martes, 12 de mayo de 2015

Estudio bíblico de Sofonías 3:9-20

Y estamos ahora en el capítulo 3, y la tormenta ya ha pasado, en lo que a este libro se refiere. Este pequeño libro comenzó con unas perspectivas terribles, con un retumbar de juicios inquietantes y siniestros. En nuestro programa anterior observamos los primeros versículos de este capítulo 3, y allí pudimos apreciar el juicio de la ciudad de Jerusalén. Y el leer los detalles era realmente aterrador. La misma impresión recibe el lector cuando llega a la última parte, que es un cuadro del período de la Gran Tribulación, cuando Dios juzgará a todas las naciones, que serán llevadas contra Jerusalén en aquel día postrero. Así es que, en realidad, tenemos aquí dos clases de juicio. El juicio de Dios de Su propio pueblo, y eso siempre es un castigo, porque el Señor al que ama, disciplina. (Hebreos 12:6). Y además, Dios debe juzgar al mundo incrédulo, y ése es el panorama que tenemos ante nosotros en este breve libro. Así es que, tenemos aquí resumido todo aquello que se puede representar por la actividad de la naturaleza: un huracán, una inundación, una tormenta de nieve, un terremoto, y todos estos fenómenos ocurriendo simultáneamente. Al leer esto, uno pensaría que Dios es vengativo, que es cruel, que es brutal, que no tiene ninguna clase de sentimientos, y que no se conmueve por nada.

A través de este libro, nosotros descubrimos hoy que nuestro gran Médico toma a los Suyos y coloca aquellos a quienes ama sobre la mesa de operaciones, y aun en juicio, Dios es amor, tanto cuando Él está juzgando a los que no son salvos, como cuando Él está juzgando a aquellos que son Suyos, Dios es amor.

Vimos en un encuentro anterior, que está a punto de caer el telón final sobre el escenario de este mundo en el cual vivimos. Algún día, este pequeño hombre que habita la tierra, concluirá su existencia, y entonces el juicio vendrá sobre la humanidad perdida. Pero Dios restaurará a Sus propios hijos, y en algún día futuro vamos a ver que lo que hemos padecido aquí, es en realidad una bendición oculta a nuestra vista en el presente.

Con eso en mente, entremos al estudio hoy, y al hacerlo, permítanos contarle otra pequeña historia. Es una historia que le sucedió a un joven que estaba estudiando en una universidad. Él estaba lejos de su hogar, y las cosas se pusieron un poco difíciles. Las lecciones del programa de estudios no eran fáciles. Él echaba de menos su hogar, y decidió escribir a su casa una carta en la que les decía: "Papá es muy difícil vivir aquí. Las tareas y trabajos escritos son bastante pesados. Las reglas para la vida en el dormitorio son muy estrictas. La convivencia con mis compañeros es problemática. Yo extraño mi casa, y quiero regresar al hogar". El padre respondió a esa carta con una nota muy severa, en los siguientes términos: "Por tu propio bien, debes permanecer allí. Como padre te amo tanto que me preocupo tanto por tu presente como por tu futuro, y procuro lo mejor para ti. En esta etapa de tu vida debes dedicarte plenamente al estudio, concentrándote intensamente en él, asumiendo que el trabajo será arduo". Cuando el joven recibió esa carta, pensó: "Yo no creo que mi padre me continúe amando. Si me amara, no me diría que continúe en esta tortura por la cual estoy pasando."

Amigo oyente, nosotros tenemos un Padre Celestial que nos está diciendo: "Permanece allí donde estás. Estás en la universidad de la vida. Yo estoy preparando algo para ti, y también te estoy preparando para que estés en ese lugar, y te estoy preparando para la vida en el mundo."

Recordando estas sencillas ilustraciones, estudiemos el contenido de este tercer y último capítulo del libro del profeta Sofonías. El versículo 9 de este capítulo 3 de Sofonías, dice:

"En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el nombre del Señor, para que le sirvan de común consentimiento."

Dios tiene este propósito para el futuro lejano. Es llamado el propósito teológico de Dios, y nosotros lo vamos a descubrir a través de toda esta sección, porque ahora nosotros estamos, como cristianos, viviendo en el reino de la luz. Ya no estamos más en las tinieblas del juicio, ya no estamos más en el día del Señor, que comienza con la noche. Ya se asoma el sol, está amaneciendo, y la luz está brillando sobre la humanidad.

Porque Él dijo aquí: "En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios". Aquí Él estaba hablando de una forma de expresarse pura, no quiere decir que todos van a terminar hablando el idioma hebreo, aunque hay personas así lo creen; ni tampoco que este pueblo hable algún idioma desconocido, que todo el mundo llegará a hablar. Lo que dice aquí pureza de labios, implica que el lenguaje será puro, sin doblez o doble sentido, no habrá blasfemias, no habrá nada que sea vulgar o vil, no habrá nada que sea repulsivo ni ofensivo.

Hay quienes por su forma de expresarse causan un efecto negativo en quienes les rodean. Al escucharlas en un lenguaje agresivo, violento, ofensivo para tantas personas, en una actitud de crítica permanente, hasta el punto en que uno se siente incómodo, tenso, con ganas de terminar una conversación. Bueno, amigo oyente, en el cielo no hablará nadie de esa manera, porque allí los redimidos tendrán esta característica que se explica aquí: la gente va a tener pureza de labios. Habrá pureza de pensamiento, de acción, y de palabra. En aquel lugar no resonará ninguna blasfemia, vulgaridad, o vileza. El lenguaje será puro, grato de escuchar y expresar.

El versículo finaliza diciendo "para que todos invoquen el nombre del Señor, para que le sirvan de común consentimiento". Y no habrá allí rebelión contra Dios en aquel día. Será un verdadero cielo, un buen entorno para vivir, y con muy buenos vecinos alrededor. Y ahora, en el versículo 10 de este capítulo 3 de Sofonías, leemos:

"De la región más allá de los ríos de Etiopía me suplicarán; la hija de mis esparcidos traerá mi ofrenda."

Este versículo de las Escrituras ha sido traducido e interpretado de muchas maneras, es decir, que para explicarlo han surgido diversas versiones. Otra versión que sigue fielmente el idioma Hebreo lo traduce de la siguiente manera: "Desde más allá de los ríos de Etiopía, mis suplicantes, la hija de mi pueblo disperso, traerán mi ofrenda". Hay muchos que interpretan aquí que el arca de la alianza, que se encontraba en el lugar Santísimo del Templo, se encuentra en Etiopía y que será llevada a Jerusalén. Nosotros no creemos que este sea el significado que le atribuyó el profeta Sofonías.

Otros llaman la atención sobre una tribu en Etiopía o Abisinia, conocida como "los Falashas", que proviene de la misma raíz que la palabra "filisteo", que significa "emigrante". Esta tribu alega que su origen se remonta a Israel y que, por lo tanto, se consideran israelitas. Se argumenta que ellos serían los "suplicantes" referidos aquí en la otra versión que hemos presentado. Por otra parte, muchos expositores Bíblicos creen que este versículo habla de todos los convertidos de las naciones del mundo, que traerán a los israelitas dispersos a su tierra, como una ofrenda al Señor. Nuestra opinión es que este versículo indica que Etiopía entrará a formar parte del reino milenario. La ofrenda que ellos traerán, como redimidos, consistirá en los resultados de haber aceptado el sacrificio de Cristo. Pasemos ahora al versículo 11:

"En aquel día no serás avergonzada por ninguna de tus obras con que te rebelaste contra mí; porque entonces quitaré de en medio de ti a los que se alegran en tu soberbia, y nunca más te envanecerás en mi santo monte."

En este pasaje Dios estaba hablando a los Suyos. Hemos visto que una de las cosas por las cuales Dios estaba juzgando a esta nación, era porque allí no había ninguna vergüenza de sus actos viles, de la gran inmoralidad que entonces prevalecía y además no se sentían avergonzados en absoluto. Los pecados que se cometían en un pasado bastante lejano tenían lugar ocultamente, en secreto. Sin embargo, los pecados cometidos en la actualidad, se realizan abiertamente, en público. Pero amigo oyente, el pueblo de Dios nunca llegará al punto en que esté satisfecho con el pecado. Si usted puede vivir en el pecado y al mismo tiempo, ser feliz, de una cosa puede usted estar seguro: usted no es un hijo de Dios. Recordemos la parábola del hijo pródigo, que estudiamos en el Evangelio de Lucas. El hijo pródigo nunca se sintió feliz viviendo en la pocilga, con los cerdos, y como tenía un padre, al final tuvo que expresar su verdadero deseo, diciendo: "regresaré a mi padre". Lo cual demostró que él no tenía la naturaleza de un cerdo que lógicamente, se encuentra cómodo en su entorno natural. Un hijo necesita vivir en la casa de su padre, porque tiene la misma naturaleza que él. En este pasaje Dios dejó esta idea claramente expuesta. Dios expuso esta idea claramente en este pasaje. Dice el versículo: "En aquel día no serás avergonzada por ninguna de las obras con que te rebelaste contra mí".

Y el versículo finaliza diciendo: "Porque entonces quitaré de en medio de ti a los que se alegran en tu soberbia, y nunca más te envanecerás en mi santo monte". Este pasaje nos habla de aquel día futuro en el que los humildes y mansos heredarán la tierra. Hoy en día este mundo se encuentra bajo el control de otras manos, y no lo están ejerciendo precisamente muy bien. En el versículo 12 de este capítulo 3 de Sofonías, leemos:

"Y dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, el cual confiará en el nombre del Señor."

Cuando Babilonia tomó al reino de Judá cautivo, tuvieron lugar tres deportaciones de esclavos, pero los conquistadores nunca se llevaron a todo el pueblo. Los pobres, enfermos o que tuvieran alguna deficiencia física, no fueron llevados a Babilonia. Podemos imaginarnos como se sintieron. Era terrible ser llevados a Babilonia como esclavos, pero fue realmente peor ser dejados atrás. Pero el Señor dijo que Él se ocuparía de cuidar a los pobres y humildes. Observemos que a través de todas las Sagradas Escrituras, el Señor frecuentemente mencionó el hecho de que Él se ocuparía de que los pobres y humildes obtuvieran un trato justo y adecuado a sus necesidades. El único que hoy ha presentado un programa integral de ayuda a los pobres, que se ocupe de sus necesidades materiales y espirituales, es el Señor Jesucristo. Si usted se encuentra en esa condición, ya sabe a quién tiene que acudir. A continuación en el versículo 13 de este capítulo 3 de Sofonías, leemos:

"El remanente de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni en boca de ellos se hallará lengua engañosa; porque ellos serán apacentados, y dormirán, y no habrá quien los atemorice."

"El remanente de Israel no hará injusticia". - dice este versículo. Dios siempre tuvo un remanente y habrá un remanente muy numeroso en el milenio.

Continúa diciendo el versículo "ni dirá mentira, ni en boca de ellos se hallará lengua engañosa" en primer lugar, cuando Él dijo que llegaría un día en el que ellos no harían estas cosas, parecería indicar que ellos una vez las hicieron. El pueblo de Dios se entregó al pecado, aunque no de forma permanente. Pero, como ya hemos dicho, los cristianos no pueden continuar viviendo en el pecado. Quizá se ensucien los pies, quizá entren a la pocilga a la que entró el hijo pródigo pero, sencillamente, no se quedarán en ese lugar.

Dice además este versículo, "pero ellos serán apacentados, y dormirán, y no habrá quien los atemorice". Todo lo aquí descrito se cumplirá el día en que Dios coloque a Su pueblo en la tierra y se la entregue. Aquí surge una pregunta. ¿Estamos preparados para decir que lo que ya ha sucedido y lo que está sucediendo hoy en Israel es el cumplimiento de la profecía? ¿Es realmente cierto que en la actualidad nadie los atemoriza? Amigo oyente, desde que Israel se ha instalado en esa tierra, no ha tenido un momento en que no hayan sentido temor.

Ahora, vamos a leer una descripción del día en que el Rey establezca Su reino sobre la tierra: en los versículos 14 y 15 de Sofonías 3, leemos

"Canta, oh hija de Sion; da voces de júbilo, oh Israel; gózate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén. El Señor ha apartado tus juicios, ha echado fuera tus enemigos; El Señor es Rey de Israel en medio de ti; nunca más verás el mal."

Aquí se indica que el Señor Jesús vendrá a la tierra y el mal será quitado y, como dijo el profeta Isaías: "la tierra será llena del conocimiento de la gloria del Señor, como las aguas cubren el mar". Después, en el versículo 16, leemos:

"En aquel tiempo se dirá a Jerusalén: No temas; Sion, no se debiliten tus manos."

Jerusalén tiene motivos hoy para tener temor e incertidumbre, pero en aquel día sus habitantes no tendrán nada que temer. El consejo a no desanimarse fue una forma de decirles que se ocuparan en desarrollar su confianza en el Señor. Y después, el versículo 17, muy conocido, nos dice:

"El Señor está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos."

Este es un hermoso versículo que nos indica que Dios tiene un propósito. Nos hace pasar por la noche del juicio para conducirnos hacia la luz de un nuevo día. Y Él hace todo esto para que llegue un día en el que pueda descansar en Su amor. Amigo oyente, Dios le ama a usted y me ama a mí, y no sé en cuanto a usted, pero dudo muy seriamente que Dios pueda descansar en Su amor por mí. Él puede decir de algunos cristianos: "Bueno, todavía no son perfectos; parece que no han madurado lo suficiente; aún parecen estar llenos de defectos. Tienen una tendencia apartarse, o desviarse en cualquier momento". O sea que Dios no puede hoy descansar en los frutos de Su amor, pero llegará el día, cuando estaremos en el cielo, en que seremos semejantes a Él, después de que nos haya colocado en la mesa de operaciones. Entonces nos llevará consigo. ¡Qué imagen más gloriosa y maravillosa tenemos aquí! En los versículos finales, los versículos 18 hasta el 20, de este capítulo 3 de Sofonías, leemos:

"Reuniré a los fastidiados por causa del largo tiempo; tuyos fueron, para quienes el oprobio de ella era una carga. He aquí, en aquel tiempo yo apremiaré a todos tus opresores; y salvaré a la que cojea, y recogeré la descarriada; y os pondré por alabanza y por renombre en toda la tierra. En aquel tiempo yo os traeré, en aquel tiempo os reuniré yo; pues os pondré para renombre y para alabanza entre todos los pueblos de la tierra, cuando levante vuestro cautiverio delante de vuestros ojos, dice el Señor."

Amigo oyente, éste será el día de la luz. Y será un día glorioso para Israel, y también va a ser un día glorioso para la iglesia, porque Dios nos está haciendo pasar a nosotros hoy a través del crisol. Nos está haciendo pasar a través de pruebas. Y creemos que las cosas gloriosas del cielo no van a ser las calles de oro; no van a ser las puertas de perlas, no será el hecho de que Él va a enjugar toda lágrima. Lo más glorioso en el cielo, amigo oyente, será que le vamos a agradecer al Señor por cada prueba, y por cada carga que Él haya colocado sobre nosotros durante nuestra vida en la tierra.

Concluimos hoy dejando con usted este expresivo poema:

"De la mina y de la oscuridad, de la humedad y del moho, del horno del fuego, sale cada pepita de oro, aplastada en átomos y finalmente nivelada hasta convertirse en el polvo más humilde, sin ningún corazón que se compadezca, sin ninguna mano en que la que confiar. Fundida, martillada y golpeada, parece que nunca va a quedar terminada. Ah, para sufrir pruebas tan ardientes; ¿Que habrá hecho la pobre pepita de oro? Sería misericordioso dejarla, entre la humedad y el moho. Si esta es la gloria del vivir, entonces es mejor ser escoria, que oro. Pero finalmente saldrá de debajo de la prensa y el rodillo, a las mandíbulas de la imprenta, estampada con el emblema de la libertad, sin ningún defecto o imperfección; Ah, qué alegría la de ser refinada, de la humedad y del moho, estampada con la gloriosa imagen. ¡Oh, hermosa moneda de oro!" 

Estudio bíblico de Sofonías 3:1-8

Hemos observado al estudiar los capítulos anteriores que el profeta, como portavoz de Dios, utilizó un lenguaje muy descriptivo y claro, para advertirle al pueblo acerca de los juicios futuros que iba a tener que soportar a causa de su alejamiento, obstinado y rebelde, del Altísimo. Anteriormente, en el capítulo 2, vimos que el juicio de Dios también era para toda la Tierra, que se extendería por todo el mundo, y eso incluiría a cada nación y pueblo.

Los primeros ocho versículos de este capítulo 3 hablan sobre el juicio a la nación de Israel con firmeza y argumentos claros. El profeta había regresado a la ciudad de Jerusalén para hablar a sus habitantes de un juicio venidero. Es interesante comparar estas expresiones del profeta con unas palabras de Jesucristo, que encontramos en el capítulo 21 del Evangelio de Mateo. Allí, las palabras de juicio de Jesucristo aun sobrepasaron a las pronunciadas por el profeta Sofonías.

Ahora, veremos que Dios volvió a pronunciar palabras de juicio y muy específicamente sobre los sufrimientos que vendrían sobre Su propio pueblo, sobre su amada ciudad Jerusalén.

Los primeros versículos 1 y 2, de este capítulo 3 de Sofonías, nos dicen:

"¡Ay de la ciudad rebelde y contaminada y opresora! No escuchó la voz, ni recibió la corrección; no confió en el Señor, no se acercó a su Dios."

Jerusalén era el centro espiritual del pueblo porque allí estaba el templo. En ella habitaban y servían los sacerdotes. También albergaba a los intelectuales, los escribas, aquellos que tenían acceso a la Palabra de Dios. Recordemos que siglos más tarde, cuando llegaron a Jerusalén un grupo de sabios desde el Oriente, fueron los escribas los que pudieron informarles del lugar exacto en dónde, según las profecías, iba a nacer el Mesías. Lamentablemente, ellos tenían mucho conocimiento, mucha información, muchos estudios, pero carecían del necesario interés para contrastar y revisar las Escrituras para comprobar si en ellas había alguna información válida y útil. Los escribas conocían la letra de la ley de memoria, pero se les escapó el percibir y comprender el espíritu de la misma.

Dios fundamentó su condenación por el estado en el que encontró a la ciudad amada, a Jerusalén, porque estaba contaminada y opresora. Dios no se refirió a una contaminación física. La contaminación a la que Dios hizo mención no era material y tangible, que se pudiera observar en el exterior, en las calles o plazas de la ciudad, sino una mucho más dañina, porque Él la halló en el interior, en el espíritu, en la mente y en el alma de sus habitantes. Dios señaló que la verdadera causante de una sociedad corrompida era la lógica consecuencia de una contaminación interna, dentro del ser humano.

Este principio es válido también en nuestra era, para nuestro siglo 21. El interior del ser humano alberga emociones y sentimientos contradictorios, buenos y malos, pero es su voluntad la que decidirá cual predominará en cada situación que a diario afrontamos. Uno de los ejemplos más actuales y gráficos podría ser la grave contaminación ambiental que sufre nuestro planeta. Se convocan congresos y reuniones internacionales en donde se estudian y se analizan las causas y consecuencias de una situación ya extrema y casi irreversible que degenera la vida en nuestra tierra. Siempre las conclusiones y los acuerdos parecen razonables y beneficiosos, pero no todas las naciones convocadas firman y se comprometen a trabajar seriamente en cambiar las leyes permisivas, porque hay demasiados intereses comerciales que perjudicarían la economía y su política. A una escala más modesta, cada persona sensible a este tema podría aportar su "granito de arena", colaborando por ejemplo, en el reciclado de sus propios residuos; pero, no todas las personas son consecuentes, porque esto significa más trabajo y molestias. La contaminación en el exterior que nos rodea es el reflejo de la contaminación de nuestro ser interior.

En el aspecto espiritual este concepto también es válido. El hombre y la mujer que, con un corazón sincero y con genuino arrepentimiento se han acercado a Dios, proyectarán su paz interior, porque han encontrado su paz en Jesucristo, y están en paz con Dios; del interior de un verdadero cristiano saldrá la luz de Cristo, el amor de Cristo, la sensibilidad y la entrega de Cristo, porque quiere ser y vivir como Cristo. ¡Cómo cambiaría nuestro planeta si los que se denominan "cristianos" vivieran y se comportaran como Aquel cuyo nombre llevan! Se acabarían muchos conflictos y problemas de toda índole, sociales, económicos y por supuesto, espirituales. Éste nuestro mundo disfrutaría de solidaridad, de justicia, de paz, amor y unidad. Suena a utopía, a una fantasía o un sueño imposible, pero eso es exactamente lo que Dios ha prometido a los Suyos, a Sus hijos, a todos los miembros de la familia de Dios.

Regresamos a nuestro texto de estudio en el libro profético de Sofonías, capítulo 3. Las palabras de condenación de parte de Dios fueron pronunciadas contra la ciudad de Jerusalén. Ésta era una ciudad privilegiada. Dentro de sus muros la ciudad vivió situaciones y oportunidades gloriosa, pero también terribles y dramáticas.

Ahora, ¿por qué señaló, o eligió Dios a esa tierra? Jerusalén era una ciudad privilegiada porque en ella estaba el Templo de Dios. Sus habitantes tenían acceso al Templo, una estructura majestuosa e impresionante, visible desde lejos. El pueblo podía llevar al Templo sus ofrendas, y celebrar allí las ceremonias y fiestas tradicionales que Dios les había ordenado. Los habitantes de Jerusalén tenían acceso a la Palabra de Dios, y por todo ello se les consideró muy privilegiados. Pero, por tener más posibilidades y más conocimientos, el juicio de Dios iba a ser mucho más severo que el de cualquier otra ciudad. Dios no sólo la llama una ciudad rebelde y contaminada, sino que la llamó una ciudad "opresora". Jerusalén era una ciudad "opresora" porque no tuvo en cuenta los derechos de los demás, especialmente de los pobres. Era una ciudad que oprimía a los pobres, y Dios como juez justo, condenó ese desacato a sus leyes que eran muy claras al respecto.

Tristemente siempre, y en cualquier parte del mundo, han existido personas menos favorecidas, que apenas pueden subsistir con lo mínimo. De hecho, en nuestro mundo tan sofisticadamente tecnológico, cada pocos segundos muere un niño de HAMBRE, no de enfermedad: esa estadística es terrible. Hay mucha hipocresía en cuanto al trato social y humanitario que el llamado "primer mundo" da a las áreas menos favorecidas del planeta. La Tierra produce suficientes recursos como para alimentar a toda la población mundial, pero por intereses económicos y compromisos políticos de muchos gobiernos, de multinacionales, y negocios particulares, la riqueza de nuestro planeta no llega a repartirse de una forma justa como para erradicar, al menos, el hambre.

Dios, por lo tanto, y por medio del profeta Sofonías, dijo que Él iba a juzgar a esta ciudad por su egoísmo, falta de sensibilidad social, pero también, por no cumplir con Sus leyes que hablaban claramente acerca de la ayuda que había que brindar a los pobres, las viudas y los huérfanos. Con toda claridad, Dios denunció además, otras actitudes de Su pueblo. Dijo: "No escuchó la voz". Es decir, que esta ciudad había escuchado la voz de Dios, pero no hizo caso, y había sido desobediente a Él.

Continuó en el mismo versículo: "Ni recibió la corrección". Anteriormente Dios ya había enviado un duro castigo por la rebelión de Su pueblo. Ciento ochenta y cinco mil asirios asediaron los muros de Jerusalén lo que produjo una situación de mucho terror y espanto entre los habitantes dentro y fuera de Jerusalén. Se podría pensar que con esa terrible experiencia habrían aprendido la lección, y se habrían vuelto a Dios, con arrepentimiento y buscando en Él su eterno refugio y amparo. Pero, tristemente, no fue así.

Si nos trasladamos a nuestro siglo presente podemos observar que hay personas que dicen creer en Dios, y afirman ser "creyentes" en Dios. Cuando pasan por situaciones difíciles y por pruebas duras de la vida, parece que sus sufrimientos no les cambian, ni se preguntan el "para qué" de sus dificultades. Sabemos, por las promesas de Dios que tenemos en la Biblia, que Dios no permite que nada suceda a los Suyos, a sus hijos, a no ser que haya un propósito definido detrás de esa situación. Así es que, esa privilegiada ciudad de Jerusalén, como muchos de nosotros, no aceptó, o no recibió la corrección. No aprendió la lección. No confió en el Señor. Cuando el Estado de Israel celebró su vigésimo aniversario, los primeros veinte años de la creación de la moderna Nación de Israel, se publicó este lema: "La ciencia traerá paz a esta tierra". Bueno, amigo oyente, la Biblia dice que el Mesías es el Príncipe de Paz, y Él es el único medio para que Israel llegue a disfrutar la verdadera y estable PAZ. Pero ellos todavía no confían plenamente en Dios. Muchos creen que es la ciencia la que logrará un desarrollo que potenciará la estabilidad económica, política y social. Después de celebrar ese aniversario, y todos los siguientes, todos sabemos que Israel continúa afrontando grandes problemas que parecen no tener solución. La ciencia no trajo la anhelada paz a esa tierra.

Sigue diciendo: "No confió en el Señor, no se acercó a su Dios". Pocos seres humanos se sienten inclinados a buscar a Dios, a indagar y aprender con un interés genuino, no sólo por hallar satisfacción de una necesidad intelectual, sino por un profundo anhelo de su corazón. En lo más profundo del ser humano hay un deseo de libertad, un deseo de vivir sin ataduras, que choca contra todo tipo de represión; ése es el principio de la rebelión contra las reglas humanas, pero también hacia las leyes de Dios. Los habitantes de Jerusalén habían olvidado el primer mandamiento que Dios les había ordenado: "Amarás a tu Dios, de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas". (Deuteronomio 6, versículo 5) ¡Qué cuadro triste nos describió aquí Sofonías, el profeta! Y Dios no había concluido todavía. En el versículo 3 de este capítulo 3 de Sofonías, dijo:

"Sus príncipes en medio de ella son leones rugientes; sus jueces, lobos nocturnos que no dejan hueso para la mañana."

Dios estaba hablando acerca de los líderes de la ciudad, de sus príncipes, y de sus jueces, y los estaba comparando con unos animales feroces, rugientes, y hambrientos de presas fáciles, porque los comparó con leones rugientes y lobos nocturnos, que estaban dispuestos a aterrorizar de día y noche. ¿Por el bien del pueblo? Con toda seguridad que sólo era para el enriquecimiento propio.

Continuó diciendo el Señor: "No dejan hueso para la mañana". Es decir, que ellos estaban dispuestos a sacar todo el provecho que pudieran de esa situación. Y Dios, desde los cielos observaba ese comportamiento indigno y ruin; Dios no quedó impasible ante esas actitudes abusivas que causaban el sufrimiento de los más débiles. Y por ello Dios juzgó a los dirigentes del pueblo. Nadie se puede burlar de Dios y pasar por alto sus mandamientos que son justos y rectos para todos, sin excepción. En el versículo 4, el profeta, por orden de Dios continuó diciendo:

"Sus profetas son livianos, hombres prevaricadores"

¡Qué terrible afirmación pronunció Dios en este versículo sobre los dirigentes espirituales de Su pueblo! Aquellos a quienes se les había confiado la dirección y la formación espiritual del pueblo no cumplían con su responsabilidad. Decepcionaban a Dios y fallaban a las personas confiadas a sus cuidados. En vez de ser genuinos representantes de Dios, que enseñaban y vivían los preceptos de Dios, aquí el Señor enjuició a los profetas de Jerusalén de ser "livianos", sin peso ni autoridad espiritual, ni moral. No eran modelos a seguir, porque, probablemente, habían llegado a ser "profesionales" de la religión, pero no eran líderes espirituales, con corazón de pastores de almas. Cuando el Señor dijo que sus profetas son livianos, hombres prevaricadores, los llamaba chantajistas, y estafadores religiosos. Esta afirmación nos recuerda la terrible denuncia que hizo, siglos más tarde, Jesucristo acerca de los líderes religiosos de su tiempo. Continúa el versículo 4:

"Sus sacerdotes contaminaron el santuario"

¡Qué situación más espantosa! Los sacerdotes no solamente contaminaron el santuario, por su falta de santidad, obediencia, respeto y compromiso con su alto y privilegiado cargo, sino que su manera de conducirse produjo en el pueblo y en aquellos que los rodeaban, una grave pérdida de respeto por todo aquello que para Dios era sagrado y santo. El pueblo ya no tenía ningún aprecio o devoción religiosa, a causa de la conducta de sus sacerdotes y dirigentes espirituales.

El mismo versículo 4 finaliza con una afirmación importante:

"Falsearon la ley."

El profeta, por mandato de Dios, enumeró las diferentes facetas de los pecados de los profetas y dirigentes espirituales, y concluyó que los responsables no sólo dejaron de enseñar la Ley correctamente, sino que llegaron al punto de tergiversar, de cambiar la Ley. Engañaron y estafaron espiritualmente al pueblo al falsear y dejar de enseñar la Palabra de Dios. Continuamos con el versículo 5, y leemos:

El Señor en medio de ella es justo, no hará iniquidad; de mañana sacará a luz su juicio, nunca faltará; pero el perverso no conoce la vergüenza.

Dios, por su propia naturaleza es JUSTO, no toma venganza ni emite juicios a capricho. Si Dios, viendo que Su pueblo practica el mal, no hiciera nada al respecto, parecería como si Él estuviera aprobando su comportamiento. Dios advirtió que Él iba a iniciar Su juicio cuando ordenó a Sofonías a profetizar: "No hará iniquidad; de mañana sacará a luz su juicio, nunca faltará; pero el perverso no conoce la vergüenza".

En los versículos 6 al 8, tenemos un cuadro del período de la Gran Tribulación, un bosquejo de lo que vendrá en el futuro, el gran día del Señor, ya anunciado a través de los siglos. Dios finalizó con su veredicto sobre el juicio que iba a acontecer a Jerusalén y, a continuación, dirigió un mensaje a las naciones del mundo, en "los días postreros". Leemos el versículo 6 de este capítulo 3:

"Hice destruir naciones; sus habitaciones están asoladas; hice desiertas sus calles, hasta no quedar quien pase; sus ciudades están asoladas hasta no quedar hombre, hasta no quedar habitante."

Hoy en día hay muchas facilidades para viajar y conocer otros países y otras culturas. Tiene un atractivo especial el visitar las ruinas de grandes civilizaciones pasadas, lejanas en la historia de la humanidad. Caminar entre las ruinas de las esfinges y las pirámides, en Egipto, o por los restos arqueológicos griegos, nos puede dar una idea de la grandiosidad de esas civilizaciones, de su cultura y grandes avances en la astronomía, la arquitectura y las artes. Por ejemplo, en programas anteriores hablamos de la ciudad de Ostia, donde se encuentran las ruinas de los lugares de diversión y recreo de los romanos; es un lugar situado a unos 32 kilómetros de Roma que, a pesar de haber sido tan famosa, no es muy conocido en la actualidad. Allí era donde Roma celebraba sus bacanales; al visitar esas ruinas todavía se pueden apreciar las piedras del camino romano que eran recorridas por los carros de aquellos días; hace unos siglos esas calles y esos lugares estaban llenos de gente y de vida. Es difícil creer que una ciudad grande como la de Nueva York, o cualquier otra capital del mundo, un día llegarán a ser una ciudad desolada. En el versículo 7 de este capítulo 3 de Sofonías, Dios dijo:

"Dije: Ciertamente me temerá; recibirá corrección, y no será destruida su morada según todo aquello por lo cual la castigué. Mas ellos se apresuraron a corromper todos sus hechos."

Las advertencias que se profetizaron, esos juicios menores que vinieron sobre las naciones, no tuvieron ningún efecto. Este comportamiento desembocará en un futuro en el llamado "gran día de del Señor", que será el período de juicio que vendrá sobre esta tierra. Leemos el siguiente versículo 8:

"Por tanto, esperadme, dice el Señor, hasta el día que me levante para juzgaros; porque mi determinación es reunir las naciones, juntar los reinos, para derramar sobre ellos mi enojo, todo el ardor de mi ira; por el fuego de mi celo será consumida toda la tierra."

Esta tierra en la cual usted y yo vivimos, amigo oyente, se está dirigiendo a su propio juicio. La mayoría de sus habitantes no lo creen, pero nos estamos dirigiendo al juicio, y este juicio será cuando el Señor Jesucristo regrese, por segunda vez, a la Tierra. Comenzará ese período llamada "Gran Tribulación", y finalizará cuando Jesucristo regrese.

Vamos a concluir por hoy con ese pensamiento: todos nos tendremos que enfrentar un día al Creador, a un Dios vivo y real, que es un Juez justo, y un Padre amante. Según en qué relación hemos vivido aquí en la Tierra con Él, si como hijos y parte de Su familia, o como ajenos a Su amor y a Sus mandamientos, nos enfrentaremos a un Juez, o a un Padre.

Estudio bíblico de Sofonías 2:3-15

En los primeros tres versículos, vimos que Sofonías estaba enviando el último llamado de Dios a la nación para que se arrepintiera y regresara Él. Comenzó diciendo: "Congregaos y meditad". Creemos que estas palabras estaban indicando aquí un llamado a reunirse como un grupo de adoradores, para que clamaran a Dios que los liberase, y para que también ellos pudieran abandonar sus pecados. Dios llamó al pueblo a: "Congregaos y meditad, Oh nación sin pudor".

Los pecados de esta gente habían causado que Dios trajera ese juicio sobre ellos, pero no se trataba de que Él no los amara. En realidad, el pecado de ellos había alcanzado un nivel en la que estaban por así decirlo, inmunes a la vergüenza; no tenían ningún sentido del pudor. Ellos no expresaban ninguna vergüenza en su comportamiento. Creemos que uno podría decir que no tenían ninguna sensibilidad en cuanto al pecado. Estaban pecando con impunidad. Ellos pecaban abiertamente, y en realidad, hasta se jactaban de hacerlo. Creemos que nuestra situación en el presente es similar a ésta que se describe en este pasaje. Hay personas que se admiran cuando decimos que nos encontramos en una situación terrible, y no es que nosotros digamos que ahora estemos en una condición peor que en el pasado. Sino que en otras épocas, la gente pecaba, pero no lo hacía tan abiertamente. Lo hacía a escondidas, el pecado se cometía en un lugar donde nadie podía observar al que se implicaba en él. No se hacía alarde del pecado ante la sociedad o el mundo.

La gente no se jactaba de hacerlo como ocurre en el presente. O sea que, no era una forma de pecar descarada como ocurre en nuestro tiempo. Cuando alguien se jacta hoy en día ante los medios de difusión, especialmente en la televisión, de estar viviendo en una situación que otros considerarían como irregular o inmoral, normalmente los demás asistentes al programa le admiran por la tolerancia de sus ideas, y por el valor de llevarlas a la práctica sin ocultarlas ni avergonzarse de ello. O sea, que lo que antes tendía a ocultarse por considerarse anormal, ahora ha pasado a ser la regla general, y el que no lo acepte, será calificado como retrógrado o intolerante. No creemos que haya más pecado en esta época, sino que ahora se presenta abiertamente, como una especia de avance o progreso en las relaciones humanas y sociales. Muchos han perdido ese sentimiento de pesar, de tristeza, por haber cometido un pecado. Ahora se consideraría un remordimiento de tal tipo como una expresión de deseos reprimidos. Sin embargo, ya en aquellos días de Sofonías, se había llegado a esa situación de convivencia en sociedad, y ese era el problema con esta nación de la cual nos estaba hablando el profeta. Aquí en el versículo 2 de este capítulo 2, dice:

"Antes que tenga efecto el decreto, y el día se pase como el tamo; antes que venga sobre vosotros el furor de la ira del Señor, antes que el día de la ira del Señor venga sobre vosotros."

El profeta estaba expresando aquí urgencia. Quería que adoptaran esa actitud antes de que Dios comenzara a actuar en juicio, porque cuando uno cruza esa línea y Dios comienza a actuar en juicio, uno descubre que ya es demasiado tarde para rectificar o volver atrás. Y entonces, dijo aquí en el versículo 3:

"Buscad al Señor todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre; quizá seréis guardados en el día del enojo del Señor."

En aquellos días existía un remanente del pueblo que era fiel a Dios, de la misma manera en que hoy encontramos un remanente en la iglesia. Sin lugar a dudas, en las iglesias del presente, no interesa cuales sean las tendencias que ellas predominen, hay aún un número de creyentes verdaderos, que son miembros de estas iglesias. No sabemos hasta donde llega la práctica de su fe, y no estamos en condiciones de juzgarles nosotros aquí, pero ese remanente es una realidad. Dios siempre ha tenido un remanente en el mundo. Aparentemente, aquí se estaba hablando a aquellos que formaban parte de ese remanente. Ellos también debían de tener mucho cuidado con sus vidas. Debían buscar la justicia, procurar la mansedumbre. No tenían que estar llenos de arrogancia, de orgullo y de amor propio. Este era uno de los grandes pecados de esa nación. Y ése es el peligro que también existe hoy entre los creyentes. Hoy suele verse el orgullo de la fe, y el orgullo de la gracia. Hay algunas personas que se sienten orgullosas por haber sido salvadas por gracia, y ellos piensan que eso es algo de lo que deben jactarse. Es como si ellos fueran algo especial y particular del Dios todopoderoso y se jactan de ello. Amigo oyente, nosotros tenemos que reconocer que no podemos jactarnos ni enorgullecernos de nada. El apóstol Pablo dijo que él mismo no tenía de qué jactarse. Y, amigo oyente, si Pablo no tenía de qué gloriarse, estamos seguros que ninguno de nosotros lo tenemos. Existe también el peligro de jactarse o enorgullecerse del hecho de que somos hijos de Dios. Por el contrario, esa relación tendría que llevarnos a una actitud de humildad y mansedumbre.

Aquí en el versículo el profeta dijo: "Buscad mansedumbre; quizá seréis guardados en el día del enojo del Señor". Eso es algo realmente glorioso, maravilloso. Es una experiencia inigualable el ser guardados y protegidos como si estuviéramos en la hendidura de una roca, el ser cubiertos por la protección del Todopoderoso. Los hijos de Dios deben reconocer que aunque ellos no pasen a través del período de la Gran Tribulación, pueden experimentar mucho juicio y muchos problemas, de la misma manera en que les sucedió con este pueblo del tiempo de Sofonías. Ellos no pasaron por el día grande del Señor, pero por cierto que pasaron a través de un pequeño período de tribulación. Ahora bien, uno habla en cuanto a la Gran Tribulación, pero, ¿qué diremos en cuanto a la pequeña tribulación? Todos nosotros vamos a tener que enfrentarnos con pruebas y tribulaciones en esta vida. Vamos a hacer frente a problemas. El apóstol Pablo, en Romanos 8, dijo que gemimos en nuestros cuerpos, así como toda la creación gime, pero eso no quiere decir que nosotros nos encontremos en el período de la Gran Tribulación.

Llegamos aquí a una nueva sección que comienza con el versículo 4 de este capítulo 2, y continúa hasta el versículo 8 del capítulo 3. Aquí tenemos el juicio de la nación, y esto nos revela que Dios juzga a todas las naciones de la tierra. Amigo oyente, el Dios de la Biblia no es solamente una deidad local. No se encuentra encasillado en un lugar de la historia. Quizá ese haya sido uno de los errores cometidos por la raza blanca en su intento de tratar de cristianizar a otros pueblos. Lo que han hecho muchos miembros de la raza blanca, es difundir el evangelio, sí, pero luego han intentado que los pueblos evangelizados vivieran como ellos, y les han llevado sus costumbres, y su modo de vida. Bueno, hay muchas clases de razas viviendo sobre la superficie de la tierra. Todas ellas están formadas por personas por las cuales Cristo murió, y nuestra labor, amigo oyente, es la de llevarles el evangelio, llevarles la Palabra de Dios, y luego dejar que ellos vivan esta nueva vida en el contexto de su propia cultura, con sus propias costumbres, y normas de vida, de la misma manera en que nuestros antepasados recibieron el mensaje del Evangelio. Quizá algunos de nuestros antepasados más lejanos eran paganos, que comían la carne cruda y vivían en una cueva. Pero el evangelio hizo mucho por ellos, sin que los misioneros primitivos trataran de hacer que esta gente cambiara su forma de vivir. Aparentemente desarrollaron su propia civilización, y eso es lo que nosotros debemos hacer con los demás en un mundo globalizado, en el que el mensaje de Cristo llega a tantos pueblos y culturas.

El Dios de la Biblia es el Dios de este universo. Es el Creador de la humanidad y del universo, y es el Redentor de la humanidad. Notemos ahora que Él va juzgar a estas naciones, y no sólo a Su propio pueblo. Él juzga a otras naciones por su pecado. Dios ha establecido ciertas normas que son para todo el mundo. Han sido escritas en los Diez Mandamientos. Dios se las dio a Moisés, porque todas las naciones tienen un sentido de lo bueno y de lo malo. Y quizá varíen en su opinión al considerar lo que es bueno y lo que es malo. Amigo oyente, Dios le ha dado a las naciones ciertas normas, y usted puede encontrar estas reglas en todas las naciones del mundo. No habría ninguna nación civilizada si no se reconocieran ciertas normas o principios universales. Cuando los pueblos se apartan del Dios vivo y verdadero, entonces se hunden en la peor clase de paganismo que pueda existir, perdiendo hasta el control de su propia dignidad como seres humanos. Y llegan al punto en que Dios los tiene que abandonar, como hemos visto ya. Notemos ahora que Él comenzó Su juicio de la nación aquí en el versículo 4, de este capítulo 2 de Sofonías, donde dijo:

"Porque Gaza será desamparada, y Ascalón asolada; saquearán a Asdod en pleno día, y Ecrón será desarraigada."

Aquí se mencionan cuatro de las ciudades de los filisteos. Estas iban a ser juzgadas también. Ahora, alguien quizá diga: "¿Por qué no se mencionó a Gad, ya que era un lugar tan prominente?" Bueno, en esta época, Gad estaba bajo el control del reino del sur, o de Judá. Pero estas otras cuatro ciudades, Gaza, Ascalón, Asdod y Ecrón, iban a ser juzgadas.

Gaza sería desamparada, y Ascalón asolada. Este detalle es interesante, ya que dijo que Gaza sería desamparada y, efectivamente, así lo ha sido hasta el día de hoy. Y Ascalón es actualmente una zona desolada. Existe un lugar llamado Ascalón hoy, pero no está sobre las ruinas de la antigua Ascalón. La antigua Ascalón se encuentra en la costa. Allí están las ruinas del templo de Dagón.

Y después, también en el versículo 4, se nos dijo: "Saquearán a Asdod en pleno día". Asdod fue saqueada, y lo interesante fue que sucedió en pleno día y la referencia es al mediodía. En aquella tierra la costumbre era de hacer una pausa después de comer. Esto es lo que en algunos países de América Latina se conoce como la hora de la siesta e incluso durante ese tiempo se cierra el comercio. El clima de ciertos países hace que la gente no quiere trabajar en la peor hora del calor del día.

Pues bien, así era Asdod, un lugar bastante caluroso, aunque estaba en la costa del mar, y dice aquí que sería destruida en pleno día. O sea que, el ataque, al sorprenderles en pleno día los tomaría completamente desprevenidos. Y así fue, Asdod desapareció totalmente, y ahora en la actualidad, está bajo control israelí. Los israelíes han construido edificios de apartamentos en esa zona. También han construido un puerto, que es uno de los principales de ese país. Más recientemente aún, se instaló allí una refinería de petróleo. Pero en aquel día, dice aquí, la ciudad sería completamente saqueada. No han quedado ruinas en ese lugar. Y aquí también dice en este mismo versículo: "Y Ecrón será desarraigada". Es decir que fue arrasada completamente. En el versículo 5, de este capítulo 5 de Sofonías, leemos:

"¡Ay de los que moran en la costa del mar, del pueblo de los cereteos! La palabra del Señor es contra vosotros, oh Canaán, tierra de los filisteos, y te haré destruir hasta no dejar morador."

Aquí se habló de la nación de los cereteos. Ellos llegaron allí procedentes de la isla de Creta, y evidentemente eran los filisteos. La palabra "filisteo" significa, en realidad, emigrante. Y ellos habían inmigrado de aquel país. Esto, digamos de paso, debería responder a la duda que tienen algunos críticos que dicen: "¿Qué derecho tiene Israel para haber expulsado a los filisteos, si esa era su tierra natal?" Pero, amigo oyente, muchos otros consideran que ésa no era su tierra natal. Israel estuvo allí mucho antes de que llegaran los filisteos. Abraham, Isaac y Jacob estuvieron en esa tierra, y también sus descendientes fueron residentes allí. De allí partieron a la tierra de Egipto; y en ese intervalo, los filisteos, se introdujeron en este país como inmigrantes.

"La palabra del Señor es contra vosotros, oh Canaán, tierra de los filisteos, y te haré destruir hasta no dejar morador". Aquí tenemos el anuncio del juicio de aquel pueblo, que ha desaparecido. Y en el versículo 6, leemos:

"Y será la costa del mar praderas para pastores, y corrales de ovejas."

Y así ocurriría en aquella región, y esta condición existió durante más de 1.000 años, en realidad, casi 2.000 años. Aquí en el versículo 7, leemos:

"Será aquel lugar para el remanente de la casa de Judá; allí apacentarán; en las casas de Ascalón dormirán de noche; porque el Señor su Dios los visitará, y levantará su cautiverio."

Esta fue la promesa de Dios a Su Pueblo de que Él los haría regresar de su cautiverio, para habitar en la tierra de Filistia, que era parte del territorio que Dios había entregado a Abraham. Al contemplar hoy esa tierra, no consideramos esta situación como el cumplimiento de esta profecía, porque creemos que el pueblo de Israel será expulsado nuevamente de esa tierra, antes del retorno final de Cristo. Ahora el profeta se desplazó en su relato del oeste al este y hacia las naciones vecinas. Continuemos leyendo en los versículos 8 y 9, de este capítulo 2 de Sofonías:

"Yo he oído las afrentas de Moab, y los denuestos de los hijos de Amón con que deshonraron a mi pueblo, y se engrandecieron sobre su territorio. Por tanto, vivo yo, dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel, que Moab será como Sodoma, y los hijos de Amón como Gomorra; campo de ortigas, y mina de sal, y asolamiento perpetuo; el remanente de mi pueblo los saqueará, y el remanente de mi pueblo los heredará."

Una de las zonas más pobres se encuentra en el reino Hashemita de Jordania. Ocupa el territorio que abarcaba la tierra de Moab, y a la tierra de los Amonitas. La capital actual es Amán, y algunas zonas de este país ofrecen un aspecto desolado. Toda esta profecía fue cumplida en el pasado. Después, en el versículo 10 de este capítulo 2 de Sofonías, leemos:

"Esto les vendrá por su soberbia, porque afrentaron y se engrandecieron contra el pueblo del Señor de los ejércitos."

Aquí vemos que ellos fueron juzgados por su soberbia, y el orgullo fue la causa por la cual el diablo pecó al principio. Y en el versículo 11, dice:

"Terrible será el Señor contra ellos, porque destruirá a todos los dioses de la tierra, y desde sus lugares se inclinarán a él todas las tierras de las naciones."

Dios va a juzgar a la nación de Israel, y a las naciones del mundo, porque le ignoraron. Como dice la epístola de San Pablo a los Romanos 1:21 al 23, "a pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su insensato corazón. Aunque afirmaban ser sabios, se volvieron necios y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes que eran réplicas del hombre mortal, de las aves, de los cuadrúpedos y de los reptiles". Este fue el motivo por el cual Dios los juzgó. En el versículo 12, leemos:

"También vosotros los de Etiopía seréis muertos con mi espada."

Bueno, como Etiopía se encuentra en África, la referencia es aquí a un juicio mundial. Y en el versículo 13, leemos:

"Y extenderá su mano sobre el norte, y destruirá a Asiria, y convertirá a Nínive en asolamiento y en sequedal como un desierto."

Etiopía se encuentra en el sur, pero ahora vemos que la profecía nos orientó hacia el norte, y entonces comprobamos que la nación de Asiria también sería juzgada. Asiria como país se había convertido en una nación de gran importancia en el mundo de aquella época. Y además dice aquí: "Y convertirá a Nínive en asolamiento y en sequedal como un desierto". Y efectivamente, Nínive se encuentra en esa condición en la actualidad. La ciudad moderna de Mosul se encuentra al otro lado del río Tigris, mirándola desde el emplazamiento de la antigua Nínive, y dicen que su aspecto es de miseria y desolación. Luego, en el versículo 14, leemos:

"Rebaños de ganado harán en ella majada, todas las bestias del campo; el pelícano también y el erizo dormirán en sus dinteles; su voz cantará en las ventanas; habrá desolación en las puertas, porque su enmaderamiento de cedro será descubierto."

Esta fue una forma de decir que sus edificios serían derribados. Y concluye el capítulo 2 en el versículo 15, diciendo:

"Esta es la ciudad alegre que estaba confiada, la que decía en su corazón: Yo, y no más. ¡Cómo fue asolada, hecha guarida de fieras! Cualquiera que pasare junto a ella, se burlará y sacudirá su mano."

Tomemos nota de la última frase, en referencia a la burla, el desprecio que su apariencia provocaría y también la sorpresa, al ver el estado de desolación y de ruina al que había llegado esa gran nación de la cual Nínive había sido capital. Esta fue, pues, una muestra del juicio de Dios sobre las naciones. Dios ha juzgado a las naciones del pasado, y Dios juzga a las naciones en el presente. El Señor Jesucristo dijo que Él va a juzgar a las naciones en el futuro, y como hemos visto en el último libro que hemos estudiado, en el libro de Habacuc, Dios estaba actuando en aquel día de una manera que el profeta ni siquiera habría esperado. Amigo oyente, Dios está actuando hoy en las naciones de este mundo. Él las ha juzgado en el pasado y las juzgará en el futuro.

Estudio bíblico de Sofonías 1:12-2:2

El lenguaje del texto pueda parecernos muy duro, quizá el más severo del Antiguo Testamento, pero fue por orden de Dios que el profeta utilizó este lenguaje tan áspero. Recordemos el final del programa anterior en el que estudiamos el versículo 12 de este capítulo 1, que dice:

"Acontecerá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con linterna, y castigaré a los hombres que reposan tranquilos como el vino asentado, los cuales dicen en su corazón: el Señor ni hará bien ni hará mal."

"Acontecerá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con linterna" - dijo Dios. En otras palabras, Dios anunció que iba a detenerse en la ciudad de Jerusalén, buscando detenidamente, con Su luz, a todas las personas que escondidas en las tinieblas, vivían complacidas en la maldad y el pecado. La frase "castigaré a los hombres que reposan tranquilos", significaba que había personas que no sentían remordimientos por sus maldades y vivían tranquilamente con una conciencia cauterizada. Vivían en una sociedad que era muy acaudalada, y la vida era fácil para ellos.

Y continuó diciendo el Señor: "Los cuales dicen en su corazón: Dios, el Señor ni hará bien ni hará mal". En el programa anterior ya hablamos de aquellas personas que dicen que ignoran a Dios, porque Él "no hace bien, y tampoco hace mal", es decir, que creen que Dios no interviene, ni actúa, y no se manifiesta en las vidas de las personas ni en los acontecimientos humanos. Estas personas tienden a ser potencialmente ateas, un camino espiritual que les llevará a posicionarse en la teología, o filosofía, que manifiesta que "Dios ha muerto", si es que alguna vez existió. Continuamos con el versículo 13 de este primer capítulo de Sofonías, leemos:

"Por tanto, serán saqueados sus bienes, y sus casas asoladas; edificarán casas, mas no las habitarán, y plantarán viñas, mas no beberán el vino de ellas."

Es decir, que todas las cosas que ellos habían obtenido por el pillaje, el saqueo y el robo, todo les sería quitado de la misma manera en que ellos las habían obtenido, y sus casas serían destruidas. Dios advirtió que las ciudades en Israel serían inhabitables, y sólo quedarían escombros sobre ruinas, como consecuencia de Su juicio sobre ellos. Dios había dado una ley a Su pueblo en la que ordenaba que, si un hombre plantaba su viña, no debía ir a la guerra hasta que hubiera comido del fruto de su viña. Todas las leyes de Dios reflejaban la preocupación y la protección del Señor, considerando hasta los más pequeños detalles o situaciones, como el de las viudas, los extranjeros, los recién casados, etc. Todas las leyes buscaban el bien de cada persona que pertenecía a Su pueblo, o convivía con él. Pero, en este versículo Dios habló de Su juicio venidero: plantarán viñas, mas no beberán el vino de ellas, porque han pecado; no podrán dejar de ir a la guerra, no tendrán tiempo libre cuando se casen, no los protegeré, porque el enemigo se acercará y luchará contra ellos, como una inundación que arrastra con todo lo que encuentra a su paso. En el siguiente versículo 14, el profeta agregó:

"Cercano está el día grande del Señor, cercano y muy próximo; es amarga la voz del día del Señor; gritará allí el valiente."

Nuevamente el profeta mencionó el día grande del Señor. Recordemos que este "día grande del Señor" significa el futuro período de la Gran Tribulación. Ciertamente, los días futuros anunciados por Dios, por medio del profeta Sofonías, serían de mucha tribulación para el pueblo de Israel. Después de haber gobernado el rey Josías, nunca tuvieron otro buen rey en el reino del sur o de Judá, los reyes Joacaz, Joacim y Sedequías fueron malos gobernantes, corruptos y desleales con Dios y el pueblo. El juicio anunciado vendría sobre ellos por haberse alejado de Dios; ése iba a ser el "día grande del Señor", que se estaba acercando.

Y luego dijo: "Es amarga la voz del día del Señor, gritará allí el valiente". El profeta estaba anunciando que llegaría a existir el muro de los lamentos, y que quedaría en pié hasta que pasase el período de la Gran Tribulación, porque Israel nunca llegará a conocer la paz hasta cuando el Príncipe de Paz regrese y ellos le reciban y reconozcan como su Mesías. Continuemos con el versículo 15:

"Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y de asolamiento, día de tiniebla y de oscuridad, día de nublado y de entenebrecimiento"

Aquí encontramos una frase que describe una situación de angustia que va en aumento. El Dr. Feinberg, un reconocido erudito bíblico, en uno de sus magníficos libros sobre los profetas menores, escribió que ese texto es una "aliteración". Una aliteración es una frase retórica que consiste en una repetición notoria de un mismo fonema, es decir que reitera el mismo pensamiento, con otras palabras para reforzar la idea que se quiere comunicar. Aquí el profeta empleó palabras que se repetían, como en este versículo, que dice: "Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y asolamiento, día de tiniebla y de oscuridad". Es obvio su esfuerzo por describir la grave y angustiosa situación que se acercaba.

Sofonías pronunció palabras ásperas y con gran intensidad para advertir al pueblo acerca del juicio que estaba anunciando. Es muy posible que nos hagamos esta pregunta: ¿Cómo es posible que un Dios de amor puede planificar unos hechos que causarían tanto dolor y sufrimiento? A medida que sigamos en nuestro estudio llegaremos a comprender algunos aspectos más profundos del amor y la misericordia de Dios. Como ya lo mencionamos en el programa anterior, y para comprenderlo mejor, podemos comparar a Dios Padre con ese padre que llevó a su pequeña hija al hospital, porque necesitaba una operación de urgencia. El padre amaba a su niña, y por amor, él mismo la llevó al hospital para recibir los necesarios cuidados médicos. Esa misma historia se puede relatar de otra manera en la que el padre podría parecer cruel y duro por llevar a su hija a un lugar donde unos desconocidos la iban a infligir dolor y sufrimiento; pero, en realidad, el padre estaba haciendo todo lo que estaba de su mano, por amor a su hijita, aunque ella no lo comprendiera así.

Todas las profecías que tienen que ver con este día de ira, con un juicio de Dios, tienen un mensaje profundo, y que es el eterno, fiel, misericordioso e incondicional amor de Dios. Amigo oyente, a pesar de lo que ocurra, en este planeta Tierra, y en su propia vida, recuerde que Dios ES AMOR. En un programa anterior relatamos una anécdota sobre una veleta, un molinillo de viento, que estaba colocada sobre el tejado de un granero en medio de un gran campo. El dueño de ese campo había escrito con letras brillante las palabras "Dios es amor" en la superficie del molinillo. Cercano a esa granja vivía el famoso predicador Sr. Spurgeon, y un día, paseando por allí, observó esa curiosidad y le preguntó a su vecino: "¿Quiere usted decir que el amor de Dios cambia tanto como el tiempo?" Y este agricultor contestó: "No, por supuesto que no". Y luego, continuó diciendo: "No quiero decir eso, sino que sin importar de donde sopla el viento, Dios siempre es amor". Ese granjero había comprendido la verdad más grande y más profunda que el ser humano necesita saber: Dios siempre ha sido, es y será amor, en todas las dimensiones que pudiéramos comprender con nuestra mente humana. Aun en tiempos de juicio, Dios es y seguirá siendo un Dios de amor. Y Él juzga porque es coherente con Su naturaleza; Él juzga aquello que es contrario a Sus leyes que son justas y guardan al ser humano de si mismo, protegiéndolo. No podría ser sólo bueno y bondadoso para con Sus criaturas sino fuera también un juez justo. Pero, a pesar de ser el Juez severo, Dios también es absolutamente justo, todos sus juicios y castigos siempre han sido justos, pero impregnados de su eterno e incondicional amor. Dios no va a permitir la existencia del pecado a través de toda la eternidad; todo llegará a su fin, y llegará ese día en que los hijos del Altísimo, del Dios viviente, ya no tendremos que luchar contra las enfermedades y las tristezas y las decepciones de corazón. Pero, amigo oyente, Dios ha prometido que juzgará el pecado; y habrá un juicio en el cual Dios quitará el pecado del universo, porque Dios ES AMOR. Continuemos con el versículo 16 de este primer capítulo de Sofonías:

"Día de trompeta y de algazara sobre las ciudades fortificadas, y sobre las altas torres."

Sofonías mencionó en este versículo el "día de trompeta". Cuando Dios estableció el uso de las trompetas que el pueblo de Israel debía hacer sonar en su marcha por el desierto y también dio instrucciones para su empleo en otras circunstancias, como por ejemplo, como una señal de alarma, al acercarse un enemigo. En el libro de Números, capítulo 10, versículo 9, después de mencionar Moisés las diferentes maneras en que Dios le indicó que debían usarse las trompetas de plata, Dios le dijo: "Y cuando saliereis a la guerra en vuestra tierra contra el enemigo que os molestare, tocaréis alarma con las trompetas; y seréis recordados por el Señor vuestro Dios, y seréis salvos de vuestros enemigos".

Regresamos al nuestro texto de estudio. Sofonías mencionó el día de la trompeta. Pero en esta profecía el profeta advirtió que se tocarían las trompetas con sonido de alarma, pero Dios no los iba a liberar. ¿Por qué? Porque Él había decidido ejecutar su ya anunciado juicio sobre Su pueblo, porque había decidido entregarlos al enemigo; Dios no los iba a liberar del enemigo. Continuamos con el versículo 17:

"Y atribularé a los hombres, y andarán como ciegos, porque pecaron contra el señor; y la sangre de ellos será derramada como polvo, y su carne como estiércol."

La situación que describe el profeta es semejante a una operación en la cual el médico cirujano opera a un paciente gravemente enfermo de cáncer; el médico, por el bien y para restablecer la salud del paciente cortará y quitará todo aquello que él estime oportuno, y tratará de limpiar las zonas afectadas por la enfermedad. A veces el bisturí del cirujano tendrá que cortar una gran masa enferma, pero si no procediera de esa forma tan radical quedaría un foco que contaminaría todo el resto del cuerpo, y la enfermedad se extendería irremediablemente hasta causar la muerte al paciente. Es decir, un cirujano sólo quiere salvar la vida de su paciente. Y éste es también el método que utiliza Dios. Dios también realiza una cirugía drástica, radical, pero Él lo hace por amor a la salud del cuerpo. Continuemos leyendo el último versículo de este primer capítulo de Sofonías:

"Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día de la ira del Señor, pues toda la tierra será consumida con el fuego de su celo; porque ciertamente destrucción apresurada hará de todos los habitantes de la tierra."

Hay personas que creen que con dinero pueden conseguir todo lo que puedan desear. Creen que, si emplean buenas sumas de dinero, pueden conseguir cualquier cosa, incluso rodearse de gente que les admire, les aplauda, les escuche y que les ame; la realidad es que es imposible comprar el amor, el afecto o la amistad con el oro o la plata. Aun así, hay personas que opinan que el dinero resuelve todos los problemas y dificultades que tiene la vida; creen que el dinero es la respuesta a todos los problemas. Dios advirtió que cuando Él comience a juzgar: "Ni su plata ni su oro podrán liberarlos en el día de la ira del Señor, pues, toda la tierra será consumida con el fuego de su celo; porque ciertamente destrucción apresurada hará de todos los habitantes de la tierra". Y, ¿por qué Dios iba a ser tan severo? La única respuesta válida es porque los amaba. Si Él no hubiera juzgado y castigado a Su pueblo, la generación siguiente tendría que haber sido exterminada completamente. Todo el pueblo hubiera tenido que ser sacrificado. Así es que, por amor a las generaciones futuras, Dios tuvo que actuar y quitar el cáncer del pecado y la rebelión que estaba destruyendo a la nación.

Llegamos ahora al capítulo 2. El capítulo 2 nos hablará del juicio de la tierra y de todas las naciones. Observaremos que Dios no sólo ha juzgado a Su propio pueblo, sino que Dios juzga a todas las naciones; y este capítulo 2 del profeta Sofonías ofrece muchos detalles. Pero, antes de llegar a esos juicios, Dios demostró una vez más Su gracia y Su paciencia. Él no quería que nadie pereciera, y por ello Dios, por medio del profeta envió una última llamada de atención a Su pueblo. Podríamos pensar que Su paciencia había llegado a su fin, pero Él ahora nuevamente dijo en el versículo 1 del capítulo 2 de Sofonías:

"Congregaos y meditad, oh nación sin pudor"

¿Por qué Dios les llamó la atención y les dio un calificativo tan humillante? No fue que porque Él había dejado de amarles sino porque el pecado del pueblo y de toda la nación, era tan obvio y descarado. Dios odia al pecado, pero ama al pecador. Dios no tolera el pecado, pero tiene paciencia con el pecador. Su pueblo, la nación escogida por Él, le había dado la espalda, no quería saber nada de Él, ni de Sus leyes; querían ser independientes, autónomos, sin tener que dar cuenta a nadie, y menos aún, al Dios de sus padres. La tristeza del corazón de Dios debía ser inmensa porque Su pueblo renegaba, y se rebelaba, contra Él. Ahora, por medio del profeta Dios enviaba un mensaje en el que les recomendó que se reunieran como pueblo, como un cuerpo, y que meditaran y reflexionaran juntos. Continúa diciendo el versículo 2:

"Antes que tenga efecto el decreto, y el día se pase como el tamo; antes que venga sobre vosotros el furor de la ira del Señor, antes que el día de la ira del Señor venga sobre vosotros."

Una vez más Dios volvió a convocar a Su pueblo, como un Padre llamaría a sus hijos, para celebrar una reunión familiar. Les recomendó, con paciencia y amor, que se reunieran para meditar y reflexionar; Dios animó a Su pueblo a que se arrepintieran, y para que se volvieran a Él, antes de que fuera demasiado tarde. Con cuanta paciencia Dios advirtió una y otra vez que no se podía jugar con Su santidad, y que se debía tomar una decisión a favor, o en contra de Él. A Dios no se le puede engañar, porque Él conoce los pensamientos e intenciones de cada ser creado por Él, ni tampoco puede ser comprado con limosnas o buenas acciones. A Dios, desde siempre, desde los comienzos de la historia de la humanidad, le importó más el estado del corazón de Sus criaturas, que cualquier rito o ceremonia religiosa.

Siglos más tarde, Jesucristo, el obediente mensajero, el Hijo del Dios fue enviado a esta Tierra para hablarnos, en un comprensible lenguaje humano, del amor eterno del Padre. En el famoso "Sermón del Monte", Jesucristo dijo -lo podemos leer en el Evangelio de Mateo, capítulo 5, versículo 8: "Bienaventurados, dichosos, los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios". Algo más adelante el Apóstol Juan escribió: "la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado". (1ª carta de Juan, capítulo 1, versículo 7).

Cuando Dios, con paciencia y amor advirtió a Su pueblo que estaban acumulando juicio sobre sus cabezas por los pecados que constantemente cometían, Él siempre les brindaba oportunidad para el arrepentimiento. Dios no ha cambiado, estimado oyente. Dios desea restablecer esa comunión perdida con el ser humano. Dios desea fervientemente que le conozcamos, Usted y yo, al nivel profundo de una relación entre Padre e hijo, o hija. Y eso solamente es posible porque Jesucristo ya pagó por nuestros pecados, ya canceló totalmente la deuda de justicia que teníamos con Dios. Ahora, sólo es cuestión de aceptar ese regalo, esa oferta gratuita. ¿No querría Usted, hoy, amigo oyente, decidirse a comenzar un nuevo camino, una nueva vida, limpio de corazón delante de Dios? Solamente tiene que pedirle en oración: "Dios, me arrepiento sinceramente de todo aquello que te ha ofendido y me ha separado de Ti Acepto el regalo de la salvación y te doy gracias, Jesucristo, por tu sacrificio en la cruz al morir por mí". Es tan sencillo como esta breve oración. Dios siempre escucha, y siempre está cercano a cualquier corazón que Le busca sinceramente. Si usted ha hecho esta oración, eso significa que usted ha nacido espiritualmente y ahora pertenece a la Familia de Dios.

Posiblemente tenga dudas o preguntas y desde aquí le invitamos a que se ponga en contacto con nosotros. También le animamos a que, por su cuenta, lea todo el capítulo 2 del libro de Sofonías, para poder comprender más fácilmente los estudios siguientes.

Estudio bíblico de Sofonías 1:6-12

  Debemos recordar que en el programa anterior, Sofonías había anunciado, con palabras firmes y severas, que Dios iba a juzgar al pueblo, en particular a Jerusalén y Judá. Éstos habían vivido bajo el reinado de los peores reyes que tuvieron en su historia, que fueron Manasés y Amón. Después llegó el reinado de Josías, y fue entonces cuando el pueblo comenzó a vivir un breve período de un avivamiento espiritual en el que buscaron a Dios con arrepentimiento y corazones sinceros. Tristemente, no duró mucho y fue el último período de paz espiritual que vivió esa nación.

Dios había anunciado por medio de su profeta que Él iba a consumir todo lo que había en esa tierra. Creemos que Dios se estaba refiriendo específicamente a esa tierra; pero Sus advertencias también tienen un alcance universal. Sofonías declaró que la idolatría era la causa que iba a desatar el juicio divino, y mencionó tres clases de idolatría: el apartarse del Dios vivo y verdadero, el dejar de lado algún principio moral que está en contradicción con la Fe, y la rebeldía contra Dios y Sus principios, por el deseo de llevar consciente y voluntariamente una vida inmoral.

Como pudimos apreciar en nuestro programa anterior, Sofonías mencionó en primer lugar la adoración a un dios llamado Baal, una adoración que fue introducida al reino del norte por la reina Jezabel, porque su padre era el sumo sacerdote de ese culto entre los habitantes de Sidón. Dios dijo en el versículo 4, de este capítulo 1 de Sofonías:

"Extenderé mi mano sobre Judá, y sobre todos los habitantes de Jerusalén, y exterminaré de este lugar los restos de Baal, y el nombre de los ministros idólatras con sus sacerdotes"

Dios dijo que Él iba a eliminar completamente la adoración a Baal. En el reino del norte, este culto había sido introducido por el rey Manasés; ningún rey se apartó tanto de Dios como este hombre. El ritual de adoración a esa deidad pagana era muy inmoral. Junto a Baal se encontraba la diosa Astoret, diosa de la fertilidad y del amor sexual, una deidad de mucha importancia entre los cananeos.

Llegó Josías al reinado y fue un buen rey. Su primera acción fue la de eliminar la adoración a Baal, que implicaba la adoración a la naturaleza. En el versículo que hemos leído se mencionó también a sus ministros y sacerdotes. En el siguiente versículo 5, Sofonías mencionó otra forma de idolatría que era muy común en esa tierra, mucho más sutil y más peligroso. El profeta dijo:

"Y a los que sobre los terrados se postran al ejército del cielo"

Los terrados, o tejados de las casas eran planos, y ese era el lugar donde se reunía la familia al atardecer. En realidad Dios, en el pasado, había presentado una ley indicando que se debía colocar una pared de protección en el tejado para evitar cualquier accidente, como una caída, cuando allí se encontraba reunida la familia. Pero, al extenderse el culto a Baal, el tejado llegó a ser un lugar de adoración al aire libre. Cada hogar era un pequeño templo pagano, en donde se practicaba la idolatría, porque se veneraba más la creación que al Creador. En ese culto se adoraba el sol, la luna, y a las estrellas. Se adoraba aquello que había sido creado, en lugar de adorar al Creador. Pero, la frialdad espiritual del pueblo se denunció en el versículo 6 de este capítulo 1 de Sofonías:

"Y a los que se apartan de en pos del Señor, y a los que no buscaron al Señor, ni le consultaron."

En el versículo 5, se hizo una alusión acerca de aquellos que juraban por el nombre de Dios, pero también juraban por Milcom. Milcom era uno de los nombres del dios Moloc, una deidad nacional de los amonitas. En ese culto la adoración consistía en que se ofrecían sacrificios de seres humanos vivos. La ambigüedad de este culto fue tan grande, que al realizarlo, ellos creían que profesaban también adoración al Dios vivo y verdadero. El pueblo creía conocer a Dios, creían en Él, y celebraban sus cultos de adoración en el templo. Pero, al mismo tiempo, también adoraban a la divinidad Moloc. Su fe y su creencia, se habían mezclado de tal manera que no distinguían la verdad de la mentira, el engaño humano con la realidad de una fe puesta a prueba muchas veces y un Dios que se había revelado de múltiples maneras a Su pueblo. Ésta es una severa advertencia a todos los hijos de Dios, para que no seamos engañados por filosofías, costumbres o prácticas que, con apariencias santas no tienen apoyo en la Palabra, ni la ley de Dios. Hay algunos que se llaman a sí mismos cristianos, pero con su vida y sus acciones viven lejos de las verdades de Cristo. Ignoran Sus enseñanzas, rechazan Su código moral y ético, y se rebelan contra Sus inapelables leyes espirituales. Amigo oyente, la iglesia de Jesucristo está edificado sobre solamente una Persona, y esta persona es Cristo Jesús; la iglesia se reúne para ofrecer adoración y alabanza solamente a Dios, las enseñanzas son para llegar a conocer a Jesucristo, nuestro Salvador y Señor, y para tener comunión los unos con los otros.

Estimado oyente: ¿Asiste usted a alguna iglesia? ¿Se menciona allí a Cristo como el único Mediador entre Dios y la humanidad, el que ha dado su vida en una espantosa y humillante cruz? ¿Se predica que únicamente el sacrificio de Jesucristo nos abrió las puertas a la misma presencia del Dios todo Santo? ¿Se anuncia en su iglesia al Cristo resucitado, que está sentado al lado de Dios Padre, y que intercede personalmente por cada uno de nosotros? Tristemente, la Cristiandad, los que nos llamamos cristianos o seguidores de Cristo, no hemos sido suficientemente "creíbles" en nuestro vivir y actuar como para que toda la Tierra quisiera conocer a Dios y oír Su mensaje de Amor y Perdón. Muchos reconocen en Cristo a un personaje interesante, a un líder revolucionario, a una persona que hacía el bien, que se acercaba a los más pobres y necesitados y avergonzaba a los hipócritas, ya fuesen ricos, religiosos o personas en el poder. Pero reconocer a Jesucristo como un líder excepcional no significa aceptar o creer en Él, como el Mediador y el Salvador de nuestra alma. A muchas personas les es más fácil creer en el supuesto poder de personas, de seres humanos que se llaman a sí mismos "guías o gurús", o confiar en objetos con poderes mágicos, místicos, de culturas primitivas de hace miles de años. Creer en un Dios de Amor que no espera sacrificios ni ofrendas, un Dios que sólo nos ofrece perdón, paz, amor y la vida eterna, no resulta tan exótico, o estrambótico, como algunos cultos y ritos que están ganando terreno espiritual en nuestra sociedad. También hay personas que hablan muy bien de la ética de Jesucristo, y le admiran como la persona más maravillosa que haya existido jamás: hasta le llaman "Súper Estrella". Pero su conocimiento no llega más allá, no profundiza en las enseñanzas que tanto admiran. No se comprometen, y eso no es ser un cristiano auténtico. Esa mezcla entre cultos paganos, y la verdad de un solo Dios, santo y celoso, esa situación confusa es la que también se vivía en los tiempos de Sofonías. Confundían y mezclaban su fe, con las creencias de otros pueblos que adoraban a ídolos fabricados por manos humanas. La adoración a la divinidad llamado Moloc fue una de las prácticas más crueles y sanguinarias conocidas en la historia de la humanidad. Era una adoración carnal con rituales aberrantes. En la actualidad, tristemente, también podemos encontrar cultos que no sólo niegan los grandes hechos de la fe cristiana, sino que también realizan prácticas contrarias a la Palabra de Dios.

Muchas personas piensan que si asisten con cierta regularidad a una iglesia que tiene un hermoso edificio, quizá con un campanario, un magnífico órgano, una buena coral y un diseño interior que inspira admiración y recogimiento, que todo esto satisface el corazón de Dios. Pero Dios ve más allá. Él mira las profundidades del corazón, conoce todos nuestros pensamientos, y escudriña todas nuestras intenciones. Simplemente, no podemos engañar a Dios de ninguna manera. Él nos conoce por nombre, a cada uno en particular. Su mensaje a través de toda la historia de la humanidad es el mismo, y es único. Y a todos aquellos que quieran conocerle a Él, el Dios único, el Creador de todo el Universo, el Santo y poderoso Dios, Dios se le revelará de una manera personal e inequívoca. Pero, para experimentar ese "encuentro" con Dios nos tenemos que presentar ante Él con humildad y sencillez. Continuamos con el versículo 7 del capítulo 1 del profeta Sofonías que es una advertencia no sólo aplicable a esa época lejana de la historia del pueblo de Israel; esa advertencia también es perfectamente actual y aplicable en nuestra época. Leamos la primera parte del versículo 7:

"Calla en la presencia de Jehová el Señor"

Estas palabras se refieren a un estado de una gran quietud y calma interior y exterior. "Ahora no es el momento de hablar", les dijo el profeta; "no pronuncien ninguna palabra; no protesten. Recuerden que nos encontramos en la presencia del Dios vivo".

En nuestros días, por un gran desconocimiento, y mucha ignorancia, existe una grave falta de reverencia hacia Dios. Hay personas que se atreven sin pudor a maldecir el nombre de Dios, o lo mezclan en frases malsonantes. Amigo oyente, nuestro Dios es un Dios grandioso, inmenso, poderoso y justo; un Dios, ante el cual, nadie puede quedar en pie, y nos postraríamos humildemente sobre nuestros rostros, porque Él es el Creador, el Gran Dios, el Creador del universo, y nosotros solamente somos criaturas muy frágiles y pequeñas. "Calla en la presencia de Jehová el Señor", dijo el profeta. ¿Por qué? "Porque el día del Señor está cercano". Esta es la primera mención que tenemos aquí en este libro acerca del "día del Señor". "Porque el Señor ha preparado sacrificio, y ha dispuesto a sus convidados."

Ahora, en la segunda parte de este versículo 7, leemos:

"Porque el día del Señor está cercano"

Recordemos que "el día del Señor" se presenta, primordialmente como un tiempo de juicio. Si usted quiere situarlo dentro de la cronología de los acontecimientos, dentro del "programa de Dios", éste será el período de la Gran Tribulación. Usted y yo estamos viviendo "en el día de Cristo, el día de gracia". El "día del Señor" comenzará cuando la iglesia, los verdaderos creyentes, serán recogidos de esta tierra. Entonces Dios comenzará a actuar, y comenzará Su juicio.

En la historia de la humanidad han habido períodos muy difíciles, de guerras, sufrimiento, persecución y hambre, tiempos cuando se creía que ya había llegado ese temido "día del Señor". Así ocurrió por ejemplo, cuando el rey Nabucodonosor atacó y destruyó a Jerusalén. La quemó completamente, arrasó con todo, llevó en cautiverio a toda la población, y esa tierra quedó completamente desolada y destruida. En el Israel actual se han plantado más de un millón de árboles, pero esa reforestación es insuficiente, porque se pueden ver montañas y cerros completamente desprovistos de vegetación. Siglos atrás toda esa tierra estaba cubierta de árboles y de viñedos. Era la tierra fértil de la leche y de la miel, la Tierra Prometida por Dios para Su pueblo. Pero siglos de batallas, guerras, e invasiones terribles cambiaron su aspecto. Fueron invadidos por los babilonios; algo más tarde fue conquistada por Alejandro Magno, como también por los ejércitos Medos y Persas. La ocupación del ejército romano se prolongó por muchos años y cada uno de estos enemigos victoriosos sobre el pueblo de Israel dejó su huella destructiva en esa fértil tierra.

Si usted tiene la oportunidad de visitar Israel alguna vez, puede ir viajando por el Neguev, dirigirse hacia el Mar Muerto, pasando por Beerseba y llegar hasta Asdod. Y, al observar la tierra de la Biblia, quizá usted se pregunte, ¿cómo es que ese lugar pudo haberse llamado alguna vez, una tierra donde fluía leche y miel? Aunque el Estado de Israel ha realizado muchos esfuerzos para repoblar grandes extensiones de su pequeño país, convirtiendo en vergeles y buenas tierras de cultivo las regiones abandonadas y secas, mucho falta para que vuelva a ser lo que fue. Y, ¿por qué se encuentra así en la actualidad? Porque Dios indicó claramente que iba a enviar juicio sobre esa tierra. Aunque muchas veces, a lo largo de la historia el pueblo sufrió períodos de grandes sufrimientos, en cautividad, en esclavitud, y dominados por pueblos que buscaban su aniquilación total, todavía no había llegado "el día del Señor"; eso ocurrirá cuando Cristo venga y establezca Su reino en esta tierra.

La última frase del versículo que estamos estudiando, el versículo 7 dice:

El Señor ha preparado sacrificio, y ha dispuesto a sus convidados.

Y los convidados serán el sacrificio, y el sacrificio será el juicio sobre esta nación. Continuamos en el versículo 8 de este capítulo 1 de Sofonías. Leemos:

"Y en el día del sacrificio del Señor castigaré a los príncipes, y a los hijos del rey, y a todos los que visten vestido extranjero."

El pensamiento expresado aquí fue que ellos, el pueblo, se había apartado, pero también sus príncipes, sus autoridades, se habían alejado de Dios. Recordemos las lecciones que estudiamos acerca de lo que sucedió en la época del reinado de Sedequías, quien fue el último de los reyes del pueblo de Israel. Este hombre sufrió la agonía de tener que contemplar el asesinato de sus hijos, antes que le sacaran los ojos. Fue un juicio muy severo para la casa y la familia del rey, como para todo el pueblo, aunque Dios les había advertido de la consecuencia de su deslealtad y alejamiento de las leyes. Ahora, leamos el versículo 9 de este capítulo 1 de Sofonías:

"Asimismo castigaré en aquel día a todos los que saltan la puerta, los que llenan las casas de sus señores de robo y de engaño."

Cuando él dijo aquí "los que saltan la puerta", se refirió a aquellos que se apoderaban de la tierra y de las casas de los pobres, una práctica habitual, en esos días. La clase media había desaparecido, y sólo existían los muy ricos y los muy pobres. Y Dios les advirtió que Él los iba a juzgar por ese egoísmo, contrario a la Ley de Dios. El versículo 10 de este capítulo 1 de Sofonías, dice:

"Y habrá en aquel día, dice el Señor, voz de clamor desde la puerta del Pescado, y aullido desde la segunda puerta, y gran quebrantamiento desde los collados."

La puerta del Pescado se conoce hoy como "la puerta de Damasco", la puerta por la cual se traía el pescado del mar de Galilea y del río Jordán. Se encuentra en el lado norte de la ciudad de Jerusalén. Esta ciudad está rodeada de montes y collados. Así que, cuando la hora del juicio llegara sobre ellos, habría gente clamando y gritando desde todos los puntos cardinales. Leamos el versículo 11:

"Aullad, habitantes de Mactes, porque todo el pueblo mercader es destruido; destruidos son todos los que traían dinero."

Mactes, significa mercado. Y se supone que el mercado estaba ubicado en una zona baja, en una depresión de Jerusalén. Allí efectuaban sus negocios los mercaderes. Era un lugar donde el valle pasaba a un lado del templo, donde se encuentra el famoso resto del "muro de las lamentaciones" en el presente. Ahora, el versículo 12 dice:

"Acontecerá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con linterna, y castigaré a los hombres que reposan tranquilos como el vino asentado, los cuales dicen en su corazón: el Señor ni hará bien ni hará mal."

Aquí el profeta mencionó, "los hombres que reposan tranquilos". Es decir, aquellos hombres que estaban muy cómodos y muy tranquilos, disfrutando de sus bienes materiales. La sociedad de aquel tiempo era una sociedad con bastantes recursos económicos. Lo que estos hombres estaban diciendo era algo como: "Bueno, podemos estar tranquilos, Dios no está haciendo nada".

Quizá usted recuerda que esa era precisamente la pregunta que se hacía el profeta Habacuc: "¿Por qué no haces algo, Señor?" Y Dios le respondió que ya estaba en marcha y que tenía planes. A continuación Dios le dio al profeta una visión de lo que Él estaba proyectando, y Habacuc, con gran temor clamó a Dios por misericordia. Hay muchas personas que en la actualidad dicen: "Bueno, Dios no está haciendo nada. Quizá Dios ha muerto". Existen filosofías que enfatizan el pensamiento "Nosotros no necesitamos a Dios para nada; somos capaces y autosuficientes; nuestros conocimientos, la razón, los avances de la ciencia y la tecnología moderna suplen todas nuestras necesidades". Pero ¡cuán equivocados están! En los versículos siguientes el profeta Sofonías expondrá claramente el pensamiento de Dios para con Su pueblo.

Pero, por la limitación del tiempo vamos a detenernos en nuestro estudio de la profecía de Sofonías que continuaremos exponiendo en nuestro próximo programa. Mientras tanto, nos permitimos aconsejarle que continúe leyendo este capítulo para poder comprender mejor las profundidades de la enseñanza de Dios. Aunque las profecías fueron proclamadas hace muchos siglos, sin embargo, como toda la Palabra de Dios, nos enseñan lecciones muy prácticas que podemos aplicar en nuestra vida personal.  

Estudio bíblico de Sofonías 1:2-5

Dos pensamientos que se destacan

En primer lugar, la expresión "El día del Señor" se menciona siete veces en esta profecía. Abdías y Joel fueron los primeros profetas-escritores que escribieron esta frase: "El día del Señor", que también fue mencionada por todos los demás profetas. Sofonías fue el último profeta-escritor en citarla, antes del cautiverio, llamando nuevamente la atención de los lectores sobre ella. Y la utilizó más que cualquier otro profeta. La frase literal se menciona siete veces, aunque hay otras referencias a ella. Esta expresión tiene una aplicación especial al período de la Gran Tribulación, que precede al reino; pero el Día del Señor incluye el período de tiempo del reino. En realidad, el período de la Gran Tribulación finaliza con la venida de Cristo personalmente a esta tierra a establecer Su reino milenario, y todo ello está incluido en el Día del Señor. El énfasis de Sofonías recayó en el juicio. El profeta Joel, por ejemplo, comenzó su libro hablando de una plaga de langostas. Y él comparó esa plaga con el Día del Señor que vendrá en el futuro. Joel dijo que el Día del Señor no sería luz, sino oscuridad. Será sobre el fondo negro del pecado del hombre, que Dios escribe en letras luminosas, para usted y para mí, la hermosa historia del Evangelio.

En segundo lugar, diremos que la palabra "celos" se menciona dos veces. Los celos de Dios están en un nivel diferente al suyo y al mío. Cuando usted y yo nos sentimos impulsados por los celos, procuramos causar un mal. Ahora bien, Dios es celoso de aquellos que le pertenecen. Es celoso de la humanidad. Él creó al ser humano y lo ha redimido, haciendo posible que él sea salvo. Su voluntad es que nadie perezca, que se pierda, Él quiere que los seres humanos se salven. Así que, en este sentido, está celoso de la humanidad. Pero cuando las personas no se vuelven a Él, va a juzgarlas. El tema que el libro de Sofonías da testimonio que Dios es glorificado tanto en juzgar como en salvar. Muchas personas no pueden comprender como esto es posible. El profeta Ezequiel, en sus capítulos 38 y 39, habla de un tiempo en el futuro cuando Dios juzgará a una gran potencia. Y dijo ese profeta en su capítulo 38:16, "Y subirás contra mi pueblo Israel como un nublado que cubra la tierra. Así será al cabo de los días; yo te traeré sobre mi tierra, para que las naciones me conozcan, cuando yo sea santificado por medio de ti, Gog, delante de sus ojos". Es decir, que Dios va a juzgar a esa nación pagana; y cuando Él lo haga va a recibir gloria por ese juicio. Esta fue una declaración tremenda, y para muchas personas fue una píldora bastante difícil de tragar. Pero es conveniente que nosotros acomodemos nuestra forma de pensar a la forma de pensar de Dios, dándonos cuenta de que nuestros pensamientos no son Sus pensamientos, y nuestros caminos no son, en absoluto, Sus caminos.

Este breve libro de Sofonías presenta el lado oscuro del amor de Dios. Él es un Dios de amor, pero también es un Dios de juicio. Sofonías comenzó describiendo el estruendo del juicio, y al leer la Biblia, usted no podrá encontrar el juicio pronunciado en una forma tan dura y severa como fue expresado en este libro.

Antes de pasar al pasaje correspondiente a este programa presentaremos un sencillo bosquejo de este libro:

I. Juicio de Judá y de Jerusalén. Capítulo 1

II. Juicio de la tierra y de todas las naciones. Capítulo 2:1 al 3:8.

III. Supresión de todos los juicios: el reino establecido. 3:9-20.

Leamos entonces el versículo 2 de este primer capítulo de Sofonías.

"Destruiré por completo todas las cosas de sobre la faz de la tierra, dice el Señor."

Este fue evidentemente un lenguaje muy fuerte, al decir que arrasaría por completo cuanto hubiera sobre la faz de la tierra. Sería como si efectuara una operación de limpieza por medio del raspado, así como si uno limpiara a fondo un utensilio de cocina sucio. De esa manera Dios juzgaría a la tierra.

Al avanzar en el estudio de esta profecía, veremos que el juicio abarcaría más zonas que simplemente la tierra de Israel. Lo que se describió aquí sería entonces una devastación mundial. El libro del Apocalipsis confirmó esta profecía y situó el período de tiempo de este juicio en la gran tribulación. Durante este período, la tierra será absolutamente despojada por el juicio que vendrá sobre ella. Y esto ocurrirá justamente antes de que Dios establezca el reino milenario y renueve la tierra. Continuemos leyendo el versículo 3 de este primer capítulo de Sofonías:

"Destruiré hombres y bestias, destruiré las aves del cielo y los peces del mar, haré perecer a los malvados, y extirparé a los hombres de sobre la faz de la tierra, dice el Señor."

De acuerdo con esta declaración, hombres y animales serían destruidos, así que todos los seres vivientes estarían incluidos en el juicio. Cuando el profesor McGee, autor de estos estudios, hizo un viaje a Israel, le dijeron que en algún lugar situado en la zona del mar de Galilea, tienen un zoológico, y que estaban realizando un esfuerzo para reunir a todos los animales que existían en los tiempos Bíblicos y conservarlos en el citado zoológico. Obviamente, a medida que la población de Israel aumenta, allí sucede lo mismo que en otros países. Ciertas especies animales se van extinguiendo y así desaparecen. Dios dijo que esto era exactamente lo que iba a suceder cuando Él juzgara a esa tierra de Israel. Muchas especies, en realidad todas ellas, desaparecerán en ese período de tiempo. Así que podemos ver que ese futuro juicio será muy severo. Continuemos leyendo el versículo cuatro de este primer capítulo de Sofonías:

"Extenderé mi mano contra Judá, y contra todos los habitantes de Jerusalén, y exterminaré de este lugar los restos de Baal, y el nombre de los ministros idólatras junto con sus sacerdotes"

Dios dejó bien claro, que Judá y Jerusalén serían señalados para sufrir ese juicio.

Y además especificó: "y exterminaré de este lugar los restos de Baal". El asunto que trajo el juicio de Dios sobre la tierra de Israel fue muy específico; el motivo fue la idolatría. Hemos visto en nuestro estudio del libro de Habacuc que Dios mencionó cinco "ayes" o lamentos que Él iba a provocar sobre el pueblo a causa de ciertos pecados que habían cometido. El último había sido la idolatría, mencionada en el quinto lamento. Pero aquí Sofonías, redujo o limitó su declaración a la idolatría, es decir, a la religión falsa.

Comenzando con el libro de los Jueces, las Sagradas Escrituras enseñan filosofía del gobierno humano, cuya existencia y vigencia cualquiera podría encontrar en el pueblo de Dios, y que ha sido cierta en el caso de cada nación. El primer paso en la decadencia de un país, ha sido lo que llamamos una apostasía, es decir, un alejamiento del Dios vivo y verdadero. El segundo paso en ese proceso de descenso de una nación ha sido una pérdida de todo principio moral. Y el tercer paso, una anarquía política.

Hay muchas personas que opinan que el problema existe en las capitales de las naciones, donde está la sede del gobierno. Pero, no creemos que el problema exista en esa área. Otras personas creen que si las personas pudieran reformarse, si pudiéramos lograr que actuaran rectamente, que no fueran violentas, que no robaran, o sea, que si pudiéramos simplemente conseguir que nuestros patrones morales se elevaran, entonces podríamos resolver nuestros problemas. Reiteramos que ése no es el problema. Sinceramente hablando, creemos que el gran problema es la apostasía religiosa. Opinamos que el problema se encuentra dentro de usted y dentro de mí, amigo oyente. El problema hoy es que algunos sectores de la iglesia han fracasado en la tarea de comunicar el mensaje de Dios. Por supuesto, no estamos incluyendo a cada iglesia en esta valoración, ni necesariamente a ninguna iglesia en particular. Porque hay innumerables iglesias que tienen pastores admirables que enseñan fielmente la Palabra de Dios, y por los cuales damos gracias a Dios. Pero, hablando en general, ciertos grupos considerados oficialmente cristianos, se han apartado de la fe. Han alcanzado ese punto a partir del cual ya no están comunicando a las personas un mensaje efectivo. Como resultado de esta apostasía religiosa, ha surgido una moral distorsionada y una anarquía política que, tarde o temprano, se pondrá en evidencia.

Ahora, si alguien cree que estos desvaríos o delirios de un predicador conservador, debemos decirle que está equivocado. Vamos a citar ahora unas palabras escritas hace varios años en el editorial de un periódico destacado. "Esta traición a Cristo en el nombre del cristianismo, es una de las razones para la enfermedad moral y espiritual que aflige a este país. El hecho triste es que las iglesias ya no tienen influencia en el desarrollo del carácter de una nación. La gente acude a la iglesia principalmente movida por el impulso de participar en un servicio religioso de adoración, y no para buscar alguna guía espiritual por parte de sus líderes". Hasta aquí la cita del editorial del periódico.

Estas palabras de condena no constituyen sólo la realidad de una sola nación, sino que describen, la situación de todas las naciones.

El historiador inglés, Eduardo Gibbon, autor del libro, "Historia, decadencia y caída del imperio Romano", enumeró cinco razones que causaron la caída de Roma. Según el citado historiador, fueron las siguientes: (1) La socavación de la dignidad y santidad de la familia, que es la base de la sociedad humana. (2) Impuestos cada vez más altos, el gasto de los fondos públicos para distribución de pan gratuito y de circos para entretener a la gente. (3) La moda o manía de buscar el placer; el apasionamiento por deportes cada año más emocionantes, más brutales y más inmorales. (4) La fabricación de de poderosas armas cuando, en realidad, el enemigo estaba dentro del imperio; el decaimiento de la responsabilidad individual y (5) El decaimiento de la religión, que se diluyó en meras formalidades, perdiendo contacto con la vida y perdiendo poder e influencia para guiar a las personas. Y tenemos que recordar que Gibbon no era un creyente, pero aquí tenemos razones objetivas concretas que en su opinión ocasionaron la caída de Roma.

El mensaje de Sofonías transmite un principio Bíblico para el gobierno humano, y puso su dedo en la llaga del reino del sur o de Judá, que era la idolatría. El profeta vio lo que estaba sucediendo, y vio que se aproximaba el castigo. El pueblo estaba descendiendo por una pendiente, precipitándose hacia una ruina final, hacia un juicio que cada vez se encontraba más cerca. La idolatría ha sido el punto en que cada gran nación ha abandonado la senda del progreso para entrar en la decadencia. Cuando un país se aparta del Dios vivo y verdadero, o cuando renuncia a los grandes principios morales en que se basa la religión, cuando se introduce en la idolatría, esa actitud conduce finalmente a una gran inmoralidad y a una anarquía política.

Lo interesante es que hay tres clases de idolatría, al menos así lo creemos, y se encuentran aquí mencionadas. Recordemos las palabras "y exterminaré de este lugar los restos de Baal". La primera forma de idolatría fue la adoración a Baal, que fue introducida en el reino del norte o de Israel por Jezabel, cuyo padre era el sumo sacerdote de la adoración entre los sidonios. En el reino del sur, o de Judá, la adoración a Baal se popularizó y se reconstruyeron altares de adoración a Baal durante el reinado del rey Manasés. Esto constituye un ejemplo que ilustra por qué resulta interesante estudiar, al mismo tiempo, las porciones correspondientes de los libros proféticos e históricos de la Biblia. En este punto de nuestro relato, sería de ayuda leer los antecedentes del reino de Manasés, que podemos encontrar en 2 Reyes 21, y en 2 Crónicas 33. Ningún rey se apartó tanto de Dios en la medida que este rey lo hizo. Manasés introdujo la adoración a Baal, que consistía en una forma de adoración sumamente inmoral. Junto con la adoración a Baal, se encontraba la adoración a Astoret. Cuando el elemento femenino se introdujo en la deidad, se alcanzó una flagrante inmoralidad y esto, por supuesto, pasó a formar parte de la vida de la nación durante este período. Por lo tanto, la adoración a Baal fue entonces una forma de adoración de la naturaleza que era realmente muy burda y rudimentaria. Cuando el rey Josías, que sería un buen rey, accedió al trono del reino del sur, lo primero que hizo fue tratar de remover la adoración a Baal.

El versículo 4 finaliza añadiendo "Y el nombre de los ministros idólatras junto con sus sacerdotes". Estos sacerdotes usaban vestiduras negras. Y el profeta dijo que aquellos sacerdotes serían juzgados. Luego, en el versículo 5, se nos presenta un segundo aspecto cuando Sofonías continuó diciendo:

"Y exterminaré a los que sobre los terrados se postran ante el ejército del cielo, y a los que se postran jurando por el Señor y jurando por Milcom"

Aquí se continúa anunciando el castigo a los que sobre las azoteas se postraban en adoración ante las estrellas. Sofonías aquí mencionó la segunda forma de idolatría que prevaleció en aquella tierra. Era verdaderamente muy sutil y peligrosa. Las azoteas de las casas eran de superficie plana, lo cual es aun común en Israel. Era el lugar en el cual la familia se reunía al anochecer. De hecho, Dios presentó una ley que establecía que se colocara una barandilla alrededor del tejado para que nadie se cayera de él. Sofonías dijo que aquellas azoteas se habían convertido en lugares de adoración, y así podemos ver como la idolatría se estaba introduciendo en los hogares. Ello significó que, en realidad, cada hogar era como un pequeño templo pagano donde se practicaba la idolatría. Verdaderamente, la idolatría había penetrado en la vida familiar.

El versículo 5 continúa diciendo: "a los que se postran ante el ejército del cielo", es decir, ante el sol, la luna y las estrellas. Era una adoración a la criatura, antes que una adoración al Creador. Adoraban a todo aquello que había sido creado, en vez de adorar al Creador. Esta fue la segunda forma de idolatría que ellos habían adoptado.

La peor, la más sofisticada, y la más sutil de todas las formas de idolatría, es la que se mencionó a continuación, en este mismo versículo 5, al referirse el profeta "a los que se postran jurando por el Señor y jurando por Milcom". Milcom era el nombre para Moloch, el dios de los amonitas. Era una adoración en la que realmente sacrificaban a sus niños. La sutileza de esta costumbre era que, al mismo tiempo, profesaban adorar al Dios vivo y verdadero. Asistían al templo, decían que conocían al Señor, y que creían en Dios. Pero también adoraban a Moloch. Y así, practicaban una doble adoración, adorando a ambos.

En esta misma sutileza podrían caer muchos en la actualidad. Hay algunos grupos que profesan ser cristianos, que ni aun realizando el mayor esfuerzo con la imaginación podrían considerarse cristianos. La verdadera iglesia está siendo edificada alrededor de una persona, que es el Señor Jesucristo. La iglesia cristiana primitiva se reunía para adorarle, para conocerle mejor, y para tener compañerismo y comunión alrededor de Su nombre. Todo lo que hacían señalaba a Jesucristo. Sin embargo, puede darse el caso que en ciertas comunidades el nombre de Jesucristo sea mencionado y si lo fuera, sería de una forma en que se niega su verdadera persona y Su obra. Es decir que, en otras palabras, se niega Su deidad, se llega a negar que Él es Dios. No le adoran verdaderamente, y su adoración es meramente formal, superficial y de labios para afuera. Hablan sobre las enseñanzas de Jesús y se refieren a Él como un hombre bueno, extraordinario. Pero niegan todo lo que ha sido establecido en la Biblia para nosotros como cristianos. Se trata de un cristianismo vacío, débil y sin contenido Bíblico.

Ésa fue la clase de idolatría que se estaba difundiendo en aquellos tiempos entre el pueblo de Judá. Las personas aún estaban cumpliendo los rituales y acudiendo al templo en el día sábado. No creemos que asistieran en otras ocasiones. Pero, a la hora de la verdad estaban adorando a Moloch, que era el dios de la naturaleza carnal, así que tal adoración se caracterizaba, reiteramos, por una gran inmoralidad. De la misma forma, muchos asisten hoy a la iglesia, para practicar una religión centrada en un edificio, más que en la persona de Cristo. Niegan los grandes eventos de la fe cristiana. Practican la inmoralidad, o hechos contrarios a la Palabra de Dios. Esta fue la imagen que el profeta nos dejó del reino de Judá de aquellos días, y esa imagen refleja la sutileza de algunos cristianos hoy en día. Muchos tienen una idea de la iglesia basada en sus formas exteriores, en un salón de reuniones confortable, y en ciertos rituales musicales. Esta es una apariencia engañosa. Lo que socavó a la nación de Judá, fue que ellos simulaban estar sirviendo al Dios vivo y verdadero, pero, en realidad, se estaban entregando a esta forma de idolatría.