Este juicio puede venir en forma de hambre, sequía, guerra, problemas económicos, etc. Así ha sucedido en el pasado y posiblemente suceda en el futuro. En este versículo 11 leemos, entonces:
"Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice el Señor de los ejércitos."
Es decir, que la vid producirá en abundancia. Y continúa en el versículo 12, diciendo:
"Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice el Señor de los ejércitos."
Cuando ellos estaban en buena armonía con Dios, el pueblo de Israel llegó a ser una bendición para las demás naciones del mundo. Amigo oyente, aquí se habla de honradez con Dios, y no puede tener "santidad" si no se actúa con transparencia con Él.
Recientemente finalizamos nuestro estudio del libro del profeta Zacarías, y queremos leer algo que se dice en el capítulo 8 de ese libro, versículo 13,que dice: Y sucederá que como fuisteis maldición entre las naciones, oh casa de Judá y casa de Israel, así os salvaré y seréis bendición. No temáis, mas esfuércense vuestras manos. Zacarías miraba hacia delante, a un día futuro. Pero Dios dijo entonces: Os haré bendición para todas las naciones. Cuando Israel sirve a Dios, llega a ser una gran bendición para las otras naciones.
Veamos ahora lo que nos dice el versículo 13, y aquí llegamos a la octava declaración sarcástica que ellos dirigen a Dios. Ya hemos visto siete de estas declaraciones irónicas y despectivas que el pueblo dirigió a Dios, en respuesta a Sus acusaciones. El versículo 13, entonces, de este capítulo 3 de Malaquías, dice:
"Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice el Señor. Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti?"
"Nosotros no nos acordamos de haber hablado nada en contra ti", dijeron insolentemente a Dios, pero Él les respondió de forma directa en cada una de estas ocasiones. El versículo 14 dice:
"Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia del Señor de los ejércitos?"
Ellos decían: "¿Qué hay de bueno en servir a Dios? No vale la pena hacerlo". Toda práctica y cumplimiento les resultaba una pesada carga, ya no tenía sentido ni trascendencia, porque en sus corazones no estaban convencidos de la necesidad ni de la utilidad de cumplir con unas leyes dadas tantos siglos atrás. Y ya que sus corazones se había enfriado, y con su vida y actos se habían apartado de Su presencia, Dios no los bendijo. Y como consecuencia de esa frialdad espiritual llegaron a acusar a Dios por la situación en que se encontraban. Decían: "Por demás es servir a Dios".
Honestamente, delante de Dios no podemos disimular, Él ve y sabe todo, y con Su mirada escudriña hasta los rincones más oscuros de nuestra alma. Dios sabe perfectamente si acudimos a un culto religioso, un estudio bíblico, o a una reunión en una iglesia por obligación moral, por conformar nuestra conciencia o evitar alguna presión familiar. Dios también conoce nuestro corazón y percibe si acudimos a Su presencia sólo por intereses personales, para implorar Su ayuda, o si estamos allí por el amor que sentimos por Él, el Dios Altísimo. Hay personas en las iglesias los domingos por la mañana que llenan los bancos, con rostros aburridos, cansados, y que obviamente desearían estar en cualquier otro sitio, menos en ese lugar. Hay personas que asisten sólo para criticar, lo que ven y oyen, y se abstienen de cualquier participación y compromiso fuera de ese breve tiempo de culto. Si en nuestro corazón no hay gratitud y amor, entonces, estimado amigo oyente, no habrá deseos de alabar y adorar a Dios, y todo lo que hagamos, aunque sea entregar una generosa ofrenda, no tiene valor ante Dios.
Jesucristo dijo a la mujer samaritana, sentado en el pozo donde ella estaba sacando agua: "Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre". (Juan 4:21). Los samaritanos ofrecían sus sacrificios en ese monte, pero Jesucristo le aclaró que: Ni en Jerusalén. Jerusalén, la capital, con su Templo, tampoco iba a ser en un futuro el lugar para adorar a Dios. Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad". (Juan 4:23). Cierto hombre le comentó a un amigo creyente en una ocasión: "Bueno, yo creo que voy a ir a parar al infierno porque juego al golf los domingos". Y su amigo creyente le respondió: "Usted no va a ir a parar al infierno porque juega golf los domingos, sino porque ha rechazado al Señor Jesucristo, el deporte no tiene nada que ver con esto". Asistir a un culto pero con un corazón alejado, interesado en otros asuntos, no vale nada, porque no se "está adorando en espíritu y en verdad". Amigo oyente, toda la religiosidad externa no conduce a nada, no es válida; lo que es de valor ante Dios es la condición de su corazón y su relación con Jesucristo. Y en este versículo 14 del capítulo 3 de Malaquías, leemos:
"Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia del Señor de los ejércitos?"
Su cuestionamiento de la observancia de la Ley, el aburrimiento de estar en la Presencia santa de Dios demuestra cuan alejados estaban espiritualmente. No sólo se justificaban, sino también encontraban argumentos para seguir sus caminos deseosos de desligarse de cualquier presión que sus conciencia pudieran despertar en ellos. Continuamos con el versículo 15 de este capítulo 3 de Malaquías, leemos:
"Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no sólo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon."
¿Cómo es posible que este pueblo que había visto maravillas, prodigios, milagros y pruebas del gran amor que Dios tenía por ellos, cómo era posible que pudieran tentar a Dios con tal soberbia, y salirse con la suya? El profeta Habacuc cuyo libro hemos estudiado hace algún tiempo, también había percibido el actuar de Dios, juzgando la vida de la nación, y que ese juicio iba a caer sobre Su pueblo amado, pero rebelde, obstinado, indiferente. ¡Cuán doloroso resulta para un padre la actitud despectiva, indiferente, o rebelde de un hijo! Y Dios, como Padre Celestial, también se sintió dolido, ofendido y despreciado. Y ahora, en el versículo 16 de este capítulo 3 de Malaquías, leemos:
"Entonces los que temían al Señor Jehová hablaron cada uno a su compañero; y el Señor escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen al Señor, y para los que piensan en su nombre."
Encontramos que había un pequeño remanente, un reducido grupo de gente que amaba a Dios, se reunía y temía al Señor. Hablaba el uno con el otro, en unidad, en la comunión que practicaba, Y Jehová escuchó y oyó.
Para ajustarnos al tiempo de este estudio no podemos extendernos sobre el pensamiento que encontramos a través de toda la Escritura de que Dios "escribe lo que sucede". No creemos que se refiera a un libro en el sentido literal. Dios tiene una memoria eterna, por lo tanto, Él no padece de olvidos, ni necesita un registro o una agenda para recordar. Cuando lleguemos a nuestro estudio del libro de Apocalipsis, el último libro de la Biblia estudiaremos este tema, porque existen diferentes registros, o libros.
Estudio bíblico de Malaquías 3:8
Malaquías 3:8
Antes de entrar a considerar el versículo 8 del capítulo 3, quisiéramos recalcar un tema que se ha presentado en el primer versículo de este capítulo. Nuestros oyentes habituales recordarán que el profeta menciona "al mensajero del pacto".
En el programa anterior no mencionábamos de qué pacto se habla. Muchos han pensado que era "el nuevo pacto" que se encuentra en el Nuevo Testamento. Pero en realidad, no contiene referencia a la primera venida de Cristo. Se trata más bien del pacto que Dios ha hecho con Su pueblo, el pueblo de Israel. Vamos a mencionar algunos textos bíblicos: por ejemplo, en el capítulo 26 de Levítico, podemos leer un pasaje en ese capítulo, los versículos 9 hasta el 13, que claramente menciona este pacto, el mensajero del pacto. Allí se nos dice: Porque yo me volveré a vosotros, y os haré crecer, y os multiplicaré, y afirmaré mi pacto con vosotros. Comeréis lo añejo de mucho tiempo, y pondréis fuera lo añejo para guardar lo nuevo. Y pondré mi morada en medio de vosotros, y mi alma no os abominará; y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo. Yo Jehová, el Señor vuestro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto, para que no fueseis sus siervos, y rompí las coyundas de vuestro yugo, y os he hecho andar con el rostro erguido.
Este fue "el pacto" que Dios hizo con ellos. Y Él lo volvió a confirmar en el libro de Deuteronomio, porque Deuteronomio es una confirmación de la ley, después de haber vivido bajo esas leyes por 40 años. En este libro, en el capítulo 4, y en el versículo 23, leemos: "Guardaos, no os olvidéis del pacto de Jehová el Señor vuestro Dios, que Él estableció con vosotros, y no os hagáis escultura o imagen de ninguna cosa que Jehová el Señor tu Dios te ha prohibido". El pueblo sin embargo no obedeció; había llegado a adoptar a los dioses ajenos de los pueblos cercanos, y con cuyas mujeres se habían casado. También pecaron gravemente al practicar diversas clases de ocultismo. Toda esta sección está relacionada con el tema del mensajero del pacto que vendrá algún día. Esa es la razón por la que el profeta habla en la primera parte de este capítulo, sobre la limpieza y la purificación, porque Dios no podrá estar entre ellos, a no ser que comenzaran a ser obedientes para que Él pueda limpiar y purificar a Su rebelde pero muy amado pueblo. El mismo principio rige también hoy en día para nosotros.
Ahora, en nuestro programa anterior hemos podido estudiar la sexta de las ocho expresiones irónicas, sarcásticas, que la gente del tiempo de Malaquías se atrevía a formular a Dios. Ellos se creían inocentes de todos los cargos que Dios tenía contra ellos. Eran hipócritas y superficiales, cumplían sólo con los requisitos mínimos, y su corazón era rebelde. Dios, por medio de los profetas les pidió reiteradamente que regresaran a Él, que se arrepintieran, porque Él los amaba. Pero el pueblo se sentía justificado por cumplir los ritos y las ceremonias establecidas, como leímos en el versículo 7. Sin embargo, amigo oyente, Dios les responde, por el profeta Malaquías, que cumplir con la ley no significaba que automáticamente Él estaba satisfecho con ellos, por la sencilla razón que el corazón de Su pueblo estaba alejado de Él".
Y hablando honestamente, amigo oyente, creemos que este principio también es aplicable a muchas personas que se llaman a sí mismas "cristianas", o creyentes. Si se cumplen con algunos requisitos morales y éticos, somos pacíficos, aunque nos rebelamos ante las injusticias; si practicamos ciertas obras de caridad, damos algo de lo que nos sobra a la iglesia a la cual asistimos, todo ello nos hace creer que somos "buenas personas", que no hacemos daño a nadie, y respetamos a todos. ¿Verdad que hemos escuchado ese argumento con frecuencia? Una auto-justificación, que nos hace sentir "bien", y no vemos ninguna necesidad de arrepentirnos, porque "somos buenas personas". Pero lo cierto es que Dios nos va a pedir a todos que nos arrepintamos. Realmente, cuánto más cerca estamos del Señor, Su poderosa luz nos iluminará y nos mostrará todas las áreas de nuestra vida que están sucias y contaminadas.
Cuando el pueblo le preguntó a Dios, por medio del profeta Malaquías, cómo deberían volver a Él, Dios puso el dedo en la llaga. En asuntos espirituales que tienen que ver con nuestra alma eterna, es necesario que sepamos la verdad, aunque no nos agrade y nos duela. Si realmente anhelamos a conocer más a Dios, estar cerca de Él, experimentar Sus Promesas, Su cuidado y Su protección como un verdadero hijo de Su familia, entonces, estimado amigo oyente, Dios nos confrontará con la verdad sobre nosotros mismos. Es sanador conocer la verdad sobre nosotros mismos, aunque sea doloroso, pero eso nos dará la oportunidad de arrepentirnos y recibir el pleno perdón del Señor, que nunca se cansa en escucharnos y en responder a los anhelos de nuestro corazón.
Cuando el pueblo preguntó: ¿En qué hemos de volvernos?, Dios les respondió en el versículo 8, y aquí encontramos la séptima declaración sarcástica de esta gente. Recordemos, amigo oyente, que esta gente hizo ocho afirmaciones sarcásticas a los reproches de Dios. Ocho veces rechazaron las acusaciones, ocho veces ellos trataron de evadir los reproches del Señor, aparentando ignorancia. En ocho ocasiones evadieron una respuesta concreta fingiendo ser espirituales y piadosos. Leamos lo que nos dice el versículo 8 del capítulo 3 de Malaquías:
"¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas."
¡Qué acusación terrible! Dios les acusaba de robarle a Él, al dueño de todo. Dios fue claro y preciso en su afirmación En vuestros diezmos y ofrendas, me habéis robado. Dios no es un contable usurero que está en el cielo tratando de quitarles algo a Sus hijos. Lo que Dios en realidad estaba afirmando era una bendición: "Voy a permitir que se queden con nueve décimas partes, y sólo me vais a devolver una décima parte". Pero hay varios aspectos que necesitamos comentados al respecto.
Para comenzar, el pueblo de Israel no daba diezmo. Para una mayor comprensión vamos al citar al Dr. Feinberg que escribió en su excelente libro sobre Malaquías, lo siguiente: "La ofrenda en Israel eran las primicias de sus cosechas. Es decir, una sexta parte de su trigo, del vino y del aceite", como se especifica en Deuteronomio, capítulo 18, versículo 4. Ahora, había varias clases de "diezmos". El Dr. Feinberg, quien es un erudito en el idioma hebreo, ha encontrado cuatro clases: como primero, el diezmo, del sobrante que quedaba después de ser entregadas las primicias; esta cantidad estaba destinada "a los levitas para su sostenimiento" (Levítico, capítulo 27, versículos 30 al 33). La segunda clase de diezmo era entregado "por los levitas a los sacerdotes" (Números capítulo 18, versículos 26 al 28). La tercera clase era otro diezmo pagado por la congregación "para suplir las necesidades de los levitas y de sus propias familias en el tabernáculo" (Deuteronomio, capítulo 12, versículo 18). Luego había un cuarto diezmo que sólo se entregaba cada tercer año "para los pobres". (Deuteronomio, capítulo 14, versículos 28 y 29). Vamos a leer ese pasaje, porque es un texto bíblico sobre el cual debemos reflexionar: Al fin de cada tres años sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año, y lo guardarás en tus ciudades. Y vendrá el levita, que no tiene parte ni heredad contigo, y el extranjero, el huérfano y la viuda que hubiere en tus poblaciones, y comerán y serán saciados; para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que tus manos hicieren.
Las instrucciones de Dios eran que cada tres años se debía entregar un diezmo extra, de modo que cuando se menciona que Dios requería un diezmo, queremos aclarar que había varias clases de diezmos. Otro tema que creemos necesario mencionar, es una rectificación del pensamiento de que los cristianos vivimos "bajo la Gracia, y no bajo La Ley"; por lo tanto los cristianos, los creyentes, no necesitan observar el mandato del diezmo. Hoy, vivimos bajo la Gracia de Dios, y la forma de dar de los creyentes, tiene una base completamente diferente. No creemos que la iglesia está bajo el sistema legal del diezmo, pero eso no quiere decir que no deberíamos dar el diezmo al Señor. Observemos la forma de ofrendas, de la primera iglesia. El Apóstol Pablo mencionó a los creyentes de Macedonia como un ejemplo cuando él escribió a la iglesia en Corinto, en su segunda epístola a los Corintios, capítulo 8, versículo 2: Que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad. Ellos eran muy pobres, y aun así, daban generosamente. Ahora, a continuación, el siguiente versículo 3 dice: Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas. O sea que ellos daban más allá de lo que en realidad podían. Ellos ni siquiera pensaban en sus carencias, en su falta de recursos, en si llegaban a fin de mes, o si se endeudaban, y por supuesto, no pensaban en un "diezmo", porque daban mucho más que la décima parte de sus ingresos. Ellos daban sus ofrendas generosamente motivados por el amor que sentían por el Señor Jesús. Y en el versículo 4, leemos: Pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos. Como usted puede deducir, estimado amigo oyente, el "dar" es tener comunión y participación, en la obra de Dios, con la iglesia, y hasta el ofrendar es parte de nuestra adoración a Dios. Estos creyentes practicaban esto, "no como lo esperábamos, - dice Pablo en el versículo 5 - sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios".
Permítanos comentarle, estimado amigo oyente, que sólo las personas creyentes pueden ofrendar con pleno conocimiento de que ofrendan a Dios por el discernimiento que les ha dado el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo. El cristiano auténtico, el creyente, sabe que nunca, jamás, podrá devolverle a Dios lo que ya perteneces a Él, porque absolutamente TODO le pertenece, todo es de Él. Y ese conocimiento sólo podemos tener los que hemos aceptado a Jesucristo como nuestro único y suficiente Salvador, pero también como EL SEÑOR de nuestras vidas, dueño de nuestro ser, por el precio que Él pago en la cruz. Somos Sus pertenencias, Su propiedad, aceptamos voluntariamente que Él sea el Señor de nuestra alma, de nuestra vida, de nuestro tiempo, de nuestros sentimientos, nuestros talentos y dones, de nuestras finanzas, absolutamente de todo y cada uno de los aspectos de nuestra vida.
Dios les pide a Sus propios hijos que den, y no a aquellos que no Le conocen, ni Le reconocen. Probablemente usted recordará, si es un oyente habitual, cuando estudiamos los textos relacionados con los años que el pueblo de Dios, el pueblo hebreo pasó en el Desierto en su viaje hacia la Tierra Prometida. Recordará que el Arca de la Alianza, del Pacto de Dios, era llevada sobre los hombros de los sacerdotes. Ahora, el Señor podría haber llamado a cualquiera otra persona para que llevara esa preciosa carga. O podría haber ordenado que fuese el Arca fuese llevado encima de un carro, sobre ruedas, pero no fue así; eso nos habla de Cristo.
Y si usted, estimado amigo oyente, desea compartir el mensaje de Jesucristo, quisiera llevar Su mensaje de amor, compasión y perdón, es decir, lo que Él ha hecho por usted, ese mensaje tiene que ser llevado sobre los hombros de aquellos que son Sus sacerdotes, aquellos que son Suyos.
Dios no pide ni espera ofrendas de los que no creen, de los que no son creyentes. En este programa nunca hemos pedido ninguna contribución, y nunca hemos solicitado ayuda, ni siquiera para cubrir los costos de todo el material que enviamos a aquellos oyentes que lo solicitan. Creemos que ofrendar, es decir, "el dar", sale de un corazón agradecido y entregado a Dios, porque reconoce lo que Dios ha hecho y está haciendo en su vida particular, y porque desea compartir y tener comunión con la obra que Dios está haciendo a través de este programa. Es por eso que el Apóstol Pablo, dice en su Segunda epístola a los Corintios, capítulo 8, versículo 8: No hablo como quien manda, sino para poner a prueba, por medio de la diligencia de otros, también la sinceridad del amor vuestro.
El dar es una prueba de nuestro amor por Cristo, amigo oyente. Hay un conocido himno cuya letra dice: "Mi vida di por ti, ¿qué has dado tú por mí?" Bueno, la letra de este himno no tiene ninguna base en las Escrituras, porque Jesucristo nunca pide nada para sí, a cambio de haber dado Su vida por nuestros pecados. Jesús dijo: "Si me amáis, guardad mis mandamientos". (Juan 14:15).
El versículo 9 de ese capítulo 8 de la Segunda epístola a los Corintios, dice: Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con Su pobreza fueseis enriquecidos".
Dios dice en Su Palabra que Él ama al dador alegre. Pero en muchas partes los hijos de Dios no entienden esa afirmación. El autor de este estudio bíblico, el Dr. McGee contó en alguna ocasión que en uno de sus viajes a Israel, el guía turístico en la capital de Jerusalén le mostró el edificio que aloja el ministerio de Hacienda, las oficinas que recolecciona los impuestos y lo llamó "El Nuevo Muro de los Lamentos". Y, amigo oyente, cuando se recoge la ofrenda en la iglesia, muchas veces se parece a esa descripción "como si llegáramos a un muro de lamentos". Casi es audible el pensamiento: ¡vaya! Ya llega el momento más desagradable, ahora van a recoger la ofrenda". Pero nosotros pensamos, amigo oyente, que debería ser un momento de alegría, de gozo, de gratitud. Si usted no puede dar alegremente, entonces no debería dar, porque no le va a hacer ningún bien, de eso estamos seguros. Por eso el Apóstol Pablo continúa hablando en los siguientes versículos, y también en el capítulo 9 de su Segunda epístola a los Corintios los detalles de este texto. Pero ésta es la base sobre la cual deben dar los creyentes. Es por esto que nosotros pensamos que los creyentes hoy, la mayoría que vivimos en una sociedad de abundancia, deberíamos estar dando más de lo que significaría un diezmo. Israel siempre había dado más de un diezmo, porque como vimos, Dios les ordenó dar hasta cuatro diezmos.
El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee, contaba que cuando él era pastor de una iglesia en Texas, en los Estados Unidos, durante la época de la Gran Depresión financiera en ese país, había en su iglesia un miembro que tenía algunas responsabilidades. Posiblemente era la única persona que ganaba dinero en su negocio. Este hombre tenía una gran finca y acostumbraba invitar al Dr. McGee a cazar y a pescar en su propiedad. Cierto día estaban pescando, y este hombre le preguntó: "Dr. McGee, ¿por qué usted no predica más sobre el diezmo?" Y Dr. McGee le contestó: "Porque no creo en esa práctica". Este hombre creía y ofrendaba su diezmo. Y cada vez que se juntaban le preguntaba sobre el mismo tema. Finalmente, el Dr. McGee se cansó, y le dijo lo siguiente: "Hay muchos creyentes que podrían y deberían estar dando más del diezmo. Por ejemplo, en nuestra iglesia usted probablemente está ganando más dinero que cualquiera otra persona". Lo cierto era que esta persona daba mucho dinero. Pero cuando el Dr. McGee le dijo esto, el hombre le miró fijamente e hizo una mueca de desagrado. Después de esa conversación, contaba el Dr. McGee, que nunca más le volvió a preguntar acerca del diezmo. ¿Por qué? Porque estaba muy conforme en dar su diezmo y tranquilizaba así su conciencia; pensaba que eso era todo lo que debería dar.
Hay muchas personas que deberían estar dando más de un diezmo, amigo oyente. Pero, cuando decimos que deberían hacerlo, también queremos recalcar que no se debería ofrendar a menos que se haga por un sentimiento de amor hacia el Señor. Recordamos que el Señor Jesucristo preguntó: ¿Robará el hombre a Dios? ¿Qué es lo que piensa usted en realidad?
Bueno, como dijimos hace un momento, al finalizar el servicio religioso, todos deberíamos salir felices por haber tenido el privilegio de ofrendar, por haber podido ofrecer a Dios lo que creemos sinceramente en nuestro corazón es una expresión de nuestro amor y gratitud por todo el Amor que recibimos de Él, nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Bueno, todo, absolutamente TODO le pertenece a Él.
Por experiencia podemos afirmar que Dios ha bendecido y sigue bendiciendo a todo dador alegre, y Él nunca es "deudor" de nadie. Siempre Él nos devuelve más de lo que podemos entregarle a Él. Pero Dios siempre mira el fondo de nuestro corazón, y sabe perfectamente la motivación que impulsa nuestro dar, nuestra ofrenda. Lo único válido para Dios es nuestro amor, y no es el monto de la ofrenda; es el amor con el que se la ofrecimos, lo que cuenta en la Eternidad. Esa es la única forma en que Él acepta una ofrenda.
Estudio bíblico de Malaquías 3:4-7
Malaquías 3:4 - 7
Retomamos pues nuestra lectura en el capítulo 3, cuyo comienzo, según comentamos en nuestro programa anterior, se inicia con el mensaje de Malaquías en el que se mencionan a dos mensajeros que harían su aparición en algún momento del futuro.
El primer mensajero debía preparar el camino para el segundo. El primer mensajero, como ya mencionamos, fue Juan, el Bautista. El segundo, denominado "mensajero del Pacto", sería el mismo Señor Jesucristo. También apuntamos, si usted lo recuerda, que los cuatro evangelios del Nuevo Testamento, es decir, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, coinciden absolutamente al personificar en Juan el Bautista el cumplimiento de la profecía relativa al "primer mensajero". Sin embargo, ninguno de ellos cita al así llamado "mensajero del Pacto" como algo que había tenido cumplimiento en la primera venida de Cristo. ¿Por qué? Porque Jesús vino a la Tierra como Redentor y Salvador, pero este segundo mensajero que hace su aparición en este versículo no viene a traer "gracia", sino "juicio". Malaquías anunció que este segundo mensajero vendría como juez, para establecer Su reino y a pacificar la tierra. "Y vendrá súbitamente a su templo", dice el versículo 1. No pronto, sino súbitamente, Él vendrá, es decir, sin aviso previo. "El ángel del pacto, a quien deseáis vosotros, he aquí viene, ha dicho el Señor de los ejércitos". (Versículo 1 del capítulo 3 de Malaquías).
Por todo ello, los versículos que mencionamos al concluir nuestro anterior programa revelaban que tenían que ver con la segunda venida de Cristo. Porque, por ejemplo, a Él aquí se le llama "Señor". Y a Él pertenece el templo. Y aquí se nos decía: "Ha dicho el Señor de los ejércitos". De modo que, definitivamente todo ello alude al Señor Jesucristo en Su Segunda venida. Y en el versículo 3 se dice de Él: "Y se sentará para afinar y limpiar la plata". O en otras palabras, todos aquellos que vayan a entrar en el Reino deberán ser limpiados. Porque Él es quien purifica. Él es quien refina. Él quita toda la escoria del mineral de hierro, porque cuando éste es calentado al rojo vivo, al derretirse, se puede separar la escoria del metal refinado. Él es pues, en este sentido, el refinador, el purificador de la plata.
Hasta aquí hemos retomado algunas ideas que ya mencionamos en nuestro anterior programa. Leamos pues a partir del versículo 4, que dice así:
"Y será grata al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, y como en los años antiguos."
Con estas palabras, Malaquías anuncia que sólo después de que el sacerdocio fuese purificado y su pueblo limpiado, el pueblo volvería a poder ofrecer lo que agrada al Señor, como en los mejores días de su pasada historia.
¿Y por qué agradarán al Señor dichas ofrendas? Porque las personas que las ofrezcan habrán sido limpiadas y purificadas. Y este versículo implica que Dios no tiene ningún interés en que usted le ofrezca rituales u ofrendas de cualquier tipo si su corazón no está sintonizado con el suyo. ¿Qué puede interrumpir esta conexión entre usted y Dios? El pecado, que, aunque es una palabra no demasiado popular, hoy en día significa "errar el blanco", es decir, "no dar en el blanco". Para que se entienda mejor, a lo que aludimos es, "errar el centro de una diana". Según la Biblia, esto ocurre cuando le damos la espalda a Dios para hacer nuestra propia voluntad, en lugar de la Suya. Cuando le desobedecemos, estamos fallando en nuestro compromiso con Él, y como consecuencia, nuestra relación se deteriora y se interrumpe nuestra conexión espiritual con Él. Dios, que es Santo, no puede tolerar en Su presencia el pecado, la impureza moral, la desobediencia. Dios no acepta esa clase de actitudes o acciones.
Continuemos con nuestra lectura en la primera parte del versículo 5, que dice así:
"Y vendré a vosotros para juicio; y seré pronto testigo contra los hechiceros y adúlteros"
Nuevamente, el profeta Malaquías enfrenta la situación creada por la práctica que se había generalizado por todo el pueblo de Israel, con los divorcios, el adulterio y el matrimonio con mujeres paganas. Éstas fueron las cuales introdujeron en Israel el culto a sus otros falsos dioses, ante la pasividad de sus nuevos maridos hebreos y la desidia y dejadez de los sacerdotes.
Y dice la última parte del versículo 5:
"Contra los que juran mentira, y los que defraudan en su salario al jornalero, a la viuda y al huérfano, y los que hacen injusticia al extranjero, no teniendo temor de mí, dice el Señor de los ejércitos."
Escuchando estas palabras, podemos pensar: ¿qué testimonio estaban ofreciendo los propios israelitas a las naciones extranjeras acerca de su fidelidad a Dios? ¿Cómo podrían otros pueblos respetar la fe en el Señor si los propios hebreos no lo hacían, contraviniendo públicamente las normas dictadas por Éste?
Toda la conducta pecaminosa que acabamos de leer en este versículo evidencia que está dirigido contra personas que no tienen ningún temor de Dios. Las prácticas ocultistas estaban prohibidas desde hacía mil años, en los tiempos del Éxodo judío de Egipto, en torno al año 1.445 A.C, cuando los israelitas salieron libres, tras 430 años de esclavitud. Sin embargo, estas prácticas siguieron realizándose hasta los tiempos del Nuevo Testamento. El adulterio, así mismo, era una transgresión de la Ley de Dios, al igual que el perjurio (mentir en un juicio), la extorsión y la opresión.
Finalicemos ahora la lectura de este versículo 5, que dice así:
"No teniendo temor de mí, dice el Señor de los ejércitos."
Y continuando con la lectura del versículo 6:
"Porque yo el Señor no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos."
Bien, llegamos ahora, amigo oyente, a la denominada sexta denuncia que el profeta Malaquías hace hacia su pueblo. De alguna manera, es como si Dios estuviera siguiendo un esquema de preguntas y respuestas, es decir, Dios hace una declaración y, a continuación, ellos, el pueblo, le retan a Él, para que les dé pruebas. Los israelitas deseaban conocer la respuesta a sus preguntas.
De esta manera, en esta especie de diálogo divino, Dios, presenta ocho cargos contra la nación y el pueblo le replica realizando 8 preguntas, en las cuáles podemos detectar cierto tono de desvergüenza y osadía. Dios responderá de forma bastante diplomática, pero muy firme, intentando persuadirles de continuar recorriendo por un camino que les podría acabar llevando a la destrucción total.
Mirando hacia atrás es fácil preguntarse cómo fue posible que el propio pueblo de Dios hubiera pensado que Él se había vuelto injusto, o que había actuado en contra de Israel. A pesar de todas sus rebeliones contra su Dios, la historia de este pueblo se debía a la inmutabilidad de la voluntad de Dios y a Su fidelidad hacia el "pacto" que acordó con los patriarcas de Israel: Abraham, Isaac y Jacob. La verdad, estimado oyente, es que Dios no ha cambiado, ni ellos tampoco. Él seguía siendo tan fiel y justo como siempre; y ellos tan infieles e injustos como de costumbre.
Si recordamos la historia de aquellas gentes, tras haber sufrido un periodo de esclavitud y cautividad de 70 años, un pequeño grupo o remanente había regresado a su hogar, a Palestina. Una vez en casa, comenzaron a restaurar, con no demasiado entusiasmo, la ciudad de Jerusalén, así como a reedificar su antiguo Templo, que había quedado semidestruido. La nación israelita había ya sufrido en sus propias carnes los rigores del sufrimiento de la esclavitud, como la de sus antepasados, en Egipto y cuando regresaron a sus hogares, encontraron nuevas dificultades, severas persecuciones, desaliento y una desmoralización generalizada. Quizá, más de uno pensó que el regreso implicaría una nueva y merecida vida fácil, cómoda y feliz, tal vez una recompensa divida después de tanto y tan inmerecido sufrimiento en las tierras del destierro.
Pero no sucedió así. Tanto la experiencia del destierro, como la del difícil retorno, constituyeron métodos de disciplina de parte Dios para corregir su mala conducta. Sin embargo, el pueblo, lejos de arrepentirse, endureció su corazón. Este fue el terreno de abono de muchas de las actitudes hipócritas que enfrentaría Jesús cuando 400 años después viniera a este mundo.
Por eso Dios, mediante los mensajes de los profetas, intentó de muchas maneras y en numerosas ocasiones, que Su pueblo se volviera hacia Él, siempre con escasa y poco entusiasta respuesta. El profeta Malaquías, tal y como estamos viendo, presentará ante el pueblo estas ocho denuncias o acusaciones. Y la respuesta que observamos en ellos nos habla mucho de la verdadera actitud de su corazón: hay una negación de las imputaciones que Dios les hace, sorpresa, frustración, resentimiento, etc. Veamos ahora la sexta acusación de Dios por medio de Malaquías.
Dios no se había vuelto injusto, ni había actuado contra Israel. Lo que los judíos habían calificado como "injusticias de Dios" no se debían a que Él fuera injusto o arbitrario, sino a Su gran paciencia y misericordia. En el siguiente versículo, el 7, veremos un llamado genuino al arrepentimiento. Aquí encontramos que el pueblo está siendo reprendido por sus pecados de una religiosidad falsa e hipócrita. Y esta es la sexta pregunta sarcástica que el pueblo hace a Dios, ante Su acusación. Y Dios va a llamarles a hacer algo. Y aquí concluimos, con este breve paréntesis que teníamos sobre la profecía de los dos mensajeros. Veamos pues qué nos dice el versículo 7 de este capítulo 3 de Malaquías:
"Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho el Señor de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos?"
Como vemos, su actitud hacia Dios era desafiante, descarada y de desafío. Seguramente ellos pensaban: "Tú dices que nosotros debemos regresar a Ti y ni siquiera sabíamos que nos habíamos alejado. Hemos ido al templo, a todas las reuniones y ceremonias. Hemos cumplido, hemos dado nuestro diezmo. ¡A qué te estás refiriendo, que no te entendemos, Oh Dios?"
Como podemos ver, estimados amigos oyentes, tan alejado estaba su corazón de Dios que ni siquiera entendían Su mensaje. No se daban cuenta, y no tenía conciencia de su verdadera situación. De la misma manera, este mensaje de Malaquías nos resulta familiar en nuestros propios tiempos. Porque, ¿no es verdad que algunas iglesias están más preocupadas en el ritualismo, es decir, el culto al propio ritual, que al mismo Dios? Pero Dios les dice: "Volveos porque os habéis apartado de mí".
Ahora, ¿qué quiere decir Dios con la expresión de que se vuelvan a Él? Quiere decir, que se arrepientan. Pero, ¿qué es el arrepentimiento? Esta palabra deriva del griego "metánoia", que quiere decir, "cambiar la forma de pensar". Quiere decir, el darse cuenta de que uno está caminando en la dirección equivocada y que debe dar un cambio de sentido hacia la dirección opuesta. Se trata de ir en la dirección correcta.
Sin embargo, los cristianos solemos cometer el error al pensar que este llamado al arrepentimiento está dirigido sola y exclusivamente a los incrédulos, es decir, a aquellos que no creen en Dios, ni en la obra de Jesús. Y por supuesto que es así, pero principalmente este llamado es para los propios cristianos, tal y como podemos ver a lo largo de todo el Nuevo Testamento, y en especial en el llamado de Dios al arrepentimiento de las Iglesias en el libro del Apocalipsis.
A los incrédulos se les pide, principalmente, que crean; a los cristianos, que se arrepientan. Por ejemplo, consideremos el mensaje del Apóstol Pablo en la epístola a los Tesalonicenses, que está en el Nuevo Testamento de la Biblia. Él dijo: "Y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo". Cuando el Apóstol Pablo fue a la ciudad de Tesalónica, no les predicó contra la idolatría, que estaba muy extendida, ni contra los malos hábitos, o los vicios, como por ejemplo, el alcoholismo. Nuestro mensaje hoy al mundo es el que Pablo le presentó al carcelero de Filipos hace casi 2.000 años: "Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo". (Hechos 16:31). Pues, bien, en la Palabra creer se encuentra comprendido todo el arrepentimiento que una persona necesita. El Apóstol Pablo en Tesalónica, ¿qué fue lo que predicó? ¿Arrepentimiento? ¡No, estimado amigo oyente! Él predicó a Cristo y les dijo: "Yo quiero decirles algo en cuanto al Señor Jesucristo y la forma en la que Él murió por nuestros pecados". Y entonces ellos se volvieron a Jesucristo. Y cuando se volvieron a Él, le dieron la espalda a los ídolos. Y ese "dar la espalda, el volverse de los ídolos, fue su expresión de su arrepentimiento. Por ello, decirle a alguien: "arrepiéntase", no es suficiente.
Y hoy en día, hay muchos hijos de Dios, muchos creyentes que están en una situación muy similar a la del "hijo pródigo", una de las parábolas más conocidas de Jesucristo. Hay muchos que hoy están apartados, alejados del corazón de Dios. A estos Él les llama la atención y les dice que hoy tienen la oportunidad de arrepentirse y regresar a Su hogar, a la Familia de Dios. Y no nos estamos refiriendo a las personas agnósticas, a aquellas que se denominan ateas, ni a los incrédulos, sino a todos aquellos cristianos que, al igual que una de las siete Iglesias del Apocalipsis, han "perdido su primer amor" hacia Cristo. Para ellos, Jesús ya no es una prioridad. Tal vez acudan regularmente a la iglesia, pero más por costumbre que por un intenso deseo de reencontrarse cara a cara con Él en su templo. Dios dice: "Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros".
Y de la misma manera que el Hijo Pródigo no recibió un castigo cuando regresó al hogar, sino que tuvo un gran recibimiento, incluso le organizaron una gran fiesta, así Dios le está esperando a usted, amigo y amiga, que nos escucha. Dios le espera con los brazos abiertos y un inmenso anhelo de mantener con usted una verdadera historia de amor, personal e íntima, de Padre a hijo.
Estudio bíblico de Malaquías 2:17-3:4
Malaquías 2:17 - 3:4
Comenzaremos regresando al versículo 17 del segundo capítulo, que es el último versículo que consideramos en nuestro programa anterior. Continuaremos nuestro viaje adentrándonos en los primeros versículos del capítulo tercero, lo cuáles nos darán respuesta a la pregunta formulada en este último versículo del capítulo segundo. Veremos así mismo, cómo en estos tres primeros versículos, hay una especie de paréntesis muy parecido a los que pudimos encontrar en los libros de los profetas Hageo y Zacarías. En ambos libros, un interludio histórico interrumpía la trama para retomarla tiempo después, tres años en el caso de Zacarías, por ejemplo. En el caso de Malaquías, se tratará de la predicción de dos mensajeros por medio de los cuales Dios provee su respuesta a su pueblo.
Si usted es un oyente habitual de nuestro programa, usted recordará, cómo Malaquías, mensajero de Dios, amonestó al pueblo por quebrantar el pacto sagrado del matrimonio mediante el divorcio de sus esposas judías, para contraer matrimonio con mujeres paganas, que adoraban a otros dioses y que estaban induciendo a sus maridos a hacer lo mismo.
Retomamos nuestra lectura a partir del versículo 17 del segundo capítulo de Malaquías. Este versículo es muy importante porque constituye la introducción del resto de libro. La denuncia de los pecados de Israel va seguida por una declaración del juicio que caerá sobre los que no se arrepientan, así como la bendición subsiguiente sobre el remanente fiel, un pequeño grupo que continuaba observando los mandamientos de Dios, pero que lo hacían de corazón.
Los israelitas a los que Malaquías se dirige, algunos de los cuáles oficiaba como sacerdotes, eran personas infieles y desobedientes a las leyes y mandamientos del Señor. Con sus pecados habían agotado la paciencia de Dios, y su escepticismo acerca de la fidelidad de Dios hacia ellos, y la actitud de constante queja y auto-justificación, fueron la razón por la cual el juicio vendría sobre ellos.
Leamos ya la primera parte del versículo 17, en el capítulo 2 de Malaquías, que dice así:
"Habéis hecho cansar al Señor con vuestras palabras. Y decís: ¿En qué le hemos cansado?"
¿Qué le parece a usted, estimado oyente, escuchar a estos israelitas dirigirse a Dios con un tono inocente y herido y absolutamente carente de culpa o remordimiento? Casi podemos intuir, entre líneas, un ligero matiz de ofensa e indignación ante el hecho de que Dios se atreviera siquiera a dirigirse a ellos en semejante tono. Y ellos se preguntan: "¿En qué le hemos cansado?" Sin embargo, Dios tiene la respuesta, hasta a esa pregunta insolente. Él tiene una respuesta para todas nuestras preguntas. Y la reacción de Dios es: "Vosotros me cansáis. Y decís: "¿En qué le hemos cansado?" Leamos ahora la segunda parte del versículo 17:
"En que decís: Cualquiera que hace mal agrada al Señor, y en los tales se complace; o si no, ¿dónde está el Dios de justicia?"
Vinculemos estas palabras al entorno en el cual Malaquías pronunció estas palabras. Tras la ansiada reconstrucción del templo, vino la desilusión. La presencia de Dios no había venido aún al nuevo Templo y el pueblo comenzó a vivir con indiferencia ante Dios. Endurecido y sin apenas discernimiento espiritual, el pueblo persistió en sus expresiones cínicas de inocencia. Habían abandonado toda intención de tomar en serio las diferencias entre el bien el mal. Y dominados hasta tal punto por la complacencia de creerse justos en su propia opinión, tuvieron el descaro de cuestionar con insolencia al Señor, y hasta llegaron a comentar que Él parecía favorecer a los malvados, y no interesarse mucho por los justos. Sin embargo, el profeta los confrontó con la realidad del juicio inminente de Dios y les dijo que Él, Dios, sí se había puesto en el camino, pero no como ellos querían, o esperaron, sino para refinar y purificar.
Prestemos atención a las palabras del Rey israelita David, que en su Salmo 73:2-3 dice así: "En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos".
Y eso es precisamente lo que estaba sucediendo en los días de Malaquías. Una nueva moralidad se estaba instalando en las mentes y en los corazones del pueblo del Señor. Una nueva moralidad cuyos límites entre lo bueno y lo malo estaban desdibujados, en la que todo era relativo, en la que las normas y leyes de Dios eran re interpretables según la intención de cada uno. Por este motivo podían decir sin remordimiento alguno: "Cualquiera que hace mal agrada a Jehová". Tal y como profetizó Isaías unos 200 años antes: "Llegará el día en que llamarán al bien mal y al mal bien". Y dado que no veían las consecuencias de su mala conducta, llegaron a engañarse y tal vez pensaron: "A Dios no le importa lo que hagamos, mientras acudamos a nuestro templo y le ofrezcamos nuestras ofrendas y sacrificios.
¡Cuan equivocados estaban, queridos oyentes! Ya lo hemos mencionado en alguna ocasión, ¿verdad? Dios no desea sacrificios: Dios le desea a usted. Dios no desea sus ofrendas porque usted es su ofrenda, viva y grata para Él. Dios no desea su adoración el día que acude a la iglesia: desea que usted le adore las 24 horas del día durante los 365 días del año. ¿Pero cómo es posible esto? -se preguntará-. Con su conducta diaria. Porque adorar a Dios es mucho más que cantarle canciones u orar. Adorar es que todo lo que usted haga, lo haga como si fuera para Dios. Decía el reformador protestante Martín Lutero que hasta una lechera ordeñando a una vaca puede ser un acto de adoración, si ésta hace como para Dios. ¡Ahí está el secreto querido amigo y amiga! Hacer todo como para Dios. ¿Y por qué? -puede usted estar preguntándose-. Porque la Biblia dice que usted fue planeado para agradar a Dios. En Apocalipsis 4:11 leemos (en la versión de la Biblia parafraseada): "Porque tú creaste todas las cosas; existen y fueron creadas para ser de tu agrado". Y en el Salmo 149:4 (NVI) leemos: "Porque el Señor se complace en su pueblo". Y en la Biblia, agradar a Dios se conoce como "adoración".
Por ello, el primer propósito de su vida debiera ser agradar a Dios por medio de su propia vida, vivir para complacerlo. Y cuando logre entender completamente esta verdad, sentirse insignificante o poco importante nunca volverá a ser un problema para usted. Imagínese lo importante que es usted para Dios que Él lo considera lo suficientemente valioso para que lo acompañe por la eternidad.
Pero, ¿cuántas veces nos comportamos como si olvidáramos lo importante que nuestros actos, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos son para Dios? Uno de los mayores males de la "religión" es que nos da una imagen distorsionada de Dios: Un Dios distante a nosotros e indiferente a nuestros problemas. ¡Nada más falso, querido amigo! Dios está interesado en todos los aspectos y detalles de su vida, y la Biblia está llena de historias que así lo atestiguan, como la que estamos leyendo en Malaquías, en la que el Dios todopoderoso y creador del Universo se interesa por la situación en la que quedan las mujeres judías al ser abandonadas por sus maridos.
Por otro lado, ¿no es verdad que a veces nos comportamos como si nuestros actos no pudieran interesarle a Dios, especialmente los "malos", y pretendemos sacudirnos como el polvo nuestra culpa asistiendo a la iglesia, como si el simple acto de acudir allí nos limpiara de nuestras faltas. De nuevo, nada más falso, querido amigo y amiga; Dios no mira las formas, mira los corazones. Si usted se comporta de esta manera, estará replicando la conducta que tanto disgustó a Dios en los tiempos de Malaquías: el pueblo, con una mano de adoraba y ofrendaba y con la otra pecaba, adulando a falsos dioses y contrayendo nuevos matrimonios con mujeres paganas.
El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee, contaba que cuando él era pequeño, robaba la fruta de sus vecinos. Y cada vez que él iba a robar la fruta, pensaba que iba a caer un rayo del cielo, y que moriría en ese instante. Pero a pesar de ello, el continuaba robando la fruta de sus vecinos, porque así es la terquedad y la obstinación del corazón humano. Y aunque pensaba que algún día Dios le iba a juzgar, decidió seguir actuando mal. Y, amigo oyente, no pensamos que Dios actúe de esa manera. En el libro de los Proverbios leemos: "El corazón del hombre continúa en la maldad". Y de la misma manera, los israelitas persistían obstinadamente en su actitud de satisfacer sus deseos y no los de Dios, y al ver que "nada malo sucedía", quizá pensaban "si Dios no me ha castigado, a lo mejor no está tan mal lo que estoy haciendo" o "A Dios le es indiferente si yo hago mi voluntad". Pero Dios nunca permanece indiferente a los que usted hace; y todos nuestros actos tendrán siempre una repercusión eterna.
Leamos a continuación la respuesta que Dios provee en el versículo 1 del capítulo 3, que dice así:
"He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho el Señor de los ejércitos."
En este versículo Malaquías profetiza a dos mensajeros. El primero es Juan el Bautista. El segundo es el mensajero del pacto, el Señor Jesucristo. El primer mensajero que tenía que ir delante de Él para preparar el camino era Juan el Bautista, citado en los cuatro evangelios del Nuevo Testamento. Sin embargo, el ángel o mensajero del pacto no se cita en parte alguna de los evangelios. ¿Sabe por qué, amigo oyente? Porque este mensajero del pacto aquí mencionado es el Señor Jesucristo. Es importante, además, destacar que Él no vino en la primera ocasión para juzgar. Usted recuerda que Él dijo a un hombre, una vez: ¿Quién me ha puesto sobre vosotros como juez? Él no ha vino a juzgar aún. Él vino a salvar. Él vino a traer gracia, no gobierno. Él vino como Aquel que es Salvador y no como soberano, ni como rey. Por ello, cuando Él regrese a la tierra, lo hará como el Ángel o Mensajero del pacto, para ejecutar la justicia y juicio sobre la tierra.
Los reyes del Cercano Oriente tenían la costumbre de enviar mensajeros antes de ellos para quitar obstáculos de cualquier tipo para su visita. El Señor mismo empleó un juego de palabras con el nombre de Malaquías (que significa "el mensajero del Señor"), para anunciar que enviaba a uno que iba a preparar "el camino delante de Él". Esta fue la voz que "clama en el desierto" (Isaías 40:3), así como el anunciado por el profeta Elías de 4:5, quien viene delante del Señor.
Veamos algunos pasajes más referidos a este personaje, conocido como Juan el Bautista. El primero se encuentra en el evangelio según San Mateo, capítulo 11, versículos 9 y 10, que dicen: Pero ¿qué salisteis a ver?, ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti". Leamos ahora en el evangelio según San Marcos, capítulo 1, versículo 2, que dice así: "Como está escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envió mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti".
En el evangelio según San Lucas, capítulo 7, versículo 27, dice: "Éste es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti". En el evangelio de San Juan, capítulo 1, versículo 23, leemos: "Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías". Y Malaquías también se refiere a este mensajero.
Querido amigo y amiga que me escucha, ¿cree usted realmente que Dios no tiene ninguna intención de juzgar el pecado, y que Él tiene la intención de permitir a los pecadores que se salgan con la suya, y que la injusticia quedará impune? Dios va a juzgar a la humanidad. Y quien no lo tenga como Salvador, lo tendrá como juez. Él dice que el Padre le ha entregado todo el juicio en Sus manos - en las manos del Hijo. Y en el libro de Apocalipsis, que estudiaremos muy pronto, veremos el Gran Trono Blanco, y cómo Él está sentado en dicho trono. Y no pretendemos con estas duras palabras lanzar un mensaje negativo o amenazador. Pero debemos comunicarle lo que la Biblia dice sobre el pasado, el presente y el futuro. Y realmente las Escrituras son extremadamente claras al indicar que sólo hay dos caminos: uno de vida y otro de perdición. Es nuestra decisión por dónde transitamos a estas alturas de la vida. Es su decisión, ni siquiera la de Dios, que aunque soberano absoluto, le ha otorgado a usted la plena libertad de elegir.
Ahora, aquí en este libro de Malaquías, leemos: "Y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis". Esto no significa que vendrá de inmediato, sino de forma instantánea y sin ser anunciado. Por lo general, este tipo de expresiones en la Biblia se refieren a un acontecimiento lleno de calamidad. Al terminar todos los preparativos, el Señor vendrá pero no al templo de Zorobabel, sino de manera definitiva a aquel templo mencionado por el profeta Ezequiel (cap. 40 al 48). De esta manera referida por Malaquías, la llegada inesperada de Cristo que se cumplió en parte con su primera venida se hará por completo realidad en su segunda venida.
A quien deseáis vosotros (Malaquías 3:1)
Esta frase pudiera estar cargada de ironía, porque el pueblo, pecador, no se deleitaba en Dios en aquel tiempo y tampoco lo harían cuando Él viniera a juzgar su culto hipócrita y a purificar el templo. Apocalipsis 19:11 dice que todos los impíos serán destruidos en su regreso a la tierra.
Leamos el versículo 2 del capítulo 3 de Malaquías:
"¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿o quién podrá estar en pie cuando él se manifieste? Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores."
Él va a purificarlo todo, amigo oyente. Él nos va a limpiar. Va a purificar y a limpiar. Y ya no habrá ninguna impureza cuando Él establezca el milenio sobre la tierra. En su venida Él quitará todas las impurezas. Ninguno escapará de esta purificación, y es importante matizar que Él vendrá a purificar y a limpiar, y no necesariamente para destruir. Ahora, en la primera parte del versículo 3, leemos:
"Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata"
Puesto que los sacerdotes del pacto levítico fueron responsables en gran medida por el extravío de la nación y se requería un nuevo grupo de sacerdotes puros para el ministerio en el templo milenario, la limpieza de la nación iba a comenzar con ellos. De esa manera, ellos podrán traer ofrenda justa al Señor, conforme a lo que se refiere a los sacrificios en el milenio. Y la segunda parte del versículo 3 dice:
"Y traerán al Señor ofrenda en justicia."
Sus ofrendas procederán de un corazón limpio y una condición íntegra delante de Dios, por esa razón serán traídas en justicia. Estos sacrificios durante el milenio tendrán el propósito de que la nación redimida de Israel conmemore el sacrificio que Cristo hizo en el Calvario. Y en el versículo 4, leemos:
"Y será grata al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, y como en los años antiguos."
Dios dice que sólo después de que el sacerdocio sea purificado y su pueblo limpiado, podrán ellos ofrecer lo que agrada al Señor como en los mejores días del Rey Salomón.
Estudio bíblico de Malaquías 2:10-17
Malaquías 2:10 - 17
En nuestro anterior encuentro comentamos cómo Malaquías, mensajero de Dios, amonestó al pueblo por quebrantar el pacto sagrado del matrimonio mediante el divorcio de sus esposas judías para contraer matrimonio con mujeres paganas, que adoraban a otros dioses y que estaban induciendo a sus marido a hacer lo mismo.
También comentamos que el divorcio ha sido un problema social a lo largo de toda la historia de la humanidad, porque destruye el núcleo de nuestra sociedad, la familia. Por ello Dios habló firmemente al pueblo y a sus máximos responsables espirituales, los sacerdotes, cuyo mal ejemplo y negligencia en el culto estaba siendo un pésimo modelo para el pueblo. Sin líderes espirituales, la nación de Israel estaba a punto de volver a caer en el pecado que motivó su último castigo por parte de Dios: el destierro, exilio y esclavitud por 70 años en la ciudad de Babilonia, capital del imperio invasor.
Dice así la primera parte del versículo 10:
"¿No tenemos todos un mismo padre?"
Algunos eruditos sostienen que aquí Malaquías se está refiriendo al patriarca Abraham. Pero la siguiente pregunta que podemos leer en este texto nos aclara mucho de lo que aquí Dios está diciendo: ¿No nos ha creado un mismo Dios? Aquí, pues, no nos cabe duda de que está presentando a Dios como el Padre. Dios fue el Padre de la creación, pero el hombre perdió, por su pecado y desobediencia, todos sus potenciales privilegios de hijo. Adán fue el hijo de Dios, y tras su caída y expulsión del paraíso, tuvo su propio hijo, pero fue un hijo a su propia semejanza, no a la semejanza de Dios, sino a la semejanza de su naturaleza caída y pecaminosa.
Y cuando Él se dirige y habla a la nación de Israel, no lo hace a nivel particular e individual de Padre a hijo, sino que lo hace de Padre a la Nación de sus hijos; su relación no es personal, sino distante, hacia la nación entera de Israel. Él dice, como expresa Isaías: "Israel, mi hijo". Incluso dos hombres muy destacados en el Antiguo Testamento como lo fueron David y Moisés, no fueron llamados hijos, sino que se llamaba a Moisés, "mi siervo", y a David, "mi siervo", y nunca: "Moisés, mi hijo; o David, mi hijo". Y nosotros, los que no somos judíos, hemos llegado a ser los hijos de Dios por medio de la fe en el Señor Jesucristo. Ahora, aquí dice el texto: ¿No tenemos todos un mismo padre?
La Biblia dice que todos somos criaturas de Dios, pero no todos somos hijos de Dios. Para ser hijo suyo y poder llamarle "padre" tenemos que haber aceptado una verdad que cambiará nuestra perspectiva de vivir: Jesús fue nuestro Salvador y ahora es nuestro Señor, es decir, quien dirige, y gobierna nuestra vida.
Dice la última parte del versículo 10:
"¿Por qué, pues, nos portamos deslealmente el uno contra el otro, profanando el pacto de nuestros padres?"
Aquí se nos presenta cómo el pueblo que había sido escogido por el mismo Dios para ser Su nación, estaba quebrantando, una vez más, su pacto de Dios. Tal y como aquí dice, se estaban portando deslealmente con Él. No caminaban ni con Dios, ni en su misma dirección. Lo mismo sucede en nuestro mundo actual, ¿verdad? Hay algunas personas, cristianas o no cristianas, de las cuales uno no puede fiarse. ¿Por qué? Porque se comportan deslealmente. Y no hay nada que perjudique más la causa de Cristo en el presente que el comportamiento de algunos de Sus hijos. Dice un refrán español: "De tal palo tal astilla". Y siguiendo este popular dicho, ¿no pensarán acaso que nuestro Padre es igual que nosotros, nos comportemos bien o mal? Los cristianos somos auténticos embajadores de Cristo, por lo cual nuestro deber es ser ciudadanos ejemplares, atentos vecinos, trabajadores y empleados excepcionales, estudiantes aplicados y buenos padres y madres de familia.
Usted y su vida son el mayor evangelista de su entorno, no lo olvide. Y esta responsabilidad no se puede delegar en nadie más. Si usted es desleal con sus deberes como cristiano, estará siendo desleal con Dios. Continúa el versículo 11, diciendo así:
"Prevaricó Judá"
Aquí se refiere a Judá, a Jerusalén y a Israel, por lo que incluye a las 12 tribus, siendo Jerusalén su capital. Y dice el versículo completo:
"Prevaricó Judá, y en Israel y en Jerusalén se ha cometido abominación; porque Judá ha profanado el santuario del Señor que él amó, y se casó con hija de dios extraño."
Dios es un Dios santo, y Él ama la santidad. Dios no ama el pecado. Él aborrece el pecado. ¿Pero a qué clase de pecado se estaba refiriendo Dios aquí? Prestemos atención a estas palabras: "Y se casó con hija de dios extraño".
Ya hemos mencionado este asunto. Los hombres, seducidos por hermosas muchachas extranjeras, estaban abandonando a sus propias esposas, divorciándose de ellas para volverse a casar con esas muchachas, aunque estas jóvenes estaban sirviendo a deidades paganas. Ellas fueron las que introdujeron la idolatría a Israel, ante la pasividad e inacción de sus enamorados nuevos maridos.
¿No está sucediendo acaso la misma historia hoy en día? ¡Cuántos matrimonios mixtos tenemos entre nuestros jóvenes, los cuales se casan con personas totalmente incrédulas respecto a Dios? ¿Y que suele suceder con el nuevo matrimonio? Normalmente dejan ambos de asistir a la iglesia, cambian su escala de prioridades y comienzan a apartarse de la voluntad de Dios, que, según la Biblia es buena, agradable y perfecta para nosotros. Por ello decimos desde aquí que un cristiano no debe casarse con un no cristiano. Dice la Biblia, ¿acaso puede tener la luz comunión con las tinieblas? Cualquier muchacha o joven que hace esto ante Dios, desobedeciendo instrucciones y mandamientos muy claros respecto a esto, se está metiendo voluntariamente en graves dificultades.
Leamos ahora el versículo 12 de este capítulo 2 de Malaquías:
"El Señor cortará de las tiendas de Jacob al hombre que hiciere esto, al que vela y al que responde, y al que ofrece ofrenda al Señor de los ejércitos."
"Las tiendas de Jacob" era una expresión utilizada para referirse a la Comunidad. La práctica religiosa no podía servir para cubrir las faltas cometidas al casarse con un pagano. La expresión "al que vela y al que responde" se refería a dos clases de personas: el "vigía activo", que vela y está despierto a la realidad, y al "oyente pasivo", que espera antes de responder. Al parecer, esta frase se originó en los pueblos nómadas que tenían guardias alrededor de sus tiendas para velar y arrestar a los demás en caso de peligro. Esto alude al juicio de exterminación en contra de todos aquellos que cometan pecado de idolatría con semejante insolencia.
Continuando con la lectura de la Palabra, dice así el versículo 13 de Malaquías:
"Y esta otra vez haréis cubrir el altar del Señor de lágrimas, de llanto, y de clamor; así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano."
¿Qué era lo que estaba sucediendo? Que el llanto y clamor de los israelitas iban a ser en vano, dado que Dios no iba a responder a sus lamentos. Al haber violado sus votos matrimoniales y aceptado adoración a falsas deidades, el Señor cortó toda vía de acceso a Él. Y el Señor les avisa que no aceptará ofrenda alguna que intente aplacar su ira: "Así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano". Dios no puede aceptar ofrendas hipócritas que lo único que pretenden no es realizar una sincera demostración de amor hacia Dios, sino un mero pago o soborno para evitar un castigo divino, aunque éste se haga con un sincero sentimiento de culpa o remordimientos. Leemos a continuación, en la primera parte del versículo 14 :
"Mas diréis: ¿Por qué?"
Ellos se presentaron ante Dios con fingida sorpresa y dolor, argumentando: "¿Cómo es posible que Dios no se digne a aceptar nuestra sincera ofrenda? Traje un hermoso cordero para ofrecerlo a Dios... y Él no se digna a aceptarlo" Sin embargo Dios dice que en la vida de este hombre hay pecado de hipocresía y que no está dispuesto a aceptarla. Y cuando ellos preguntan a Dios el por qué de su rechazo, Él se lo explica claramente para que no haya malentendido alguno. Leamos el versículo 14 de este capítulo 2 de Malaquías, que dice así:
"Mas diréis: ¿Por qué? Porque el Señor ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto."
Aquí el profeta acentuó el carácter ofensivo de la infidelidad al mencionar los aspectos legales y obligatorios del contrato matrimonial, un pacto hecho ante Dios como testigo. Y el versículo 15 dice:
"¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud."
"¿Y por qué uno?" Malaquías resaltó que por medio del matrimonio, Dios convertía a dos seres en uno solo, por lo que la poligamia, el divorcio y el matrimonio con mujeres idólatras eran situaciones destructivas para el establecimiento de un pueblo santo del cual nacería el Mesías, el Salvador del mundo.
Y si usted, estimado amigo o amiga, es un cristiano y está a punto de contraer matrimonio con un "no cristiano", y aún cree que tras su matrimonio tiempo habrá para que su pareja comparta su fe y su esperanza, debemos decirle que, por lo general, suele suceder más bien lo contrario: que es el cristiano el que abandona sus esfuerzos iniciales y deja enfriar su fe hasta el punto de congelación; deja de asistir y participar en la iglesia y no insiste en la futura educación cristiana de sus hijos. Es por ello que usted tiene que ganarle para Cristo antes del casamiento, porque después es muy posible que nunca suceda, lo cual podrá o bien ocasionarle bastantes problemas y dificultades, poniendo en peligro el mismo matrimonio, o bien podrá causarle un debilitamiento de su fe cristiana, hasta el punto de abandonar su compromiso y obediencia con el Señor. "Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud".
Dios aquí manifiesta rotundamente que este era el matrimonio que Él había honrado. Él no podía bendecir a aquellos que han quebrantado o destruido los votos matrimoniales casándose con estas mujeres extrañas. Dios había prohibido los matrimonios mixtos, con los gentiles fuera de su Pacto.
Cuando estudiamos el libro de Nehemías, vimos que después de haber edificado los destruidos muros de Jerusalén, él tuvo que regresar a su trabajo en la capital de Media y de Persia, donde servía al rey, ya que era su copero. Después de haber estado allí por algún tiempo, Nehemías salió de vacaciones, y en su viaje él se encontró con que Tobías, el enemigo de Dios, había preparado una habitación en los atrios de la casa de Dios, del templo, porque el hijo del sumo sacerdote se había casado con la hija de Tobías. Quizá usted recuerde lo que hizo Nehemías. El profeta fue al Templo, arrojó todos los muebles a la calle, hizo que limpiaran el lugar, y volvieran a colocar allí los utensilios sagrados de la casa de Dios. Quizá pensamos que esa actitud era muy dura y poco diplomática , pero la santidad de la Casa del Señor no podía seguir contaminada con objetos no autorizados ni santificados por Dios. Continuamos, en el versículo 16 de este capítulo 2 de Malaquías, leemos:
"Porque el Señor, Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo el Señor de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales."
Una de las tradiciones más hermosas y significativas en una ceremonia nupcial en el Antiguo Testamento es el momento cuando el novio toma su capa y la coloca sobre la novia. Eso simbolizaba su intención de protegerla, de que él era ahora su protector. Esta costumbre se describe en el hermoso libro de Rut. Rut era una joven viuda, y según la ley mosaica, ella podía reclamar al soltero Booz, como pariente cercano de su suegra, para que él la "redimiera". Él no podía pedirle a ella en matrimonio; según la costumbre, regulada por la ley, era ella la que tenía que reclamar ese derecho. Así es que, Noemí, su suegra la envía a la era, al campo de Booz, con la recomendación: " Y cuando él se acueste, notarás el lugar donde se acuesta, e irás y descubrirás sus pies, y te acostarás allí; y él te dirá lo que hayas de hacer. Y aconteció que a la medianoche se estremeció aquel hombre, y se volvió; y he aquí, una mujer estaba acostada a sus pies. Entonces él dijo: ¿Quién eres? Y ella respondió: Yo soy Rut tu sierva; extiende el borde de tu capa sobre tu sierva. Es decir que ella, la viuda Rut, le estaba pidiendo a él su protección como pariente que le pudiera redimir. O sea, que le estaba pidiendo que se casara con ella. Y eso es lo que el hombre le ofrece a una mujer en el matrimonio ante Dios: su protección y su amor. Y ella, la esposa, delante de Dios, le ofrece su amor y su vida. Ese es el cuadro que tenemos de Cristo y la iglesia. Ahora, en el versículo 17, el último versículo del capítulo 2 de Malaquías, dice:
"Habéis hecho cansar al Señor con vuestras palabras."
Dios dice: "Estoy tan cansado de esas oraciones largas y presuntamente piadosas, estoy tan cansado de la mucha retórica.
Quizá usted recordará, estimado amigo oyente, que fueron ellos, el pueblo de Israel el que habían manifestado a Dios que estaban cansados de cumplir ritos y ceremonias, que no veían utilidad en cumplir las leyes. Y entonces, Dios les contesta, por medio del profeta Malaquías que Él estaba más cansado que ellos, que ellos le habían hartado y ofendido con los servicios hipócritas que llevaban a cabo, supuestamente para Dios.
Malaquías tuvo una misión difícil, porque Dios le había encargado un trabajo poco agradable. Pero a medida que continuamos nuestra lectura de este libro profético, comprendemos que este mensajero era fiel a su misión y su denuncia era como una estocada al centro mismo de los males de su pueblo.
Y por hoy, vamos a detenernos aquí. Dios mediante, continuaremos en nuestro próximo programa con el estudio del capítulo 3, el último capítulo de este libro de Malaquías. Nos permitimos sugerirle que lea el capítulo 3 de Malaquías, y se familiarice con su contenido, porque facilitará la comprensión del texto que trataremos. Que Dios bendiga Su Palabra y que Su Espíritu ilumine su alma para desear cada día más la presencia real y transformadora de Dios en su vida, estimado amigo oyente. Esa es nuestra oración, y nuestro más ferviente deseo para cada oyente de este espacio radiofónico.
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