sábado, 2 de mayo de 2015
Estudio bíblico de Jeremías 45:1-49:39
Recordemos que en nuestro Bosquejo General de este libro, es decir en el esquema que presentamos en la Introducción al mismo, dividimos los 52 capítulos que lo forman en siete partes o divisiones para sistematizar y comprender mejor su contenido. Y nos encontramos ahora en la sexta división de este libro, división que se extiende desde el capítulo 43 hasta el 51, y en la que hay varias profecías que se han dado sobre diferentes naciones que rodeaban a Israel. Conviene recordar que el resto del pueblo de Judá que había quedado en esa tierra conquistada, es decir, que no había sido llevado cautivo a Babilonia, no era precisamente lo mejor de la sociedad. Nabucodonosor había actuado sabiamente cuando se llevó a la mejor clase de gente al cautiverio. Él no iba a tomar personas de segunda clase, o individuos de clase baja. Él quería aquellas personas que podían hacer algo constructivo en su imperio, y eligió a aquellos ciudadanos que contribuirían en alguna forma para su progreso. Todos los demás fueron dejados atrás en la tierra de Judá, que había quedado desolada por la guerra. Jeremías quedó con ellos también y un amigo de Jeremías que se mencionó aquí, en este capítulo 45, el cual es un capítulo breve.
Baruc era no sólo un amigo de Jeremías sino una persona que también cumplía las funciones de asistente de Jeremías. Él fue quien escribió esas palabras de Jeremías en un rollo que fue enviado al rey, recordemos que el rey tomó un cuchillo, las cortó o las destruyó y las arrojó en el fuego para quemarlas, como vimos en el capítulo 36. Cuando Jeremías se encontraba en la cárcel y compró una propiedad en Anatot, Baruc, realizó era transacción para él. Él hizo firmar los papeles y se encargó de toda la documentación que se necesitaba para la compra de esa tierra, como vimos en el capítulo 32. Finalmente, Baruch fue conducido a Egipto con Jeremías, de acuerdo con lo que dice Jeremías 43:6.
Esta profecía que tenemos aquí en el capítulo 45 fue dada por Jeremías para Baruc durante el reinado de Joacim. Fue por ese motivo que al principio de nuestro estudio de este libro dijimos que aunque existe un cierto parecido con un orden cronológico en el libro de Jeremías, el libro no está arreglado cronológicamente. Aunque la profecía fue dada durante el reino de Joacim, fue registrada aquí en este capítulo 45 y creemos que hubo una razón para ello. Creemos que fue incluida en este lugar como un para dar ánimo a Baruc. El Señor ya le había revelado lo que le ocurriría si se identificaba con el profeta Jeremías. Estas palabras debían ser para él un estímulo cuando fue obligado a ir a Egipto con el remanente del pueblo de Judá. Leamos entonces los versículos 2 y 3 de este capítulo 45:
"Así te ha dicho el Señor, Dios de Israel, a ti, Baruc: Tú dijiste: ¡Ay de mí ahora!, porque ha añadido elSeñor tristeza a mi dolor. Fatigado estoy de gemir, y no he hallado descanso"
Las cosas iban mal durante el reino de Joacim pero, eso era nada comparado con lo que iba a suceder después. El peor período vendría después de la época de Joacim. Así fue que Jeremías le dio a él esta profecía en esta ocasión para darle ánimo y aquí la tenemos en el versículo 4:
"Le dirás: Así ha dicho el Señor: Yo destruyo a los que edifiqué y arranco a los que planté, esto es, a toda esta tierra"
O sea que, aunque la situación iba a ponerse mucho peor, Dios quería que Baruc supiera que El era el responsable de ese estado de cosas. Dios asumió la responsabilidad de lo que ocurriría en la tierra de Judá; en consecuencia, Baruc podía continuar con el programa. Dice el versículo 5:
"¿y tú buscas para ti grandezas? ¡No las busques!, porque he aquí que yo traigo mal sobre todo ser viviente, ha dicho el Señor; pero a ti te daré la vida por botín en cualquier lugar adonde vayas."
Esta profecía fue comunicada a Baruc cuando aun era joven. Dios le dijo que no podía esperar una meta o posición elevada para sí mismo en ese período trágico en la historia de la nación. El viviría en tiempos muy conflictivos, pero el conservaría su vida en ese período porque Dios le protegería. En este momento del relata al que habíamos llegado, Jeremías y Baruc eran hombres de edad avanzada en Egipto. Ellos habían visto como Dios los preservó durante esos malos tiempos en que vivieron.
Antes de comenzar con los capítulos 46 al 48 conviene recordar las circunstancias y las advertencias que el pueblo de Judá había recibido para que no cometieran la gran equivocación de ir a Egipto. Fue como si Dios a través de Jeremías hubiera leído sus pensamientos de ellos. Porque, como vimos en los primeros versículos del capítulo 42, a pesar de haber declarado que deseaban que Dios les indicara el camino que debían seguir, y de haber manifestado su disposición para obedecerle, seguramente ya habían resuelto lo que realmente querían hacer. En el capítulo 42, versículos 12 de este libro de Jeremías, la promesa divina fue: 12Tendré compasión de vosotros, y él se compadecerá de vosotros y os hará regresar a vuestra tierra. Pero después de estas palabras comenzaron a escuchar la advertencia solemne de Dios si desobedecían. A continuación, en los versículos 13 al 16 leemos: 13Pero si decís: "No habitaremos en esta tierra", desobedeciendo así la voz del Señor, vuestro Dios, 14y afirmando: "No, sino que entraremos en la tierra de Egipto, en la cual no veremos guerra, ni oiremos sonido de trompeta, ni padeceremos hambre, y allá habitaremos" 15pues, por eso, oíd la palabra de Jehová, resto de Judá, porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Si vosotros volvéis vuestros rostros para entrar en Egipto, y entráis para habitar allá, 16sucederá que la espada que teméis os alcanzará allí, en la tierra de Egipto, y el hambre que os asusta os perseguirá allá en Egipto, y allí moriréis.
O sea que en este capítulo 42 vemos que Dios destacó los motivos que tenían para huir de la tierra de Judá. Pretendían escapar de la guerra, al hambre y a las epidemias que se propagaban en esas precarias condiciones de vida. Por todo ello, Dios les anunció que aquello de lo cual pretendían escapar, les alcanzaría en el preciso lugar que ellos habían escogido como su refugio, allí en Egipto. En el versículo 17 de este capítulo 42, Dios predijo y reiteró cuales serían las consecuencias a su desobediencia. Dice el versículo 17: 17Todos los hombres que vuelvan su rostro para entrar en Egipto y habitar allí, morirán a espada, de hambre y de peste; no habrá de ellos quien quede vivo ni quien escape del mal que yo traeré sobre ellos. Así, aquel capítulo 42 terminó con el veredicto divino anunciado a través del profeta Jeremías. Como dijimos anteriormente, habían afirmado su voluntad de conocer la voluntad de Dios y de obedecerla. Pero la desobediencia de aquel pueblo, la rebelión contra Dios profundamente arraigada en sus corazones, les haría seguir sus impulsos desoyendo totalmente la voz de Dios. Las consecuencias, como acabamos de leer, no podrían ser más trágicas. Acabarían muriendo en el lugar que habían elegido para residir y encontrar paz y abundancia. Perecerían a causa de la guerra, por los efectos del hambre y por las epidemias.
Y así llegamos al
Jeremías 46
El tema general de los capítulos 46 al 48 incluye profecías contra las naciones de Egipto, Filistia y Moab.
Jeremías estaba en Egipto, habiendo sido llevado allí en contra de su voluntad por el remanente del pueblo de Judá que desobedeció a Dios dirigiéndose hacia Egipto. Aquí Jeremías pronunció profecías contra las diferentes naciones del entorno.
Dios les dijo que le sucedería a Egipto. El remanente que dejó las tierras de Judá descendió a Egipto porque pensaron que allí tendrían paz y abundancia. Dios les dijo que tenía noticias para ellos. La guerra se trasladaría a Egipto, y Nabucodonosor conquistaría también Egipto, cosa que hizo. Leamos el versículo 17 de este capítulo 46 de Jeremías:
"Allí gritaron: "¡El faraón, rey de Egipto, no es más que ruido; dejó pasar el tiempo señalado!."
En otras palabras, los de Judá no podrían depender más de la protección de Faraón, porque Egipto caería derrotado. Y dice el versículo 19 de este capítulo 46:
"Hazte equipaje de cautiverio, moradora hija de Egipto, porque Menfis será un desierto, será asolada hasta no quedar morador."
Los sobrevivientes de Judá habían cometido un gran error al depositar su confianza en Faraón y en Egipto. Ellos deberían haber depositado su confianza en Dios. Debían haber creído y obedecido al Señor, quien les había advertido detalladamente de las consecuencias que les acarrearía su desobediencia. Sin embargo, a pesar de todo, Jeremías incluyó una hermosa profecía para consolarlos. Leamos los versículos 27 y 28 de este capítulo 46 de Jeremías:
"Pero tú no temas, siervo mío Jacob, ni desmayes, Israel; porque he aquí yo te salvaré de lejos, a ti y a tu descendencia, de la tierra de vuestra cautividad. Volverá Jacob, descansará, será prosperado y no habrá quién lo atemorice. Tú, siervo mío Jacob, no temas, dice el Señor, porque yo estoy contigo. Sí, destruiré a todas las naciones entre las cuales te he dispersado. Sin embargo, a ti no te destruiré del todo, aunque te castigaré con justicia. ¡En manera alguna te dejaré sin castigo!."
Estimado oyente, después de leer estos dos versículos, si usted cree que la Palabra de Dios dice la verdad, usted tiene que creer que Dios no ha terminado sus tratos con la nación de Israel. Dios les dijo que debía castigarlos, pero que no los aniquilaría. Aquí se encuentra precisamente una de las muchas respuestas a la pregunta de la carta de Pablo a los Romanos 11:1; ¿Ha desechado Dios a Su pueblo? En este pasaje Bíblico el apóstol había contestado enfáticamente: ¡De ninguna manera! Si creemos a la Palabra de Dios, debemos permitir que Su Palabra permanezca firma y aceptarla en su sentido literal. Y llegamos ahora al
Jeremías 47
que nos presenta la profecía de Jeremías contra el país de Filistea.
Este pequeño remanente del pueblo de Judá comenzó a mirar a una nación tras otra, preguntándose hacia dónde debían ir, o en qué nación podían confiar o encontrarse seguros. Algunas de estas naciones eran sus enemigos. ¿Debían buscar refugio en ellas? Y la respuesta divina fue que no, porque la tierra de los Filisteos también sería conquistada. Llegamos ahora al
Jeremías 48
En este capítulo vemos una profecía contra Moab. Moab dejó de ser una nación. Y en el versículo 42 del capítulo 48 de Jeremías, leemos:
"Y Moab será destruido hasta dejar de ser pueblo, porque se engrandeció contra el Señor."
El actual reino Hachemita, en la orilla oriental del río Jordán, ocupa la misma tierra que ocupaba el país de Moab y sus habitantes en aquella época. Sin embargo, Dios no ha concluido aún con este pueblo de Moab. No sabemos donde se encuentra este pueblo en la actualidad. Dudamos que alguien haya podido localizarlos. Pero Dios sabe donde están situados, para continuar cumpliendo sus planes con ellos. Y en el versículo 47 del capítulo 48 de Jeremías, leemos:
"Pero haré volver a los cautivos de Moab al final de los tiempos, dice el Señor. Hasta aquí es el juicio de Moab."
Aquí dice que Dios restaurará el bienestar de Moab en los últimos tiempos. Evidentemente Moab entrará en el reino milenario. Sin embargo, en la época de Jeremías, a la gente de Judá no le merecía la pena huir a Moab. Porque allí tampoco estarían seguros. Y así llegamos al
Jeremías 49
El tema general del capítulo son las profecías para las naciones que rodeaban a Israel.
Hemos visto que el pueblo que había sido dejado por Nabucodonosor en la tierra de Judá había cometido el grave error de descender a Egipto. Ellos fueron allí desobedeciendo a Dios, y se metieron en una situación aun peor. La guerra en la tierra de Israel había terminado. Ningún enemigo habría querido entrar en esa tierra en aquel momento. Las ciudades habían sido arrasadas, incendiadas, sin que de ellas quedara otra cosa que escombros. Solo quedaron en aquellos lugares las cenizas y otros restos de una civilización. Si hubieran seguido las instrucciones de Dios, el remanente del pueblo de Judá debía haberse quedado allí y hubieran podido evitar grandes sufrimientos y su misma destrucción física como pueblo. Podían haber restaurado su país. Pero en cambio, huyeron a Egipto. Y Dios sabía que Egipto sería la zona de la siguiente campaña militar del rey Nabucodonosor, de Babilonia. Cuando el conquistara Egipto, capturaría al pueblo de Judá por segunda vez, y ellos tendrían que sufrir nuevamente. Al abandonar su tierra pensaron que estaban huyendo de la guerra. Creyeron que se dirigían hacia una tierra en la que tendrían abundancia para poder vivir. Solo pensaron en seguridad y en satisfacer su apetito.
Estimado oyente, cuando nuestras actitudes, acciones y metas no están basadas en un deseo de vivir para Dios, cuando la verdad de Dios ya no es nuestra guía, nos hemos hundido, hemos descendido a un nivel bajo que no nos traerá ni paz ni abundancia. Esta ha sido la experiencia que podemos extraer de la narración de los acontecimientos de la historia. La historia tiene grandes lecciones para enseñarnos, si solamente las escucháramos con atención.
Este capítulo continuó registrando las profecías de Dios comunicadas por medio del profeta Jeremías, relacionadas con el juicio que se aproximaba sobre las naciones que rodeaban a Israel.
El primer párrafo de este capítulo 49 presenta
La profecía para Amón
El remanente del pueblo de Judá no necesitaba mirar a Amón como su lugar de protección, de refugio, porque esa nación iba a ser destruida. Esa nación de Amón no existe en la actualidad, pero escuchemos lo que Dios dijo al respecto en el versículo 6 de este capítulo 49 de Jeremías:
"Después de esto, haré volver a los cautivos de los hijos de Amón, dice el Señor."
Dios dijo que la nación de Amón sería restaurada. Realmente estas son profecías notables, y versículos destacados de la Biblia. Es decir que este remanente no podía buscar ayuda en nadie. Y, aún ni siquiera podían buscar ayuda en Babilonia, porque Babilonia iba a caer en el futuro. La única ayuda que podían encontrar ellos estaba en el Señor, y confiar en Él, y obedecerle a Él.
Y vamos a detenernos aquí por hoy. Dios mediante, continuaremos en nuestro próximo programa, que será el último dedicado a este libro de Jeremías. Esperamos contar con su compañía y le sugerimos leer los siguientes versículos de este capítulo 49 de Jeremías, para estar mejor informado de lo que diremos en nuestro próximo estudio.
Estudio bíblico de Jeremías 39:1-44:30
Jeremías 40
El tema de los capítulos 40 al 42 abarca las profecías pronunciadas por Jeremías a aquellos que se quedaron en la tierra, a los que no fueron llevados cautivos a Babilonia. De acuerdo con el Bosquejo presentado en la introducción, estos capítulos constituyen la quinta división de este libro de Jeremías.
En estos tres capítulos encontramos, pues, a Jeremías hablando a aquellos que fueron dejados en la tierra de Judá después de la destrucción de Jerusalén. Se trataba de personas muy pobres, y había ciegos, minusválidos, cojos, y otro grupo que podría ser llamado elemento criminal, un grupo de gente dura. Jeremías escogió quedarse con la gente de la tierra. El tenía un mensaje para ellos.
Comencemos pues, leyendo los primeros 4 versículos de este capítulo 40 de Jeremías, que nos muestran a
Un Jeremías liberado
"Palabra del Señor que vino a Jeremías, después que Nabuzaradán, capitán de la guardia, lo envió desde Ramá, cuando lo encontró atado con cadenas entre todos los cautivos de Jerusalén y de Judá que iban deportados a Babilonia. Tomó, pues, el capitán de la guardia a Jeremías y le dijo: Jehová, tu Dios, anunció este mal contra este lugar; y lo ha traído y hecho Jehová según lo había dicho, porque pecasteis contra Jehová y no escuchasteis su voz. Por eso os ha venido esto. Y ahora, he aquí que en este día yo te he librado de las cadenas que tenías en tus manos. Si te parece bien venir conmigo a Babilonia, ven, y yo velaré por ti; pero si no te parece bien venir conmigo a Babilonia, puedes quedarte. Mira, toda la tierra está delante de ti: ve a donde mejor y más cómodo te parezca ir."
Nabucodonosor le permitió a Jeremías hacer lo que él quisiera. El podía haber ido con los cautivos a Babilonia pero, curiosamente, no quiso hacerlo. Creo que si él hubiera ido, habría recibido privilegios especiales, pero Jeremías no habría soportado ver sufrir a sus hermanos de raza como cuando se lamentarían junto a los canales de Babilonia, cuando colgaran sus arpas y lloraran al recordar a Sion. Así que Jeremías no quiso ir con ellos. Habían rechazado su mensaje, y le habían rechazado a él. En Babilonia Dios levantaría a otro profeta, Ezequiel, que les hablaría. Jeremías eligió permanecer en las tierras de Judá con el remanente pobre que quedó allí.
¿Quién amaba realmente aquella tierra? Jeremías. ¿Quién era el verdadero patriota? Jeremías. ¿Quién deseaba de corazón, sinceramente, lo mejor para el pueblo? El profeta Jeremías. Esta actitud resultó en ese momento evidente.
Recordemos que Jeremías recomendó encarecidamente que se rindieran a Nabucodonosor. Creo que si hubieran obedecido a Dios y se hubieran ido por su propia voluntad, no habrían sido hechos cautivos. Probablemente habrían recibido el mismo tipo de trato que Jeremías recibió de Nabucodonosor, y probablemente se les habría permitido quedarse en la tierra.
Ahora en el versículo 8, se nos presenta a Ismael, que tramó asesinar a Gedalías, a quien Nabucodonosor había nombrado gobernador de las ciudades de Judá. Llegamos así al
Jeremías 41 - Asesinato de Gedalías
Y así, en este capítulo tenemos el sangriento relato del asesinato de Gedalías, y de los caldeos y judíos que se encontraban con él. Después Ismael capturó a la gente de la ciudad de Mizpa, con la intención de llevarlos a las tierras de los Amonitas. Pero fueron sorprendidos por Johanan. Este último, temiendo la represalia del rey de Babilonia, porque su gobernador Gedalías había sido asesinado, planeó escapar con todo aquel remanente de la gente hacia Egipto. Llegamos así al
Jeremías 42
Aquí se nos dice que
Jeremías fue consultado
En este capítulo 42 vemos que antes de salir para Egipto Johanán y todos los capitanes se presentaron ante Jeremías. Resulta interesante este detalle de que la gente hubiera recurrido a Jeremías bajo estas circunstancias extrañas. Necesitaban saber qué hacer. ¿Debían quedarse en la tierra o salir de ella? ¿Hacia dónde debían ir? Leamos los versículos 1 al 3 de este capítulo 42:
"Vinieron todos los capitanes de la gente de guerra, junto con Johanán hijo de Carea, Jezanías hijo de Osaías y todo el pueblo, desde el menor hasta el mayor, y dijeron al profeta Jeremías: Acepta ahora nuestra súplica delante de ti y ruega por nosotros al Señor, tu Dios, por todo este resto (pues de muchos que éramos hemos quedado unos pocos, como ya ves por tus propios ojos), para que el Señor, tu Dios, nos indique el camino por donde debemos ir y lo que debemos hacer."
Todo esto sonaba muy bien, ¿verdad? Uno podría pensar que estas personas estaban en realidad intentando andar en los caminos de la voluntad de Dios. Incluso prometieron obedecer la voz del Señor. Y dice el versículo 4:
"El profeta Jeremías les dijo: Os he oído. Y he aquí que voy a rogar al Señor, vuestro Dios, como habéis dicho, y todo lo que el Señor os responda, os lo haré saber. No os ocultaré palabra alguna."
Ellos creyeron que podían confiar en que Jeremías les diría la verdad.
Creemos que toda persona que esté tratando de proclamar la Palabra de Dios, indiferentemente de cual sea el medio, como por ejemplo la radio o el púlpito, debería dejar de lado cualquier intento de parecer ingenioso o de ser sutil. Debería exponer la Palabra sin expresiones sofisticadas o suaves destinadas a agradar a las personas. Cuando el púlpito solo comunica los aspectos positivos e ignora los negativos, la predicación se convierte en un medio de comunicación débil, sin fuerza, en un mero eco de lo que la gente desea escuchar. El Apóstol Pablo a Timoteo en su segunda epístola, capítulo 4, versículos 3 y 4: Pues vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias pasiones, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Esto suele suceder en la actualidad. El resultado es que a la predicación le falta el impacto necesario para que los cristianos puedan hacer frente a las necesidades de su lucha diaria. Cuando, el expositor de la Palabra puede comunicarla de la manera en que lo hizo Jeremías, sin pasar por alto ningún aspecto, permitiendo que la Palabra de Dios llegue al público comunicando lo que El quiere que comunique, entonces esa Palabra será una vez más efectiva.
El relato nos muestra ahora como Jeremías le iba a decir a aquel grupo que había quedado en la tierra, exactamente lo que Dios dijo que debían hacer. Continuemos leyendo los versículos 9 y 10:
"Y les dijo: «Así ha dicho el Señor, Dios de Israel, ante quien me enviasteis para presentar vuestros ruegos en su presencia: Si permanecéis quietos en esta tierra, os edificaré y no os destruiré; os plantaré y no os arrancaré, porque estoy arrepentido del mal que os he hecho."
O sea, que Dios les aseguró que El no continuaría juzgándolos si le obedecían. Después de todo, Dios quería bendecirlos; el castigo es una obra extraña e inusual de Dios. Y El continuó diciendo en los versículos 11 y 12 de este capítulo 42:
"No temáis de la presencia del rey de Babilonia, al cual tenéis miedo; no temáis de su presencia, ha dicho el Señor, porque con vosotros estoy yo para salvaros y libraros de su mano. Tendré compasión de vosotros, y él se compadecerá de vosotros y os hará regresar a vuestra tierra."
Jeremías comunicó la Palabra de Dios tal como El se la entregó. Fue una palabra apropiada, estimulante. Uno podría pensar que a esas alturas, en aquel momento de su historia, ellos sabrían que Jeremías les transmitía la Palabra de Dios, porque esa Palabra había demostrado ser cierta en todo lo que le había ocurrido a aquel pueblo. Uno podría pensar que ellos creerían en Dios, pero Dios sabía que no creerían. Y entonces añadió la siguiente advertencia, que leemos en los versículos 18 al 20 de este capítulo 42:
"Así ha dicho el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Como se derramó mi enojo y mi ira sobre los habitantes de Jerusalén, así se derramará mi ira sobre vosotros cuando entréis en Egipto; y seréis objeto de aversión, de espanto, de maldición y de afrenta; y no veréis más este lugar. El Señor os dijo a vosotros, resto de Judá: No vayáis a Egipto. Sabed ciertamente que os lo advierto hoy. ¿Por qué hicisteis errar vuestras almas? Pues vosotros me enviasteis ante el Señor, vuestro Dios, diciendo: Ruega por nosotros al Señor, nuestro Dios, y haznos saber todas las cosas que diga el Señor, nuestro Dios, y lo haremos."
La experiencia no le había enseñado nada a aquella gente. Porque todavía no obedecerían a Dios. No le darían importancia al mensaje de Jeremías. Dios les había dicho que no se dirigieran a Egipto. Entonces, ¿qué hicieron? Pues se fueron a Egipto. Y así llegamos al
Jeremías 43
El tema general de los capítulos 43 y 44 fueron las profecías dirigidas al remanente que se fue a Egipto. Según el Bosquejo que presentamos en la introducción al libro, estos capítulos constituyen la sexta y última división de este libro de Jeremías. Esta división contiene profecías pronunciadas durante los últimos días del profeta en Egipto y se extiende desde el capítulo 43 al 51. Los capítulos 43 y 44 contienen las palabras dirigidas al remanente del pueblo que se encontraba en Egipto. Leamos entonces los versículos 1 al 3 de este capítulo 43, que nos presentan
El mensaje de Jeremías rechazado
"Aconteció que cuando Jeremías acabó de hablar a todo el pueblo todas las palabras del Señor, su Dios, todas estas palabras que el Señor, su Dios, le había enviado a decirles, Azarías hijo de Osaías, Johanán hijo de Carea y todos los hombres soberbios dijeron a Jeremías: ¡Mentira dices! No te ha enviado el Señor, nuestro Dios, para decirnos: No vayáis a Egipto para habitar allí, sino que Baruc hijo de Nerías te incita contra nosotros, para entregarnos en manos de los caldeos, para matarnos y hacernos deportar a Babilonia."
Y así vemos que aquel pueblo volvió a comportarse otra vez con la misma rutina de siempre. Dijeron que Dios realmente no le había comunicado a Jeremías ese mensaje. El problema era que el profeta no estaba diciendo lo que ellos querían que dijera. Habían esperado que les dijera que fuesen a Egipto. En cambio, Dios les acababa de decir que no fueran a aquel país. Continuemos leyendo los versículos 5 al 7 de este capítulo 43:
"Sino que Johanán hijo de Carea, con todos los capitanes de la gente de guerra, tomaron al resto de Judá, que había regresado de todas las naciones adonde había sido echado, para habitar en tierra de Judá. Eran los hombres, mujeres y niños, las hijas del rey y todas las demás personas que junto con Gedalías hijo de Ahicam hijo de Safán, y con el profeta Jeremías y Baruc hijo de Nerías, había dejado Nabuzaradán, capitán de la guardia. Entraron, pues, en tierra de Egipto, sin obedecer a la voz del Señor, y llegaron hasta Tafnes."
En consecuencia, Johanan y los capitanes obligaron al remanente del pueblo a dirigirse a Egipto, incluyendo en el grupo al profeta Jeremías. Así que regresaron a Tafnes, un lugar que se encontraba cerca de donde habían comenzado su vida como nación, en la tierra de Gosén, en Egipto. Y obligaron a Jeremías a acompañarles, pero él, de todas formas, continuó hablándoles.
Leamos ahora los versículos 8 y 9 de este capítulo 43, que contienen una
Advertencia de Jeremáis al remanente en Egipto
"Vino palabra del Señor a Jeremías en Tafnes, diciendo: Toma en tus manos unas piedras grandes y cúbrelas de barro en el enladrillado que está a la puerta de la casa del faraón en Tafnes, a la vista de los hombres de Judá"
Y así que se encontraron de regreso en las fábricas de ladrillos de Egipto. Podemos comprobar que la desobediencia a Dios no les ayudó a progresar, pues se encontraban en el mismo lugar en que se encontraban al principio. Y continuó el mensaje en los versículos 10 y 11, que dicen:
"Y diles: Así ha dicho el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Yo enviaré y tomaré a Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi siervo, y pondré su trono sobre estas piedras que he escondido, y él extenderá su pabellón sobre ellas. Vendrá y asolará la tierra de Egipto: los que a muerte, a muerte; los que a cautiverio, a cautiverio, y los que a espada, a espada."
Lo interesante fue que ellos huyeron a la tierra de Egipto para escapar de Nabucodonosor, pero Dios iba a permitir a Nabucodonosor apoderarse de la tierra de Egipto. Y entonces estarían peor que si hubieran obedecido a Dios y se hubieran quedado en su tierra. Estarían nuevamente bajo el dominio de Nabucodonosor, pero entonces ya estaban fuera de su tierra, y Nabucodonosor los haría esclavos. Llegamos así al
Jeremías 44
Este capítulo registró la negativa absoluta a obedecer a Dios del remanente del pueblo de Judá en Egipto.
Y otra vez, Dios pacientemente les explicó que El era el responsable de la invasión y desolación de Judá. Leamos los versículos 2 y 3 de Jeremias 44:
"Así ha dicho el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Vosotros habéis visto todo el mal que traje sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá. Ahora están asoladas, y no hay quien habite en ellas a causa de la maldad que ellos cometieron para enojarme, yendo a ofrecer incienso, honrando a dioses extraños que ni ellos habían conocido, ni vosotros ni vuestros padres."
Y nuevamente Dios les dio las razones por las que los castigó. Leamos los versículos 7 y 8:
"Ahora, pues, así ha dicho el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: ¿Por qué hacéis un mal tan grande contra vosotros mismos, para que en medio de Judá sean destruidos el hombre y la mujer, el muchacho y el niño de pecho, sin que os quede resto alguno, haciéndome enojar con las obras de vuestras manos, ofreciendo incienso a dioses extraños en la tierra de Egipto, adonde habéis entrado para vivir, de suerte que os exterminéis y seáis por maldición y por afrenta a todas las naciones de la tierra?"
¡Qué revelación del amor de Dios! El aun les suplicaba que se volvieran a El.
Y observemos la insolente respuesta de aquel pueblo, que fue y es un ejemplo de la depravación del corazón humano. Leamos, finalmente por hoy, los versículos 16 y 17 de este capítulo 44:
"No escucharemos de ti la palabra que nos has hablado en nombre del Señor, sino que ciertamente pondremos por obra toda palabra que ha salido de nuestra boca, para ofrecer incienso a la reina del cielo y derramarle libaciones, como hemos hecho nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros jefes, en las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén. Entonces tuvimos abundancia de pan, fuimos felices y no vimos mal alguno."
Aquí la reina del cielo se refería a Ishtar, la diosa babilónica del amor y la fertilidad. En una irónica inversión de la verdad, atribuyeron sus dificultades a su inconstancia en los ritos paganos. Su mirada retrospectiva revelaba una miopía espiritual tremenda. Pues su desgracia se debía precisamente a su idolatría. Habían olvidado que su fidelidad y obediencia a Dios les había traído libertad y bendición. Ante esta actitud, solo les esperaba el castigo de Dios. Por ello al concluir destacamos como el pecado, la rebelión contra Dios entorpece la visión de la realidad, distorsionándola, logrando que vivan engañadas y que su caída sea un hecho irreversible. Solo había una salida a esta situación, la misma solución disponible hoy. Un retorno a Dios, una relación con Dios.
Estudio bíblico de Jeremías 37:1-39:18
Los temas desarrollados en los capítulos 37 al 39 son: la destrucción de la Palabra de Dios: el encarcelamiento de Jeremías y su posterior liberación, y el comienzo del cautiverio de Judá.
aquí entramos a una nueva sección que hace recaer el énfasis en los eventos históricos. Jeremías bien pudo decir: "Yo os advertí". Pero él está demasiado implicado en lo que estaba sucediendo. Él se sentía destrozado anímicamente por el mensaje que había tenido que comunicar al pueblo y en este momento por su cumplimiento, cuando la ciudad que él amaba sería destruida y la nación que él amaba era llevada al cautiverio. Jeremías había sido fiel al revelar a Dios y al actuar como Su testigo. Cualquiera que quisiera saber como se sentía Dios acerca de todo lo que estaba ocurriendo solo tenía mirar al rostro de Jeremías y a las lágrimas que caían por sus mejillas.
Debemos reconocer que ya habían pasado 30 años del ministerio de este profeta. Le vimos comenzar como un joven de unos 20 años, como un joven sacerdote que fue llamado a ser un profeta de Dios. Ahora, él se encontraba en la prisión, y el ejército del rey de Babilonia se encontraba fuera de las murallas de Jerusalén. Los soldados habían estado allí por un prolongado sitio de de 18 meses. Jeremías nos dejó algo de esta historia en el capítulo 52, y más quedó registrado en 2 Reyes y en 2 Crónicas.
Esta fue la tercera y última vez que Nabucodonosor había venido contra Jerusalén. Las otras dos veces se había llevado a una cierta cantidad de personas cautivas y había colocado en el trono de Judá a Sedequías como vasallo suyo. Sedequías quería liberarse del control del rey de Babilonia, así que le hizo algunas propuestas al Faraón de Egipto. Entonces Faraón decidió intentar liberar a Sedequías. Por supuesto, lo que planeaba hacer era colocar al reino de Judá bajo el gobierno de Egipto. Cuando Faraón llegó a Jerusalén, los comandantes de Nabucodonosor se apartaron y, en vez de sitiar la ciudad, se retiraron. En ese momento pareció que las profecías de Jeremías podrían estar equivocadas. Así que Dios le habló a Jeremías con mucha firmeza. Leamos los versículos 7 al 10 de este capítulo 37:
"Así ha dicho el Señor, Dios de Israel, que digáis al rey de Judá, que os envió a mí para que me consultarais: El ejército del faraón, que había salido en vuestro socorro, se ha vuelto a la tierra de Egipto. Por eso, los caldeos vendrán de nuevo, atacarán esta ciudad, la tomarán y le prenderán fuego. Así dice el Señor: No os engañéis a vosotros mismos, diciendo: Sin duda, los caldeos se irán ya de aquí, porque no se irán, porque aun cuando derrotarais a todo el ejército de los caldeos que pelean contra vosotros, y solamente quedaran de ellos algunos hombres heridos, cada uno se levantaría de su tienda para prender fuego a esta ciudad."
La destrucción de Jerusalén fue determinada por Dios. Aun cuando parecía que los ejércitos de Babilonia habían sido ahuyentados, regresarían.
Han quedado registrados cinco encarcelamientos del profeta. La prisión descrita en este capítulo se debió al hecho de que Jeremías había dicho al rey que no debía realizar una alianza con Faraón sino que tenía que rendirse a Babilonia. Continuemos leyendo los versículos 11 y 12 de Jeremías 37:
"Aconteció que cuando el ejército de los caldeos se retiró de Jerusalén a causa del ejército del faraón, Jeremías salía de Jerusalén para irse a tierra de Benjamín, para apartarse de en medio del pueblo."
Mientras la ciudad estaba siendo liberada, Jeremías salió de Jerusalén para dirigirse a su ciudad natal de Anatot. Pero veamos lo que sucedió. Leamos el versículo 13:
"Y cuando llegó a la puerta de Benjamín, estaba allí un capitán que se llamaba Irías hijo de Selemías hijo de Hananías, el cual apresó al profeta Jeremías, diciendo: ¡Tú te pasas a los caldeos!."
O sea, que Jeremías fue acusado de pasarse al enemigo. Y dicen los versículos 14 y 15:
"Jeremías dijo: ¡Falso, no me paso a los caldeos!. Pero él no le escuchó, sino que prendió Irías a Jeremías y lo llevó delante de sus jefes. Los jefes se airaron contra Jeremías. Lo azotaron y lo pusieron en prisión en la casa del escriba Jonatán, la cual habían convertido en cárcel."
Así que el pobre Jeremías no solo fue puesto en una prisión, sino también en un calabozo; no sabemos por cuanto tiempo. El versículo siguiente dice que fue "por muchos días". Este fue un tiempo de mucho sufrimiento para Jeremías, pero Dios no le había olvidado e impulso al rey para que lo llamara. Leamos el versículo 17:
"El rey Sedequías envió y lo sacó; y le preguntó el rey secretamente en su casa, diciendo: ¿Hay palabra del Señor?. Jeremías dijo: Hay; y agregó: En manos del rey de Babilonia serás entregado."
Y entonces Jeremías aprovechó esta ocasión para suplicar por su vida. Dice el versículo 20 de Jeremías 37:
"Escucha, pues, te ruego, mi señor, el rey, atiende ahora mi súplica que traigo delante de ti: ¡No me hagas volver a casa del escriba Jonatán, para que no me muera allí!."
El rey Sedequías no lo liberó, pero al menos le salvó la vida. Dice el versículo 21:
"Entonces dio orden el rey Sedequías, y custodiaron a Jeremías en el patio de la cárcel, haciéndole dar una torta de pan al día, de la calle de los Panaderos, hasta que todo el pan de la ciudad se agotara. Y quedó Jeremías en el patio de la cárcel."
Y así Jeremías permanecería en la prisión hasta que los ejércitos de Babilonia tomaran la ciudad de Jerusalén. Llegamos ahora al
Jeremías 38
y a un nuevo párrafo que nos relata que
Jeremías escapó por poco de la muerte
Cuando llegamos a este capítulo 38, Jeremías estaba aun confinado en el patio de la prisión, y fielmente transmitió la Palabra de Dios a su pueblo aun cuando su seguridad personal estaba en peligro.
Los príncipes de Judá consideraban a Jeremías como un traidor a su país y una influencia desmoralizadora entre el pueblo; así que consiguieron permiso del rey para silenciar al profeta recluyéndolo en una cisterna. Dice el versículo 6 de este capítulo 38:
"Entonces tomaron ellos a Jeremías y lo hicieron meter en la cisterna de Malquías hijo de Hamelec, que estaba en el patio de la cárcel. Bajaron a Jeremías con sogas a la cisterna, en la que no había agua, sino barro; y se hundió Jeremías en el barro."
Una vez más Dios envió a alguien para rescatarlo (como podemos ver en los versículos 7 al 13). Este fue un rescate emocionante, que usted puede leer detalladamente explicado en el texto. Después de esto, el rey le pidió secretamente a Jeremías que le informara sobre lo que el Señor le estaba diciendo en ese momento. Y prometió a Jeremías salvarlo de aquellos que querían matarlo. Escuchemos lo que dice el versículo 17 de Jeremías 38:
"Entonces dijo Jeremías a Sedequías: Así ha dicho el Señor, Dios de los ejércitos, Dios de Israel: Si te entregas en seguida a los jefes del rey de Babilonia, tu alma vivirá y esta ciudad no será incendiada; vivirás tú y tu casa."
Aquí vemos que el profeta insistió en que el rey se rindiera, porque no podría resistir al invasor. Y continuó diciendo en los versículos 18 al 20:
"Pero si no te entregas a los jefes del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada en manos de los caldeos; ellos la incendiarán, y tú no escaparás de sus manos. Y dijo el rey Sedequías a Jeremías: Tengo temor de que los judíos que se han pasado a los caldeos me entreguen en sus manos y hagan burla de mí. Dijo Jeremías: No te entregarán. Oye ahora la voz del Señor que yo te hablo, y te irá bien y vivirás."
Jeremías le estaba suplicando al rey Sedequías que se rindiera para salvar su propia vida y la vida de su pueblo. Su negativa a seguir ese curso de acción que Jeremías le presentaba condenaría a la nación a la ruina.
Sedequías era realmente un cobarde. Trató de hacer las paces con todos y de complacer a todos. Fue un político poco hábil. Y como resultado de su actitud, no complació a nadie. Y el mensaje divino continuó en los versículos 21 y 22:
"Pero si no quieres entregarte, esta es la palabra que me ha mostrado el Señor: Todas las mujeres que han quedado en casa del rey de Judá serán entregadas a los jefes del rey de Babilonia, y ellas mismas dirán: Te han engañado, y han prevalecido contra ti tus amigos; hundieron en el barro tus pies, se volvieron atrás."
Un estudio de este período de la historia del pueblo de Judá revela que la condición de la mujer se había corrompido mucho. Y cuando esto sucede en cualquier nación, quedan muy pocas esperanzas para ese pueblo en el nivel moral. Esta es la imagen que revelan estos versículos.
Este rey insensato no haría caso de la advertencia de Dios expresada por medio de Jeremías. En cambio, continuaría escuchando el pronóstico optimista de los profetas falsos. Llegamos ahora al
Jeremías 39
En este capítulo se relató la terrible matanza que Jeremías había estado prediciendo. Leamos los versículos 1 y 2 de este capítulo 39:
"En el noveno año de Sedequías, rey de Judá, en el mes décimo, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitiaron. En el undécimo año de Sedequías, en el mes cuarto, a los nueve días del mes, se abrió una brecha en el muro de la ciudad."
En los versículos siguientes podemos ver la caída de Jerusalén. El rey Sedequías y el ejército intentaron escapar de la ciudad durante la noche, pero el ejército de Babilonia los alcanzó y los entregó a su rey Nabucodonosor. Y dicen los versículos 6 y 7:
"Degolló el rey de Babilonia a los hijos de Sedequías en presencia de este, en Ribla. Asimismo, el rey de Babilonia hizo degollar a todos los nobles de Judá, y al rey Sedequías le sacó los ojos y lo aprisionó con grillos para llevarlo a Babilonia."
El último capítulo del libro de Jeremías nos presentará una imagen retrospectiva de aquellos días terribles. El relato nos muestra aquellos detalles que evidentemente quedaron grabados en la mente de Jeremías. Allí el mencionará otra vez el hecho de que el rey de Babilonia mató a los hijos del rey Sedequías ante el mismo, y dejó ciego a Sedequías. Ahora llegamos a un nuevo párrafo que nos presenta a
Jeremías liberado por el enemigo
Resulta interesante comprobar que Nabucodonosor ordenó a sus hombres que liberaran a Jeremías de la prisión y que lo trataran bien. Leamos el versículo 12 de este capítulo 39:
"Tómalo y vela por él; no le hagas mal alguno, sino haz con él como él te diga."
Aquí vemos que Dios aun estaba cuidando a su fiel profeta. Y leamos ahora el versículo 14:
"Enviaron entonces a traer a Jeremías del patio de la cárcel, y lo entregaron a Gedalías hijo de Ahicam hijo de Safán, para que lo llevara a casa. Y habitó en medio del pueblo."
Este evento dio comienzo a lo que el Señor llamó "los tiempos de las naciones". El dijo en Lucas 21:24, 24Caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por las naciones hasta que los tiempos de las naciones se cumplan. Aun cuando los israelíes ocupan la ciudad, los no judíos no controlan la mayoría de los lugares santos, con la excepción del Muro de los Lamentos, al cual pueden ir a orar a lamentarse. Es decir que las palabras de Jesús tienen aun vigencia.
Para nuestra generación contemporánea es difícil aceptar el hecho del juicio de Dios, es decir, que el juicio de Dios puede venir sobre una nación, sobre una familia y sobre un individuo. Jeremías había proclamado la Palabra del Señor por cuarenta años. Él había denunciado los pecados del pueblo y había llamado a esta gente al arrepentimiento. Dios había sido muy paciente con ellos, y esa misma paciencia los había engañado. Había permitido a los profetas falsos decir por un tiempo que las palabras de Jeremías no se habían cumplido. Pero en ese momento sus palabras e estaban cumpliendo y ya era demasiado tarde para arrepentirse. Dios es paciente con las personas y les permite continuar hasta que llega un momento en el que no hay remedio. Judá fue un notable ejemplo de esto. Dios les suplicó hasta último momento por medio de Jeremías. Ellos rechazaron a Dios y finalmente llegó el día en que Nabucodonosor arrasó la ciudad.
A la humanidad no le agrada escuchar que Dios va a juzgar. Resulta difícil para la gente creer que Dios alguna vez se enfada. Algunos tratan de decir que es el Dios del Antiguo Testamento el Dios de la ira y que el Nuevo Testamento presenta una imagen diferente de Dios. Permítanos decirle que hay más ira divina en el Nuevo Testamento que en el Antiguo. Usted puede leer en el capítulo 23:29, 33 del evangelio según San Mateo, por ejemplo y escuchar las terribles cosas anunciadas por el amable Señor Jesucristo. Dijo allí: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!. . . ¡Serpientes, generación de víboras, ¿cómo escaparéis de la condenación del infierno? Y después usted puede leer el libro de Apocalipsis, en el que se relata que las copas de ira son derramadas. Bueno, no hay nada parecido a esto en el Antiguo Testamento. Así es que no puede decirse que en el Antiguo Testamento tenemos a un Dios de ira, y en el Nuevo Testamento tenemos a un Dios de amor. Lo que sí podemos decir es que en cada época hay siempre un Dios de amor y un Dios de ira. Dios castiga el pecado. Usted siempre encontrará el juicio divino y la misericordia divina uno al lado de la otra. El trono de Dios es un trono de gracia, un lugar para encontrar compasión, misericordia pero, al mismo tiempo, ese mismo trono algún día juzgará a la tierra. EL hombre de hoy aun encuentra que esta verdad es difícil de aceptar.
Las leyes de Dios son inexorables y el juicio es el castigo para la desobediencia de eses leyes. A los seres humanos les parece tan difícil entender esto en la esfera moral y espiritual, cuando resulta tan perfectamente evidente en la esfera natural. Si usted no puede creerlo, sugerimos que intente subir a la cumbre de una montaña escarpada, rodeada de precipicios; usted puede subir a la cumbre y tratar de caminar en el vacío, y luego verá lo que sucede. En la naturaleza existen ciertas leyes que son inexorables. Si usted las obedece, vivirá; pero si las desobedece, morirá.
Podemos recordar el logro tremendo que significó para la humanidad llegar a la luna. Pero hay que reconocer que tal hazaña fue posible solo porque aquellos científicos y astronautas estaban obedeciendo a leyes naturales de Dios. No se atrevieron a quebrantarlas. Cuando partieron hacia la luna, no salieron directamente hacia su objetivo, sino que se dirigieron hacia la posición en la cual la luna se encontraría cuando ellos llegaran a ese punto determinado del espacio. Ellos sabían exactamente donde se encontraría la luna en el momento de su llegada, porque los movimientos de este universo están gobernados por leyes. Si aquellos científicos hubieran ignorado esas leyes del espacio y del movimiento de los astros, los astronautas se habrían perdido en la inmensidad del espacio y habrían muerto.
La historia humana nos enseña la misma lección. Todo lo que tenemos que hacer es trasladarnos a través del corredor del tiempo, y mirar los escombros, las ruinas y las cenizas que quedan de las grandes civilizaciones del mundo. Ellas dan testimonio de que Él es un Dios de venganza, un Dios de castigo, un Dios de juicio. Cuando las naciones se apartaron de sus altos ideales y de ese elevado nivel moral, y descendieron a ideales bajos y viles, cayeron y desaparecieron de la escena de la historia humana. Y es hora de que muchos intelectuales comiencen a leer la historia correctamente, y que descubran que Dios actúa en la historia humana.
Podríamos parecer anticuados al decir ciertas cosas, pero no nos sentimos incómodos en esta posición, porque Jeremías fue considerado anticuado en su tiempo. Desde nuestra perspectiva del siglo XXI podemos ver que aquel rey, el rey Sedequías era una persona terca, obstinada. Los intelectuales y la clase sofisticada de aquellos días, es decir, aquellos que dejaron de lado a Dios, fueron insensatos. Así que no nos sentimos desautorizados por la historia, ni nos importa ser catalogados como intelectualmente oscurantistas, porque, en verdad, al examinar la historia Bíblica, que forma parte de la historia general, nos encontramos en muy buena compañía. Preferimos ser como el profeta Jeremías, que fue simplemente un hombre que creyó en Dios y tomó en serio Su Palabra.
Estudio bíblico de Jeremías 33:1-36:32
Jeremías 33
"Vino palabra del Señor a Jeremías por segunda vez, estando él aún preso en el patio de la cárcel, diciendo"
Podemos apreciar que el profeta aún se encontraba en la cárcel. Y los dos versículos siguientes, versículos 2 y 3, dicen:
"Así ha dicho el Señor, que hizo la tierra, el Señor que la formó para afirmarla; el Señor es su nombre: Clama a mí y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces."
Este último versículo ha sido citado con frecuencia en reuniones donde los cristianos expresan sus testimonios personales. Es un hermoso versículo, pero creemos que resulta aun más significativo si se lo recuerda en el contexto de este capítulo. A pesar del hecho de que el profeta estaba en una prisión, a este hombre se le pidió que comprara un campo. Jeremías actuó por fe y compró esa propiedad, aunque tenía muchas preguntas en su mente. ¿Por qué estaba Dios permitiendo que Judá fuera llevado al cautiverio? Sinceramente hablando, creo que cuando un creyente pasa por estos momentos de duda, está dando un ejemplo de fe. Alguien podría preguntar como puede ser esto. Estimado oyente, si usted está caminando con Dios, en una relación de compañerismo con El, El es tan maravilloso y hace cosas tan extraordinarias que habrá momentos en los que usted no entienda lo que El está llevando a cabo. Nuestra pregunta seguramente va a ser "¿Por qué estás haciendo esto?" ¿No tiene usted a veces preguntas como ésta? Tenemos que admitir que todos las tenemos.
El profesor McGee, autor de estos estudios, nos contó que siempre recordaría aquella noche en que fue al hospital para ver a su esposa y a su recién nacido hijo. La enfermera, con un rostro serio le comunicó que el médico quería hablar con él. Entonces el médico le comunicó que el niño había muerto. Su esposa aun no lo sabía así que McGee entró en la habitación para darle la noticia. Allí permanecieron unos momentos, llorando juntos, y después él salió a una terraza. Era verano y el miró al cielo y a las estrellas. Tenía una sola pregunta "¿Por qué? ¿Por qué?" Nos dijo el profesor que incluso al pasar los años aun mira al cielo y hace la misma pregunta. Pero dijo también que con el transcurso del tiempo ha aprendido a colocar su mano en la mano de Cristo y a simplemente continuar en la oscuridad. Muchas veces le habla de este asunto al Señor y le cuenta sus dudas, pero también le dice que confía en El. Y dijo también que se alegraba de que Jeremías hubiera sido esa clase de persona. Y en la Biblia, además, hubo hombres que tenían preguntas y se las hicieron a Dios. En el libro de Habacuc, encontramos que el profeta Habacuc tenía muchas preguntas; en realidad, su libro se parece a un enorme POR QUE. El profeta Jonás también tuvo algunas preguntas para formularle al Señor. Estimado oyente, tales preguntas no revelan una falta de fe, pero sería una hipocresía fingir que hemos aceptado los caminos de Dios y que estamos viviendo en completa sumisión a El cuando, en realidad, estamos teniendo preguntas en nuestro interior. Creo que Dios desea, por encima de todo, que seamos completamente honestos con El. Y ésta es Su promesa para nosotros: Clama a mi y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tu no conoces.
Ahora Dios iba a reafirmar el pacto que había hecho con el rey David en 2 Samuel 7. El hizo un pacto con David que establecía que habría alguien que se sentaría en su trono para siempre. Este pacto se convirtió en la canción lema de cada profeta. Todos ellos se refirieron a este pacto y se apoyaron en él. Escuchemos a Jeremías, leyendo los versículos 14 y 15:
"He aquí vienen días, dice el Señor, en que yo confirmaré la buena palabra que he hablado a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo justo, que actuará conforme al derecho y la justicia en la tierra."
La frase en aquellos días se refiere al día que se aproxima, el Día del Señor.
La frase haré brotar a David un Renuevo justo nos lleva a afirmar que no ha habido un renuevo justo, excepto Uno, El que nació en Belén.
Y dice aquí también: actuará conforme al derecho y la justicia en la tierra. Aquí observamos que aun no hemos tenido un gobernante como éste. Y dice el versículo 16:
"En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura. Y se le llamará: el Señor, justicia nuestra"
La frase el Señor es nuestra justicia corresponde a la frase hebrea "Jehová-tsidkenu". Si usted y yo tenemos alguna justicia, es en Jesucristo. El es nuestra justicia. Leamos ahora el versículo 17:
"Porque así dice el Señor: No faltará a David un descendiente que se siente sobre el trono de la casa de Israel, ni a los sacerdotes y levitas faltará un descendiente que delante de mí ofrezca holocausto, encienda ofrenda y haga sacrificio cada día."
¿Dónde cree usted que se encuentra este hombre hoy? No hay ningún israelita en el mundo que pueda reclamar el derecho a ocupar el trono del David. El único que tiene ese derecho está sentado a la derecha de Dios, como el salmista explicó en el Salmo 110:1, donde leemos: El Señor dijo a mi Señor: "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de mis pies". Dios se encuentra hoy ocupado llamando a personas que se relacionen con El e invoquen Su nombre, y preparándose para colocar a Su Hijo en el trono de este universo. Leamos ahora, los versículos 19 al 22 de este capítulo 33 de Jeremías:
"Vino palabra del Señor a Jeremías, diciendo: Así ha dicho el Señor: Si pudiera invalidarse mi pacto con el día y mi pacto con la noche, de tal manera que no hubiera día ni noche a su debido tiempo, podría también invalidarse mi pacto con mi siervo David, para que deje de tener un hijo que reine sobre su trono, y mi pacto con los levitas y sacerdotes, mis ministros. Como no puede ser contado el ejército del cielo ni se puede medir la arena del mar, así multiplicaré la descendencia de David, mi siervo, y de los levitas que me sirven."
Cuando esta profecía fue pronunciada, Sedequías ocupaba el trono de Judá. El fue uno de los hombres más corruptos de la monarquía. El rey Nabucodonosor le quitó los ojos y lo condujo al cautiverio. Uno podría pensar que esto dio por terminada la línea de descendencia de David. Habría dado por concluida la descendencia de cualquier otra nación. De ello podemos estar seguros. Por ejemplo, no hay nadie que hoy esté reclamando el trono del reino de Babilonia. Y tampoco hay quien pueda ocupar el lugar que dejó Alejandro Magno. No hay hoy en Egipto ningún Faraón. Pero hay Alguien en la línea genealógica de David que puede reclamar Su trono. Dios dijo que El tiene la intención de colocarle algún día en el trono del universo. Esta es una gran profecía y una que resulta muy difícil de ignorar o de espiritualizar. Creemos que Dios quiso decir exactamente lo que ha dicho. Y así llegamos al
Jeremías 34
Como tema de este capítulo tenemos la predicción del cautiverio de Sedequías, la obediencia de los Recabitas, y el episodio en el que el rey Joacim quemó la Palabra de Dios.
Comencemos nuestra lectura de este capítulo 34 leyendo los versículos 1 al 5:
"Palabra del Señor que vino a Jeremías cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército, todos los reinos de la tierra bajo el señorío de su mano y todos los pueblos peleaban contra Jerusalén y contra todas sus ciudades. Dijo así: Esto ha dicho el Señor, Dios de Israel: Ve y habla a Sedequías, rey de Judá, y dile que así ha dicho el Señor: Yo entregaré esta ciudad al rey de Babilonia, el cual la entregará al fuego. Y tú no escaparás de su mano, sino que ciertamente serás apresado y en su mano serás entregado. Tus ojos verán los ojos del rey de Babilonia, que te hablará cara a cara, y entrarás en Babilonia. Con todo, oye palabra del Señor, Sedequías, rey de Judá, porque así ha dicho el Señor acerca de ti: No morirás a espada. En paz morirás, y así como quemaron especias por tus padres, los reyes primeros que fueron antes de ti, las quemarán por ti, y harán lamento por ti diciendo: ¡Ay, señor!, porque yo he hablado la palabra, dice el Señor"
Jeremías tenía que profetizar que la ciudad de Jerusalén sería quemada por fuego por el rey de Babilonia y que el rey Sedequías mismo sería llevado cautivo. Y continúan diciendo los versículos 8 y 9:
"Palabra del Señor que vino a Jeremías después que Sedequías hizo pacto con todo el pueblo en Jerusalén, para promulgarles libertad, que cada uno dejara libre a su esclavo hebreo y a su esclava hebrea, y que nadie los usara más como esclavos."
Aquí vemos que el rey Sedequías hizo un pacto con el pueblo por el que todos los esclavos hebreos debían ser liberados. Y dicen los versículos 15 y 16:
"Vosotros os habíais hoy convertido y habíais hecho lo recto delante de mis ojos, anunciando cada uno libertad a su prójimo; y habíais hecho pacto en mi presencia, en la casa en la cual es invocado mi nombre. Pero os habéis vuelto atrás y profanado mi nombre, y habéis vuelto a tomar cada uno a su esclavo y cada uno a su esclava, que habíais dejado libres a su voluntad, y los habéis sujetado para que os sean esclavos y esclavas."
El Señor había dicho que habían hecho "lo recto", lo que El aprobaba, (aquí podemos ver Exodo 21:2).
Pero Sedequías no cumplió su pacto, y el Señor dijo de él: os habéis vuelto atrás y profanado mi nombre. En otras palabras, Sedequías profanó el nombre de Dios. Concediendo verdaderamente la libertad al pueblo, Sedequías, como rey de Judá, podía haber demostrado al mundo que él era diferente, y que servía al Dios vivo y verdadero. Pero fue una simulación y él no cumplió su promesa. No solo se desprestigió él mismo, sino que profanó, deshonró el nombre de Dios.
Lo que el mundo siempre observará es la vida del hijo de Dios. El nombre de Dios y el progreso de Su Palabra han sido perjudicados más por aquellos que profesan conocerle que por los que no creen en El. Las vidas de aquellos que pronuncian el nombre de Cristo pueden dañar Su causa más que aquellos que dicen ser incrédulos. En este caso Dios categóricamente dijo: habéis profanado mi nombre. Y continuó el mensaje divino en los versículos 19 al 21:
"A los jefes de Judá y a los jefes de Jerusalén, a los oficiales, a los sacerdotes y a todo el pueblo de la tierra, que pasaron entre las partes del becerro, los entregaré en manos de sus enemigos y en manos de los que buscan su vida; y sus cadáveres serán comida para las aves del cielo y para las bestias de la tierra. A Sedequías, rey de Judá, y a sus jefes los entregaré en manos de sus enemigos, en manos de los que buscan su vida y en manos del ejército del rey de Babilonia, que se ha retirado de vosotros."
Veamos la frase del v. 19, que pasaron entre las partes del becerro. Esa era la manera en que los hombres establecían un pacto o un contrato en aquellos tiempos. Realizaban un sacrificio y lo cortaban por la mitad, colocando la mitad del animal en un lado, y la otra mitad al otro lado. Los presentes entonces pasaban entre ellas y unían sus manos. Esta fue la forma en que Dios hizo su pacto con Abraham. La ceremonia equivaldría hoy al trámite que se hace ante un notario. El rey Sedequías, los príncipes, los sacerdotes y el pueblo, todos ellos habían violado el pacto con Dios al no conceder la libertad a los siervos y, en consecuencia, Dios pronunció este juicio sobre ellos. Llegamos ahora al
Jeremías 35
En este capítulo encontramos a los Recabitas, que eran una parte del remanente fiel, y que estaban en marcado contraste con la nación en general. Dios nos ha transmitido este relato para recordarnos que siempre ha habido un remanente; El nunca dejará al mundo sin un testimonio de Su Persona. Aun en el período más oscuro de la historia que el mundo jamás habrá conocido, el período de la Gran Tribulación, que es todavía futuro, cuando los 144.000 sean obligados a pasar a la clandestinidad, aun habrá 2 testigos que públicamente declararán su testimonio de Dios. Esa es precisamente la manera en que Dios dispondrá los eventos. Incluso en el tiempo en que a Satanás le estará siendo permitido dirigir la escena mundial, Dios ha dicho que mantendrá en acción a los 2 testigos, que serán invencibles por un tiempo, es decir, que nadie les podrá causar daño hasta que su misión se haya cumplido. Leamos entonces los versículos 1 y 2 de este capítulo 35 de Jeremías:
"Palabra del Señor que vino a Jeremías en días de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, diciendo: Ve a casa de los recabitas, habla con ellos e introdúcelos en la casa del Señor, en uno de los aposentos, y dales a beber vino."
El Señor le dijo a Jeremías que trajera a los recabitas a la casa del Señor, y que les diera a beber vino. Y continúan diciendo los versículos 5 y 6:
"Puse delante de los hijos de la familia de los recabitas tazas y copas llenas de vino, y les dije: Bebed vino. Pero ellos dijeron: No beberemos vino, porque Jonadab hijo de Recab, nuestro padre, nos ordenó diciendo: No beberéis jamás vino, vosotros ni vuestros hijos."
Aquí vemos que en base a un mandato que esa familia había recibido hacía muchos años, los recabitas se negaron a beber el vino que Jeremías les ofreció. Y escuchemos ahora el mensaje divino en los versículos 13 al 15 de este capítulo 35 de Jeremías:
"Así ha dicho el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Ve y di a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén: ¿No aprenderéis a obedecer mis palabras? dice Jehová. Fue firme la palabra de Jonadab hijo de Recab, el cual mandó a sus hijos que no bebieran vino, y no lo han bebido hasta hoy, por obedecer al mandamiento de su padre. En cambio, yo os he hablado desde el principio y sin cesar, y no me habéis escuchado. Envié a vosotros todos mis siervos los profetas, desde el principio y sin cesar, para deciros: Volveos ahora cada uno de vuestro mal camino, enmendad vuestras obras y no vayáis tras dioses extraños para servirlos, y viviréis en la tierra que os di a vosotros y a vuestros padres; pero no inclinasteis vuestro oído ni me escuchasteis."
Y Dios resaltó ese marcado contraste entre los recabitas, que fielmente obedecieron los mandamientos de su padre terrenal, y los miembros de la tribu de Judá, que no escucharon los mandamientos de su amante Padre celestial. En el resto de este capítulo Dios continuó pronunciando juicio sobre el pueblo de Judá y bendiciones para los recabitas. Y ahora llegamos entonces al
Jeremías 36
Este capítulo revela la actitud del rey Joacim hacia la Palabra de Dios y los mensajes que Dios le envió por medio de Su profeta Jeremías. Leamos los primeros dos versículos de este capítulo:
"Aconteció en el cuarto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, que vino esta palabra del Señor a Jeremías, diciendo: Toma un rollo en blanco y escribe en él todas las palabras que te he hablado contra Israel, contra Judá y contra todas las naciones, desde el día en que comencé a hablarte, desde los días de Josías hasta hoy."
Dios le dio a Jeremías que registrara todas Sus palabras en un libro; así que Jeremías dictó todas las palabras de Dios a Baruc, quien las escribió para él. Entonces jeremías le mandó a Baruc que llevara el rollo a la casa del Señor y lo leyera en presencia de todo el pueblo. Cuando los príncipes se enteraron de lo que había ocurrido, enviaron a buscar a Baruc y le hicieron leer el rollo en presencia de ellos. Continuemos el relato leyendo los versículos 19 al 23:
"Entonces dijeron los príncipes a Baruc: Vete, y escondeos tú y Jeremías, y que nadie sepa dónde estáis. Entraron luego a donde estaba el rey, al atrio, habiendo depositado el rollo en el aposento de Elisama, el secretario; y contaron a oídos del rey todas estas palabras. Envió el rey a Jehudí a que tomara el rollo, y él lo tomó del aposento de Elisama, el secretario. Y leyó Jehudí del rollo a oídos del rey y a oídos de todos los jefes que se hallaban junto al rey. Estaba entonces el rey en la casa de invierno, en el mes noveno, y había un brasero encendido delante de él. Y cuando Jehudí había leído tres o cuatro planas, el rey las rasgaba con un cortaplumas de escriba y las arrojaba al fuego que había en el brasero. Así hasta que todo el rollo se consumió en el fuego del brasero."
Esta hecho nos muestra lo que el rey Joacim pensaba de la Palabra de Dios: El la tomó y simplemente la arrojó al fuego. No le importó hacer semejante cosa. No la aceptaba, no creía en ella.
No nos impresiona saber que la Biblia ha sido un éxito de ventas. ¿Quién está realmente leyendo la Biblia hoy? El ignorar la Biblia no es verdaderamente diferente a arrojarla al fuego, como hizo el rey Joacim. Y veamos la reacción de aquellos hombres en el versículo 24:
"No tuvieron temor ni rasgaron sus vestidos, ni el rey ni ninguno de sus siervos que oyeron todas estas palabras."
No hubo temor ni remordimiento por lo que había hecho.
Si alguien cree que Dios se iba a detener aquí porque Joacim había destruido Su Palabra, está equivocado. Dice el versículo 28:
"Vuelve a tomar otro rollo y escribe en él todas las palabras primeras que estaban en el primer rollo que quemó Joacim, rey de Judá."
Dios le dijo a Jeremías que escribiera todo el texto otra vez y que enviara un mensaje al rey Joacim. Dice el versículo 30:
"Por tanto, esto ha dicho el Señor acerca de Joacim, rey de Judá: No tendrá quien se siente sobre el trono de David, y su cuerpo será echado al calor del día y al hielo de la noche."
Y eso fue exactamente lo que le sucedió al rey Joacim. Él no tiene a nadie que se pueda sentar en el trono de David en la actualidad. El Señor Jesucristo, que tiene derecho a ese trono, no procedió de esa línea de descendencia. La virgen María nació de la línea de Natán, otro hijo de David, y fue a través de ella que el Señor Jesús tiene el título de sangre al trono de David. Nadie de la línea de descendencia de Joacim se ha sentado ni se sentará jamás en ese trono. Es que la Palabra de Dios es eterna y no puede ser destruida por ningún ser humano, ni por todas las fuerzas del mal. Jesucristo, la Palabra viva de Dios que se encarnó entre los seres humanos dijo en una ocasión: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Estudio bíblico de Jeremías 31:1-32:44
En este capítulo 31 se menciona unas 15 veces que Dios hará algo. Cuando Dios repite tantas veces que el realizará algo, está enfatizando de forma especial lo que va a hacer. Continuemos leyendo el versículo 1 de este capítulo 31 de Jeremías:
"En aquel tiempo, dice el Señor, yo seré el Dios de todas las familias de Israel y ellas serán mi pueblo."
Esta profecía aun no se ha cumplido; esa época no ha llegado. El regreso actual de Israel a la tierra no puede interpretarse como el cumplimiento de esta profecía, porque ellos no han establecido una relación con Dios. Se nos ha dicho que hoy hay una `persecución de cristianos en esa nación. Ellos hablan de libertad religiosa, que no existe realmente. El pueblo ha regresado a la tierra, pero no ha regresado al Señor. Continuemos escuchando las palabras del Señor en los versículos 2 y 3:
"Así ha dicho el Señor: El pueblo que escapó de la espada halló gracia en el desierto, cuando Israel iba en busca de reposo. El Señor se me manifestó hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por eso, te prolongué mi misericordia."
Aquí tenemos la razón por la que Dios va a restaurar al pueblo a la tierra. Creemos con todo nuestro corazón que Dios tiene la intención de restaurar la nación de Israel a la tierra en Su propio tiempo, cuando El lo considere apropiado y de acuerdo con Sus propio plan y propósitos. La base para ello se expone justamente aquí, cuando dijo: Con amor eterno te he amado, Este versículo ocupa un lugar muy elevado entre los muchas frases favoritas de la Palabra de Dios.
Hay quienes preguntan:¿Cómo puede Dios amar a ese pueblo? Esta es una buena pregunta, pero ampliémosla un poco y preguntémonos: ¿Cómo puede Dios amarnos hoy a nosotros? En Juan 3:16 encontramos las palabras Porque de tal manera amó Dios al mundo. Dios no solo ama a Israel, El ama al mundo, nos ama a usted y a mí. Es fácil señalar con el dedo a un judío y criticarlo, pero Dios dijo aquí que había amado a Israel con un amor eterno, Y como Dios así lo ha dicho, no hay nada que objetar. En vez de señalar con un dedo acusador a otros, necesitamos hacer girar el dedo y señalarnos a nosotros mismos. Ante la mirada de Dios todos somos tan grandes pecadores como cualquiera que aun no ha creído. Fue necesaria la muerte de Cristo para proveer una redención para usted y para mí. No la limitemos a unos pocos diciendo ¿cómo pudo Dios amarlos a ellos? Estimado oyente, ¿cómo pudo Dios amarme a mí? ¿Cómo pudo Dios amarlo a usted? Deberíamos estar asombrados de que nos haya amado a cualquiera de nosotros.
Un compositor llamado Frederick Faber lo expresó muy bien en una canción que dice: ¿Cómo puedes pensar tan bien de nosotros, aun siendo el Dios que eres? Es oscuridad para mi intelecto, pero la luz del sol para mi corazón".
En la frase Con amor eterno te he amado, nos detenemos en la palabra eterno y confesamos que sabemos muy poco sobre el significado de este término. Una vez le preguntamos a un niño: "¿Cuánto tiempo durará algo eterno?" El simplemente respondió: "calculo que un tiempo muy, muy largo."
Y se menciona aquí al amor. Por cierto, ¿qué es el amor? La única explicación que tengo del motivo por el que Dios nos ama es que no nos ama por algo que El ve en nosotros, sino por lo que El es. Él encuentra la explicación en Sí mismo. El apóstol Juan lo dijo de la siguiente manera en su primera carta, 4:10, En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros. . . (1 Juan 4:10) Bien, esto es el amor. El profesor Cramer comentó lo siguiente en relación con las palabras del apóstol Juan: "El amor de Dios hacia nosotros, proviene del amor, y no tiene ninguna otra causa por encima o además de sí mismo; pero está en Dios y permanece en Dios, de manera que Cristo, que está en Dios, es su centro". Dios nos ama a usted y a mí, estimado oyente, y realmente no podemos decirle por qué.
Y nuevamente podemos citar otras frases de Faber: "Aún piensas tan bien de nosotros, por lo que Tú eres; Tu amor ilumina nuestro intelecto, sin embargo, llena de temor nuestro corazón".
Yo estoy abrumado por el amor de Dios. Si El cambiara de opinión mañana, yo estaría perdido eternamente y también usted. Pero El dijo que Su amor es eterno, lo cual implica un período largísimo de tiempo.
Tenemos muchos amigos que no creen en que habrá un reino milenario, que creen que Dios ha terminado con la nación de Israel. Si así fuera, también habría terminado sus traros con usted, y conmigo. Pero El dijo: Con amor eterno te he amado. No importa lo usted y yo pensemos, pero Dios no ha terminado con Israel. Y continuó diciendo en el versículo 8, de este capítulo 31:
"Yo los hago volver de la tierra del norte, los reuniré de los extremos de la tierra; entre ellos, juntamente, a ciegos y a cojos, a la mujer que está encinta y a la que dio a luz. En gran compañía volverán acá."
Va a ser una gran empresa el traer gente de regreso a la tierra y simplemente traería a los ejemplares mejores dotados físicamente. Pero Dios dispuso traerlos a todos. Y dice el versículo 9,
"Irán con llanto, mas con misericordia los haré volver y los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el cual no tropezarán, porque yo soy el padre de Israel, y Efraín es mi primogénito."
Observemos la frase soy el padre de Israel, y Efraín es mi primogénito. Dios nunca dijo esto de ningún israelita individualmente. El dijo en Josué 1:2, Moisés, Mi siervo, y en el Salmo 89:3, David, Mi siervo. Pero cuando habló de toda la nación como un cuerpo colectivo, Dios dijo, soy el padre de Israel (como podemos ver en Éxodo 4:22). Y continuemos escuchando el mensaje del Señor en el versículo 10 de este capítulo 31 de Jeremías:
"¡Oíd palabra del Señor, naciones, y hacedlo saber en las costas que están lejos! Decid: El que dispersó a Israel, lo reunirá y guardará, como el pastor a su rebaño"
Estamos agradecidos al Señor por que este programa se transmita cada día por muchas estaciones de radio alrededor del mundo, Nos encanta poder decir lo que Dios también dice, que queremos que las naciones lejanas de la tierra. Queremos que toda la humanidad escuche que El dispersó a Israel. Fue un juicio sobre ellos, pero los ama con un amor eterno, y va a traerlos de regreso a la tierra.
El amó a los israelitas y los juzgó. Este es un mensaje agridulce. Por todo el libro de Jeremías vemos una nota de alegría, pero también una nota de tristeza. Y así, aunque los juzgó, dijo El que dispersó a Israel, lo reunirá y guardará, como el pastor a su rebaño.
Pero Dios no había terminado de decir lo que iba a hacer. Leamos los versículos 13 y 14:
"Entonces la virgen danzará alegremente, junto con los jóvenes y los viejos; cambiaré su llanto en gozo, los consolaré y los alegraré de su dolor. El alma del sacerdote satisfaré con abundancia, y mi pueblo será saciado de mis bienes, dice el Señor."
Esto fue lo que Dio dijo que El iba a hacer por Israel. Y debemos permitirle que lo diga, por esto es lo que El quiere hacer.
Sin embargo la condición inmediata de Israel era trágica. Ellos se habían rebelado contra Dios y eran reincidentes. Y en el versículo 22, de este capítulo 31 de Jeremías, leemos:
"¿Hasta cuándo andarás errante, hija rebelde?, porque el Señor ha creado una cosa nueva sobre la tierra: ¡la mujer cortejará al varón!."
Hay quienes opinan que este versículo se refiere al nacimiento virginal del Señor Jesucristo, y no vemos ninguna razón para excluir esta posibilidad.
Y comenzando con el versículo 31, tenemos el nuevo pacto que Dios tiene intención de hacer con Israel, es decir, con todas las doce tribus. Y si alguien opina que diez de las tribus se han perdido, Dios no lo cree. Él va a establecer este pacto con las doce tribus. Dicen los versículos 31 al 33 de este capítulo 31 de Jeremías:
"Vienen días, dice el Señor, en los cuales haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día en que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice el Señor. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo."
Este nuevo pacto va a ser diferente al dado a Moisés en el Monte Sinaí. La gran diferencia es que este pacto será grabado sobre los corazones del pueblo y no sobre frías tablas de `piedra. Y continúa diciendo el versículo 34:
"Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor, porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice el Señor. Porque perdonaré la maldad de ellos y no me acordaré más de su pecado."
Aquí podemos comprobar que sus pecados serán perdonados. Y observemos como Dios confirmó este pacto con Israel. Leamos los versículos 35 y 36:
"Así ha dicho el Señor, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, que agita el mar y braman sus olas; Jehová de los ejércitos es su nombre: Si llegaran a faltar estas leyes delante de mí, dice el Señor, también faltaría la descendencia de Israel, y dejaría de ser para siempre una nación delante de mí."
Este pacto nunca será cambiado o abrogado. Así como no podemos cambiar el curso de la luna o eliminarla del espacio, de esa manera Su pacto con Israel no puede ser cambiado. Y ahora llegamos al
Jeremías 32
Aquí vemos al encarcelado Jeremías comprando bienes inmuebles. También forma parte del tema de este capítulo el Reino prometido a David.
En el capítulo 32 el profeta se encontraba en la prisión y Jerusalén estaba sitiada por Nabucodonosor; sin embargo Jeremías compro una propiedad inmueble en Anatot. Leamos los versículos 1 y 2 de este capítulo 32:
"Palabra del Señor que vino a Jeremías el año décimo de Sedequías, rey de Judá, que fue el año decimoctavo de Nabucodonosor. Entonces el ejército del rey de Babilonia tenía sitiada a Jerusalén, y el profeta Jeremías estaba preso en el patio de la cárcel que estaba en la casa del rey de Judá"
Observemos que Jeremías señaló con precisión el tiempo: fue en el año décimo de Sedequías, el año en que Nabucodonosor abrió una brecha en las murallas de Jerusalén y la destruyó. Aquel fue verdaderamente un día oscuro. Leamos ahora el versículo 7, que nos revela más instrucciones del Señor:
"Hanameel, hijo de tu tío Salum, viene a ti, diciendo: Cómprame mi heredad que está en Anatot, porque tú tienes derecho de compra sobre ellos."
El Señor le dijo a Jeremías que él tendría la oportunidad de comprar una tierra de su familiar Hanameel. Dice el versículo 9 de Jeremías 32:
"Compré la heredad de Hanameel, hijo de mi tío, la cual estaba en Anatot, y le pesé el dinero: diecisiete monedas de plata."
En la hora más oscura de la historia de Judá, Jeremías compró un campo. En realidad, ese era el momento de vender bienes inmuebles. Nos imaginamos que todos los que poseían propiedades o bienes inmuebles en Jerusalén y las zonas vecinas estaban tratando de deshacerse de todas las propiedades que pudieran. ¿Por qué Jeremías compró un campo en aquel momento? Fue para mostrar al pueblo que el creyó en Dios cuando El dijo que ellos iban a regresar a la tierra. Esta fue una acción notable.
Pero Jeremías tenía una pregunta que le resultaba demasiado difícil de contestar, y en el versículo siguiente se la presentó al Señor en oración: Leamos los versículos 16 y 17:
"Después que di la escritura de venta a Baruc hijo de Nerías, oré al Señor, diciendo: ¡Ah, Señor Dios!, tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder y con tu brazo extendido. Nada hay que sea difícil para ti."
La pregunta de Jeremías era para él muy difícil de contestar, pero no era demasiado difícil para Dios.
En los versículos 18 al 23 Jeremías relató la forma en que el Señor había protegido y provisto para las necesidades de Israel a través de su historia, pero en este momento la situación era muy grave. Continuemos leyendo los versículos 24 y 25:
"He aquí que con arietes han acometido la ciudad para tomarla, y la ciudad, a causa de la espada, el hambre y la peste, va a ser entregada en manos de los caldeos que pelean contra ella. Ha venido, pues, a suceder lo que tú dijiste, y he aquí lo estás viendo. ¡Ah, Señor Dios!, cuando la ciudad va a ser entregada en manos de los caldeos, ¿tú me dices: cómprate la heredad por dinero y pon testigos?"
Jeremías no era un hipócrita. El confiaba en Dios que hizo los cielos y la tierra, el Dios que tan milagrosamente había cuidado a Israel. Pero en ese momento los caldeos se encontraban justamente fuera de la ciudad e iban a conquistarla; sin embargo Dios le dijo a Jeremías que comprara un campo. El obedeció, pero no le parecía muy lógico. Así que le planteó la pregunta al Señor.
Estimado oyente, no hay nada malo en preguntar por qué. Si usted tiene una duda o una pregunta, háblele al Señor de ella. Eso es lo que El quiere que hagamos. No se limite a presentarle una fachada de piedad hipócrita, como algunas veces vemos por ahí. Mientras el profeta decía que confiaba en el Señor, estaba lamentándose, quejándose y preguntando por qué. Seamos honestos como Jeremías. El obedeció al Señor, pero admitió sus dudas, presentándolas ante el Señor en oración. Dios respondió la oración de Jeremías en los versículos 26 al 44. Leamos ahora los versículos 26 y 27 de Jeremías 32:
"Vino palabra del Señor a Jeremías, diciendo: Yo soy el Señor, Dios de todo ser viviente, ¿acaso hay algo que sea difícil para mí?"
Aquí vemos que el Señor comenzó presentando el axioma de que nada era demasiado difícil para El. Continuemos leyendo los versículos 36 al 40:
"Con todo, ahora así dice el Señor, Dios de Israel, a esta ciudad, de la cual decís vosotros: Entregada será en mano del rey de Babilonia a espada, a hambre y a peste: Yo los reuniré de todas las tierras a las cuales los eché con mi furor, con mi enojo y mi gran indignación; los haré volver a este lugar y los haré habitar seguros, y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. Les daré un corazón y un camino, de tal manera que me teman por siempre, para bien de ellos y de sus hijos después de ellos. Haré con ellos un pacto eterno: que no desistiré de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí."
Dios estaba entregando la ciudad a los caldeos, y cuando Dios lo considerara oportuno, liberaría a la ciudad de los caldeos. Y el mensaje continuó en los versículos 41 y 42:
"Yo me alegraré con ellos haciéndoles bien, y los plantaré en esta tierra en verdad, con todo mi corazón y con toda mi alma. Porque así ha dicho el Señor: Como traje sobre este pueblo todo este mal tan grande, así traeré sobre ellos todo el bien que acerca de ellos hablo."
Y así, el Señor estaba entregando al pueblo de Judá al juicio. En un día futuro, El los liberaría con gracia y compasión. Esa fue Su promesa.
Cuando nos acercamos a Dios y le decimos como nos sentimos, El animará nuestros corazones como lo hizo con Jeremías. Estimado oyente, el quiere que usted venga a El en la condición en que usted se encuentre en este mismo momento. El está dispuesto a recibirlo, a escucharlo con amor y comprensión, y a reafirmar su confianza en El, y en los propósitos que tiene para usted.
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