jueves, 14 de mayo de 2015

Estudio bíblico de Zacarías 5:1-4

Zacarías 5:1 - 4

En este capítulo analizaremos dos nuevas visiones del profeta en un texto cargado de imágenes y de nuevos símbolos.

En primer lugar, analizaremos el significado de la visión del "rollo volador";

Estimado amigo, el profeta proclamó claramente al pueblo de Israel el mensaje que Dios mismo le había encomendado, y que consistía en hacerles saber que Dios tenía un plan para vencer y dominar a su enemigo, tal y como hemos podido comprobar en los primeros dos capítulos de este libro. Dios iba a doblegar a todos los enemigos de Israel, y el pueblo de esa nación llegaría a ser lo que Dios siempre tuvo en Su corazón y mente: una nación de sacerdotes.

Usted seguramente recordará que, cuando Dios sacó a Su pueblo esclavizado de Egipto, Su deseo era que ellos llegaran a ser esa nación de sacerdotes. Pero, a causa de su reiterado pecado de desobediencia, este propósito de Dios nunca llegó a cumplirse.

Posteriormente, en la visión que tuvo el profeta Zacarías del Sumo Sacerdote Josué y de su acusador, Satanás, vimos que los israelitas debían ser primero limpiados de sus pecados. A continuación, reflexionábamos en otro estudio sobre la visión "del Renuevo" y "la roca con los siete ojos", representando el sempiterno ojo vigilante de Dios sobre su pueblo escogido. Todas estas visiones apuntaban hacia el futuro, hacia el reino de Dios, cuando Él, el Eterno, nuevamente se vuelva con favor a Su pueblo elegido, y lo utilice para cumplir Su propósito hasta convertirlos, algún día, en "luz para el mundo". A continuación, Zacarías tuvo la visión "del candelero de oro y los dos olivos". El aceite del candelero representaba al Espíritu Santo, y los dos olivos representaban a los dos líderes de Israel, el político, Zorobabel, y el religioso, Josué, el Sumo Sacerdote. Ellos sólo podrían cumplir el propósito del Señor gracias, no a su propia sabiduría y poder, sino por la del Espíritu Santo.

Pero, ¿era realmente el pensamiento de Dios de que cada miembro de esta nación, por ser israelita, sería escogido, incluso aquellos que estaban viviendo en pecado y rebelión continua? No, no significa eso. Dios es misericordioso. Pero también es Justo, y su justicia demanda ser satisfecha, independientemente de la nacionalidad, o raza, de la persona. Por ello, nos encontraremos ahora no con visiones de ánimo para el profeta y su pueblo, sino con mensajes de advertencia para aquellos que no sean obedientes a Dios. Dios juzgará a aquellos que insisten en rebelarse contra Él.

De la misma manera, algún día Dios también juzgará al mundo, a todas las naciones. Estas visiones que tuvo Zacarías no sólo tuvieron un significado local, que se debía aplicar a esa nación, sino también tuvieron una vista panorámica mundial. En estos mensajes está presente un evangelio global, que mira hacia el futuro, hacia el establecimiento del reino de Dios sobre la tierra. Dios había dicho, usted lo recordará, acerca de la nación de Israel: "No todo Israel es Israel". No se refería a las personas, al individuo, sino que habló de la unidad nacional, de un cuerpo bien unido, que Dios aceptará. Pero, cada persona individualmente, y como miembro de la nación, tendrá que llegar a alcanzar una madurez espiritual que le llevará a ser obediente a Dios; eso significa que deberá acudir a Dios, para ser limpiado de todo pecado. También tendrá que aceptar y recibir en su corazón al Mesías, a Jesucristo. También debemos aplicar este criterio de Dios a la iglesia, a las congregaciones que se reúnen en el nombre de Jesucristo. No todos los miembros de una iglesia son auténticos creyentes. No todo aquel que asiste a una iglesia forma parte del cuerpo de los creyentes, que es la llamada "Iglesia".

Llegará un día, cuando Dios separará los creyentes y de los que no lo son. La gran separación entre los que realmente son seguidores de Jesucristo y los que no lo son, se producirá en el llamado "el rapto" de la Iglesia. La separación de Israel y las naciones en la tierra, tendrá lugar durante la segunda venida de Cristo, cuando Él junte a Sus elegidos en Su reino. Posteriormente, tendrá lugar el Juicio, en el que el enemigo, Satanás, será encadenado en la oscuridad durante un periodo de mil años. Por medio de las profecías Dios anunció Su plan pata el futuro de la humanidad. Todo este desarrollo de la historia de la humanidad se nos presenta en este cuadro que sucede ante nosotros.

Estas visiones, suponemos, fueron de gran ánimo para los israelitas de la época.

Leamos ahora los primeros versículos de este capítulo 5 de Zacarías:

"De nuevo alcé mis ojos y miré, y he aquí un rollo que volaba. Y me dijo: ¿Qué ves? Y respondí: Veo un rollo que vuela, de veinte codos de largo, y diez codos de ancho. Entonces me dijo: Esta es la maldición que sale sobre la faz de toda la tierra; porque todo aquel que hurta (como está de un lado del rollo) será destruido; y todo aquel que jura falsamente (como está del otro lado del rollo) será destruido. Yo la he hecho salir, dice el Señor de los ejércitos, y vendrá a la casa del ladrón, y a la casa del que jura falsamente en mi nombre; y permanecerá en medio de su casa y la consumirá, con sus maderas y sus piedras."

En esta visión, el profeta vio un rollo que volaba. Este rollo representaba la Palabra de Dios. Echemos un breve vistazo al libro del profeta Ezequiel, en el capítulo 2, versículos 9 y 10, y también en el capítulo 3, versículos 1 al 4, que dice: "Y miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y en ella había un rollo de libro. Y lo extendió delante de mí, y estaba escrito por delante y por detrás; y había escritas en él endechas y lamentaciones y ayes. Me dijo: Hijo de hombre, come lo que hallas; come este rollo, y ve y habla a la casa de Israel. Y abrí mi boca, y me hizo comer aquel rollo. Y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre, y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comí, y fue en mi boca dulce como miel. Luego me dijo: Hijo de hombre, ve y entra a la casa de Israel, y habla a ellos con mis palabras".

Ezequiel comió, literalmente, la Palabra de Dios. Posteriormente, él tenía que compartir esa palabra. Amigo oyente, esta escena relatada por el profeta resulta sumamente impactante para los cristianos, que deberíamos, prácticamente, comer la Palabra de Dios. Deberíamos digerir la Palabra de Dios. Y ésta debería ser, en nuestras bocas, dulce como la miel.

Regresando a Zacarías, nos encontramos ahora con un rollo volador. El joven profeta, afirma: "de nuevo alcé mis ojos y miré".

Lo que él ve es un rollo volador, que representa la Palabra de Dios. Aunque a lo largo de los siglos ha habido interpretaciones en cuanto a esto, la más sólida es la referida a los Diez Mandamientos. En el versículo 2 de este capítulo 5 de Zacarías, leemos:

"Y me dijo: ¿Qué ves? Y respondí: Veo un rollo que vuela, de veinte codos de largo, y diez codos de ancho."

Las medidas mencionadas por Zacarías indicaban un rollo de grandes dimensiones, algo más grande de lo habitual en de aquella época. Su material, posiblemente, papiro, cuero o pergamino. El rollo que tenía unos tres metros de ancho, por unos diez metros de largo, y por sus dimensiones podría muy bien abarcar todo el libro de Génesis, o también, por ejemplo el libro de Isaías. La manera en que se leía este documento era enrollándolo a medida que se iba leyendo, ya que se leía de arriba hacia abajo, de manera que el lector sólo tenía en sus manos un rollo. Se enrollaba a medida que se terminaba una página.

El rollo que aquí nos ocupa era de grandes dimensiones porque se nos dice que su largo era de 20 codos. Ya hemos indicado anteriormente que un codo es una medida que se toma desde el codo de una persona, hasta el dedo central de la mano, una dimensión de alrededor de unos 45 centímetros. Esa era la extensión de una persona de talla normal.

Es muy posible que en aquellos días, nos imaginamos, un comerciante avispado utilizaría a una persona alta, para comprar su género, y después a una persona de baja estatura, para vender. Pero, por lo general, la medida de un codo era de unos 45 centímetros. Así es que, cuando se mencionó que tenía el largo de 20 codos, se indicó que el rollo tenía unos 9 metros de largo, y que tenía un ancho de unos 4 metros y medio. Para darnos una idea, sería algo más grande que la sábana de una cama doble. Así es que, el tamaño de ese rollo era considerable. El profeta Zacarías lo identificó como "un rollo volador", porque se movía por encima de la tierra. Nos imaginamos que se dirigía de una parte a otra de la tierra, y creemos que ése es el pensamiento que le surgió a Zacarías al observar este objeto. Seguimos ahora con el versículo 3 de este capítulo 5 de Zacarías:

"Entonces me dijo: Esta es la maldición que sale sobre la faz de toda la tierra; porque todo aquel que hurta (como está de un lado del rollo) será destruido; y todo aquel que jura falsamente (como está del otro lado del rollo) será destruido."

Como ya mencionamos, esta maldición contiene un juicio. Aparentemente, en este rollo se habían escrito los Diez Mandamientos, pero divididos en dos partes. En una parte se encontraba los primeros cuatro mandamientos, que tienen que ver la relación del hombre con el hombre. En la segunda parte estaban los últimos seis mandamientos, que tienen que ver con la relación del hombre para con Dios.

Zacarías comentó el cuadro de su visión explicando la maldición que caerá sobre aquel que hurta, es decir, que es un ladrón. Ahora, este mandamiento tiene que ver con la relaciones entre los hombres. También comprenderemos este aspecto al leer el Salmo 50, versículo 18. Vamos a leer varios versículos de este Salmo. Creemos que usted, estimado oyente, podrá entender este tema más claramente. Dice ese versículo: "Si veías al ladrón, tu corrías con él" (esto está relacionado con el mandamiento "no hurtarás). "Sí veías al ladrón, tu corrías con él, y con los adúlteros era tu parte". Aquí se menciona una relación con el séptimo mandamiento. El versículo 19 de ese mismo Salmo 50 dice: "Tu boca metías en mal, y tu lengua componía engaño". Es decir, "has mentido, has engañado". El mandamiento de Dios era: "no darás falso testimonio". Los versículos 20 y 21 del Salmo 50 dicen: "Tomabas asiento, y hablabas contra tu hermano; contra el hijo de tu madre ponías infamia. Estas cosas hiciste, y yo he callado; pensabas que de cierto sería yo como tú; pero te reprenderé y las pondré delante de tus ojos". El texto era un relato de cómo los hombres pensaban en aquel tiempo, creían que podían quebrantar la ley de Dios, que bien conocían, pero creían que realmente podían salirse con la suya. El pueblo estaba convencido, que podían quebrantar los Diez Mandamientos impunemente, porque les parecía que Dios no castigaba. Ellos llegaron a la conclusión de que era tan "humano", comprensivo, compasivo, tolerante, como ellos; estaban convencidos de que Dios era indiferente y que no iba a tomar represalias, pero llegó la hora en que Dios les envió un mensaje severo de advertencia y juicio.

Y, amigo oyente, quisiéramos destacar lo siguiente, aquí se nos presenta un gran principio que está relacionado con la Ley de Dios, y en manera especial, con los Diez Mandamientos. Estos mandamientos fueron dados a la nación de Israel cuando el pueblo estaba en una gran encrucijada. El pueblo hebreo tuvo una gran influencia y hasta poder en la tierra de Egipto, porque aunque eran esclavos del faraón, sin embrago, por su gran número, eran considerados como una amenaza en Egipto, en tiempos en que ese país se estaba estableciendo como un gran imperio mundial. Más tarde llegaron a ser llevados a la cautividad en Babilonia, donde también fueron un pueblo numeroso y llegaron a ejercer cierta influencia sobre ese primer gran reino mundial. El pueblo hebreo, el pueblo de Dios también tuvo influencia sobre Asiria, como también en el período del imperio greco-macedonio; y su presencia también fue obvia durante el imperio romano. Así es que, los Diez Mandamientos nunca fueron dados a los creyentes como una simple norma de vida. A nosotros se nos ha llamado a un nivel muy superior a estos mandamientos que son básicos, importantes pero no suficientes. ¿Cómo llegar a un nivel espiritual en el cual se observen sinceramente todos los mandamientos de Dios? Sólo será por medio del crecimiento espiritual; porque, amigo oyente, sinceramente, la verdad es que el ser humano nunca podrá llegar a cumplir toda la ley sin la ayuda de Dios quien dio estas leyes en primer lugar; pero, en aquellos tiempos Dios no les brindó esa ayuda. No encontramos ninguna mención de que podían ser llenos del Espíritu Santo, o andar en el Espíritu para fortalecerse, para resistir, para discernir y evitar todo pecado que pudiera ofender al Señor. Así es que, ningún ser humano realmente puede en su propia fuerza y habilidad siquiera cumplir las ordenanzas de los Diez Mandamientos.

Dios nos ha colocado a los creyentes bajo Su gracia. Y Él nos ha dado, por gracia Su ayuda, nos ha entregado el Espíritu Santo, por medio del cual nosotros podemos obtener el fruto del Espíritu en nuestras vidas, que es amor, gozo, paz, paciencia, y mucho más, fruto que ninguna ley podría producir. ¿Qué significa entonces la ley para el creyente, el cristiano que desea seguir y ser como Cristo? Bueno, desde luego no debemos quebrantar las leyes de los Diez Mandamientos. Estos mandamientos que fueron dados al pueblo hebreo, llegó a ser la ley de estado, del pueblo de Dios. Al no obedecer las leyes, si no que con rebeldía las desobedecieron, Dios tuvo que aplicarles un severo castigo que llegó a la expulsión de su tierra, la tierra prometida. Ahora, el pueblo de Israel fue esparcido por toda la tierra, pero los mandamientos de Dios fueron incorporados en todas las civilizaciones como leyes que había que obedecer.

Quizá usted recuerda que estos mandamientos los utilizó Jesucristo cuando un joven llegó a su presencia manifestando su deseo de seguirle y servirle. Y el Señor se refirió a ellos para iluminar a ese joven para mostrarle otra gran verdad. El joven había cumplido todas las leyes a conciencia, con autenticidad, con sacrificio y de corazón, pero, eso no era lo que le hacía apto para seguir al Señor Jesucristo, para servirle y ser su discípulo. Había otro nivel espiritual superior que sólo obedecer los Diez Mandamientos, y eso era el reconocer al Señor Jesús como su Mesías, su Salvador, y su Señor, el Hijo de Dios manifestado en la carne.

Los "Diez Mandamientos" produjeron un gran impacto sobre la civilización. Las grandes civilizaciones de este mundo han tenido estas leyes como base, incorporando a su sistema legal: No matarás. No hurtarás. No darás falso testimonio. No codiciarás aquello que no es tuyo, por ejemplo. No cometerás adulterio, fue básico para que una nación pudiera fomentar la construcción de familias, hogares y formar un modo de vivir en sociedad. Mientras una nación mantenga esos principios como base moral y ética, será bendecida por Dios. Así ha sucedido en el pasado, y los problemas de aquella época eran mínimos comparados con los que nuestra sociedad afronta en el presente. Pero, muchas naciones del mundo han abandonado, o relajado su observancia de estas leyes. Nos parece que muchas han llegado al mismo punto moral, ético y espiritual en que se encontraba la nación de Israel de aquella época del profeta Zacarías. Dios les había dado a gran ejemplo. Dios dijo: "juzgaré a aquellos que he elegido como nación, y juzgaré a cada persona que quebrante estos mandamientos". Así es que este rollo de la visión de Zacarías, ese rollo que se desplazaba, que volaba sobre toda la tierra, representó en la visión la base sobre la cual Dios tratará a todas las naciones.

Luego, Dios siguió hablando y dijo en la primera parte del versículo 4, de este capítulo 5 de Zacarías:

"Yo la he hecho salir, dice el Señor de los ejércitos, y vendrá a la casa del ladrón"

Y continúa diciendo en este mismo versículo 4:

"Y a la casa del que jura falsamente en mi nombre; y permanecerá en medio de su casa y la consumirá, con sus maderas y sus piedras."

Dios derribará cualquier civilización, amigo oyente, que no siga estos grandes principios. Es necesario que comprendamos claramente que no se puede escapar de la ira y del juicio de Dios. Cualquier persona, no importa de qué raza, nacionalidad, sexo, condición social, cultura, si es supuestamente buena, no importa qué tipo de vida ha llevado, puede ser perdonado, aceptado, integrado pero sólo por medio de la fe en el Señor Jesucristo. Sólo Jesucristo puede llevarnos a un nivel mucho más alto que la sola observancia de los Diez Mandamientos. Dios quiere que usted tenga gozo, alegría, paz, perdón, estabilidad y también esperanza en su vida aquí en la tierra, pero también con la seguridad de que habrá una vida futura, eterna, en los Cielos, en la presencia de Dios. Él quiere que usted tenga paz en su vida. Él quiere que usted tenga amor en su vida. Éstos son los tesoros que sólo el Espíritu de Dios puede producir en los corazones, y en las vidas de los hombres, en usted y en mí.

Estudio bíblico de Zacarías 4:4-14

Zacarías 4:4 - 14

Y continuamos hoy estudiando el libro del profeta Zacarías que, en medio de una difícil época en la que su pueblo había sido llevado a la esclavitud y cautividad en tierras extrañas, las del Imperio Babilónico, fue capaz de motivar al pueblo hacia una renovación espiritual, materializada en la reconstrucción del templo del Señor.

Zacarías, que en hebreo significa "el Señor recuerda", además de profeta fue sacerdote y nació en el exilio babilónico. Zacarías fue uno de los más de 40.000 judíos que regresó a Judá en el año 538 A.C, bajo el liderazgo de Zorobabel y Josué.

El libro se inicia con un llamado al pueblo para que se arrepienta y se vuelva a Dios, a diferencia de sus padres, que rechazaron las advertencias de los profetas. Pocos meses después, en la noche del 15 de febrero del año 519 A.C. Zacarías tuvo una serie de ocho visiones. Las primeras cinco visiones son de consuelo, pero las últimas tres son de juicio.

En la primera visión Zacarías vio a un jinete entre los mirtos, significando esto que el Señor reedificaría a Sión y a Su pueblo.

En su segunda visión, el profeta vio los cuatro cuernos y los carpinteros, en representación de que los enemigos y opresores de Israel serían juzgados.

En su tercera visión, Zacarías vio un varón con un cordel de medir, siendo su significado que Dios ayudaría y protegería a Israel.

En su carta visión, Zacarías vio la purificación de Josué, el Sumo sacerdote, indicando que la Nación sería purificada y restaurada por el Renuevo venidero.

En la quinta visión, la que comenzamos a analizar en el Programa anterior y finalizaremos hoy, Zacarías vio un candelabro de oro, cuyo significado era que el Espíritu de Dios daría poder a Zorobabel y a Josué para llevar a cabo su tarea.

Zacarías habría de ofrecer posteriormente estas visiones al pueblo con el fin de animarles y motivarles. Por ello, el énfasis predominante en todo este libro fue el ánimo y aliento que el profeta transmitió al pueblo para que este lleve a cabo la reconstrucción de su templo. Zacarías pretendía así levantar el ánimo del pueblo, mostrándoles que les esperaba un futuro glorioso.

Pero no adelantemos acontecimientos y regresemos ahora al capítulo 4 del libro, en el que leemos cómo Zacarías tiene una nueva visión de un candelabro y dos olivos.

Ahora que el pueblo había regresado del exilio y del cautiverio, sus pecados deben ser limpiados. Sólo así podrían volver a ser efectivos para Dios.

Dios no podía utilizar para Su propósito a un testigo manchado por el pecado, a un embajador que no esté a la altura de su estándar de calidad y pureza. Lo mismo sucede hoy con nosotros. ¿Cómo podríamos ser nosotros embajadores de Cristo y dar testimonio de Su obra maravillosa en nosotros si no nos renovamos espiritualmente cada día?

En otro libro de la Biblia, en Deuteronomio, capítulo 32, versículo 8, leemos lo siguiente: "Cuando el Altísimo hizo heredar a las naciones, cuando hizo dividir a los hijos de los hombres, estableció los límites de los pueblos según el número de los hijos de Israel". ¿Por qué estableció Dios los límites de los pueblos del mundo, según el número de los hijos de Israel? Porque ellos tienen que ser testigos a todo el mundo. Ésa era la intención de Dios. Ellos serán, algún día, testigos en cada rincón del mundo.

Hasta el día de hoy, el pueblo de Israel no ha cumplido este propósito. Pero la iglesia cristiana, tampoco. El último mandamiento de Jesús fue: "Id y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles las cosas que os he mandado" (Mateo 28: 19 y 20). A este mandato se le conoce como "La gran comisión", pero algunas cristianos, sino la mayoría, lo han entendido como "La gran sugerencia".

Se nos dice que debemos ir a todo el mundo; pero, ¿cuántos lugares no tienen hoy ningún testimonio, ningún testigo? Y sin ir tan lejos, ¿cuánta gente conoce a Cristo personalmente en su propio país, en su ciudad, en su barrio o en su propia casa?

Otro profeta llamado Ezequiel, escribió en el libro que también lleva su nombre, en el capítulo 5 y versículo 5: "Así ha dicho Jehová el Señor: Esta es Jerusalén; la puse en medio de las naciones y de las tierras alrededor de ella". ¿Para qué? Para que pudiera ser un testigo fiel y eficaz.

Israel está situado en la encrucijada de tres continentes: África, Asia y Europa. Ningún otro lugar sobre la tierra, salvo quizá los Balcanes, es tan propicio a provocar guerras, enfrentamientos, dolor y destrucción. Israel, una pequeña nación, rodeada de enemigos, algunos de los cuáles han jurado destruirla y borrarla del mapa.

Hasta que Israel no cumpla el propósito que Dios tiene en mente, nosotros, los cristianos, debemos recoger el testigo y ser luz en este mundo.

Ahora, con esta referencia, leamos el versículo 4 de este capítulo 4 de Zacarías:

"Proseguí y hablé, diciendo a aquel ángel que hablaba conmigo: ¿Qué es esto, señor mío? Y el ángel que hablaba conmigo respondió y me dijo: ¿No sabes qué es esto? Y dije: No, señor mío."

Lo que el ángel, en realidad, estaba diciéndole a Zacarías era que él, como sacerdote debería ser capaz de comprender esta visión. Zacarías tendría que haber conocido el significado del candelabro de oro.

"Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra del Señor a Zorobabel: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho el Señor de los ejércitos."

Este es un mensaje para Zorobabel, indicando que, para llevar a cabo su tarea, no podría echar mano de ningún recurso humano. Y, aunque no contara con el esplendor y poder que tuvieron David y Salomón, Dios lo usaría para reconstruir el templo.

La expresión, "no con ejército, ni con fuerza", resulta muy interesante. No se refiere aquí de fortaleza física, sino más bien a agilidad mental. Es la capacidad para tomar una decisión sabia. Es como si, parafraseando, el ángel hubiera dicho a Zacarías: "Ni mediante la potencia mental, ni con fuerza muscular, sino con Mi Espíritu, ha dicho el Señor de los ejércitos".

Podemos imaginarnos el enorme ánimo que estas sencillas palabras habrán causado en Zorobabel. Él era el gobernador civil. Josué era la autoridad religiosa. Ambos, representados como dos olivos, estaban proveyendo el aceite para el candelero. Y el mensaje que acabamos de leer es sencillamente el siguiente: que la difícil misión de reconstruir el templo no sería lograda mediante factores humanos, como la inteligencia o la fortaleza física, sino por el Espíritu de Dios.

¡Qué gran aplicación encontramos para nosotros mismos en estas palabras de Dios para Zorobabel! Si el Espíritu de Dios no está presente en nuestras actividades diarias, éstas no van a llegar a ningún puerto, por grande que sea nuestro talento, inteligencia, fortaleza, salud, recursos, etc.

La obra de Dios, sorpresivamente, no se lleva a cabo de esa manera. Dios quiere hacer Su obra a través de nosotros. Y tiene que ser por medio y gracias al poder del Espíritu Santo.

Ahora, en el versículo 7, de este capítulo 4 de Zacarías, leemos:

"¿Quién eres tú, oh gran monte? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura; él sacará la primera piedra con aclamaciones de: Gracia, gracia a ella."

Algunos piensan que se refiere al monte Guerizín, símbolo de la idolatría de Samaria, capital de Babilonia. Pero es muy posible que se refiera, de forma figurativa, a la oposición a la obra de reconstrucción y al desánimo del pueblo para realizar la obra. La "piedra principal" podría referirse a la colocación de la última piedra que habría de señalar el fin de la restauración del templo por parte de Zorobabel. Así, a través de esta promesa, se anunció que Zorobabel, que colocó los cimientos del templo, concluiría con éxito su reconstrucción, entre "aclamaciones de alabanza a su belleza". La terminación de la obra de reconstrucción del templo iría acompañada de las expresiones de júbilo del pueblo, al ver su belleza.

En los versículos 8 y 9 de este capítulo 4 de Zacarías, continuamos leyendo:

"Vino palabra del Señor a mí, diciendo: Las manos de Zorobabel echarán el cimiento de esta casa, y sus manos la acabarán; y conocerás que el Señor de los ejércitos me envió a vosotros."

Estas palabras les fueron dadas para infundirles ánimo. Porque como dice el apóstol Pablo en su epístola a los Filipenses, capítulo 1, versículo 6: "Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo". Es decir: "Zorobabel, tú tienes que poner los cimientos. Dios estaba contigo cuando tú colocaste esos cimientos. Y ahora tú vas a poder colocar el techo sobre el templo. Y Dios estará contigo".

Más adelante, el versículo 10, dice así:

"Porque los que menospreciaron el día de las pequeñeces se alegrarán y verán la plomada en la mano de Zorobabel. Estos siete son los ojos del Señor, que recorren toda la tierra."

Una plomada es un peso atado a una cuerda, y era un sencillo pero eficaz instrumento utilizado en la construcción de edificios. Sin él, no podía garantizarse la horizontalidad de las edificaciones. La gente, al ver a Zorobabel con la plomada en la mano, se regocijaría, al darse cuenta de que la reconstrucción del templo era ya un hecho. Y al frente de la obra de reconstrucción estaba el mismo Dios; por eso, Zorobabel, dotado del poder del Espíritu de Dios, la concluiría con éxito.

A continuación, leemos en los versículos 11 al 13:

"Hablé más, y le dije: ¿Qué significan estos dos olivos a la derecha del candelabro y a su izquierda? Hablé aún de nuevo, y le dije: ¿Qué significan las dos ramas de olivo que por medio de dos tubos de oro vierten de sí aceite como oro? Y me respondió diciendo: ¿No sabes qué es esto? Y dije: Señor mío, no."

Nuevamente, ante la falta de entendimiento del profeta, el ángel le viene a recordar que, como sacerdote de Israel, debería conocer su significado. Pero Zacarías no tiene más remedio que confesar: "Señor mío, no lo sé".

Y en el versículo 14 dice así:

"Y él dijo: Estos son los dos ungidos que están delante del Señor de toda la tierra."

Estos dos hombres, llenos del Espíritu serían, como anteriormente avanzábamos, Zorobabel, el gobernador civil, y Josué, la autoridad religiosa. Ya hemos visto que éste último había sido limpiado y revestido de vestiduras nuevas. Ahora, podría ser un digno representante de Dios.

La combinación de gobernante y sacerdote apunta en última instancia hacia el Mesías, como Rey y Sacerdote.

Y no sólo a Zacarías y Zorobabel, sino a todos nosotros Dios desea llenarnos hoy con Su Espíritu Santo. Pero primero habrá ciertas condiciones que deberemos cumplir. En el capítulo 4 de la epístola a los Efesios, versículo 30, dice el apóstol Pablo: "No contristéis al Espíritu Santo". Usted no puede ser lleno del Espíritu si hay pecado en su vida. Dios no lo podrá utilizar. En la primera epístola a los Tesalonicenses, capítulo 5, versículo 19, el Apóstol Pablo afirma: "No apaguéis al Espíritu".

Esto implica que, aun teniendo al Espíritu Santo en nosotros, por medio de nuestros malos actos, podemos entristecerlo y "apagarlo". Si estamos fuera de la voluntad de Dios, entonces Dios no nos podrá usar para sus buenos propósitos, para nuestra vida y para los que nos rodean. Y en la epístola a los Gálatas, capítulo 5, versículo 16, se nos anima a: "Andad en el Espíritu", implicando la importancia de recorrer un único camino, el camino del Espíritu de Dios, que nos dará más fuerza y poder que un ejército.

Estudio bíblico de Zacarías 4:1-3

Zacarías 4:1-3

retomando la lectura en su capítulo 4:

"Volvió el ángel que hablaba conmigo, y me despertó, como un hombre que es despertado de su sueño. Y me dijo: ¿Qué ves? Y respondí: He mirado, y he aquí un candelabro todo de oro, con un depósito encima, y sus siete lámparas encima del candelabro, y siete tubos para las lámparas que están encima de él; Y junto a él dos olivos, el uno a la derecha del depósito, y el otro a su izquierda. Proseguí y hablé, diciendo a aquel ángel que hablaba conmigo: ¿Qué es esto, señor mío?"

Nos detendremos aquí, en esta pregunta que hace este joven Zacarías. Nos encontramos en la que llamamos séptima visión del profeta. Las anteriores visiones aludían a figuras tales como jinetes entre mirtos, los cuatro cuernos, los cuatro carpinteros, el hombre con el cordel de medir, Josué y Satanás, y luego el renuevo, y la piedra con los siete ojos.

Ahora, Zacarías tuvo una visión de un candelabro de oro y los dos olivos.

Recordamos que Zacarías vivió durante los agitados años del comienzo de la liberación de los judíos de la cautividad del imperio babilónico, allá por el año 520 A.C. El propósito principal de Zacarías fue animar al pueblo a volverse al Señor y reconstruir el Templo. Zacarías tenía en su pensamiento y en su corazón la necesidad de persuadir a su pueblo para que se renovara espiritualmente. Zacarías fue una llamada a la renovación, una renovación espiritual que todos necesitamos, pues nuestras ropas, como la del Sumo Sacerdote Josué, siguiendo la visión del profeta, están sucias por nuestros pecados y necesitan ser limpiadas para poder presentarnos ante Dios.

Recordemos que el propósito de todas estas visiones nocturnas se explicaban en el primer capítulo del libro, en sus versículos 3, 5 y 6: El Señor prometió que si Judá vuelve a Él, Él se volverá a ellos, y que su Palabra seguirá cumpliéndose. En síntesis, puede decirse que el mensaje de Zacarías, además de criticar a los líderes de su pueblo por su desidia espiritual, fue afirmar que, cuando se había acabado toda esperanza de reconstruir un mundo mejor, era fundamental recordar que todavía Dios, por medio de Su acción y Su palabra, podía crear un futuro lleno de justicia y paz.

¿No son acaso válidas hoy día las palabras de Zacarías? ¿No necesitamos hoy un mundo mejor para nosotros y nuestros hijos? ¿No necesitamos recuperar los valores básicos que podrían ayudarnos a conseguirlo?

Es por eso, estimado amigo, que desde aquí no nos cansamos de afirmar que la Biblia, la Palabra de Dios, es hoy más útil y necesaria que nunca; le animamos a leerla y a analizarla, tal y como venimos haciendo a lo largo de esta serie de Programas.

Por medio de las visiones del profeta, la nación de Israel en el exilio llegaría a conocer la firme voluntad de Dios de liberarles del yugo de la esclavitud y la opresión babilónica. Él les llevaría de regreso a su tierra. Estas palabras, nos imaginamos, debieron resultar una inestimable fuente de consuelo y motivación para un pueblo que, sabiéndose nación escogida por el Señor, le había dado la espalda, perdiendo así su comunión íntima con el Señor, así como todas sus bendiciones.

En nuestro último programa estuvimos analizando la última visión del profeta, aquella en la que un hombre llamado Josué, el Sumo Sacerdote, que era la máxima autoridad espiritual de su nación, aparecía ante el Señor con vestiduras sucias e inmundas, simbolizando de este modo los pecados del pueblo de Israel. A su lado, el "acusador", Satanás, le inculpaba ante Dios, debido a la vileza de los israelitas. Sin embargo, Dios, que es un Dios de pactos, fiel a Su Palabra, iba a pasar por alto, una vez más, la conducta de sus hijos, les iba a dar una nueva oportunidad para retornar a su casa, y comenzar de nuevo.

En su visión, Zacarías pudo ver cómo al Sumo Sacerdote le fueron cambiadas sus sucias vestiduras por otras blancas y limpias, ropas "de gala", menciona la Escritura, apropiadas para una celebración.

La historia nos dice que finalmente el pueblo de Israel retornó a su hogar, con un propósito y una mente espiritualmente renovada. Pero, para ser usados por Dios, para sus propósitos, debían, antes de nada, ser limpiados de cualquier impureza que pudiera resultar una afrenta a Dios. Recordemos que Dios es un Dios Santo, que no admite pecado en Su presencia.

¿Quién, entonces, podía limpiar los gravísimos pecados del pueblo de Israel? Desde luego, ellos no podían limpiarse a sí mismos. Tampoco podían ser limpiados por su propia religión, corrompida por sus ritos paganos y su desobediencia a Dios. Necesitaban, por tanto, una fuerza externa a ellos mismos, superior en poder y pureza. Necesitaban al mismísimo Dios. A nadie más.

El profeta Isaías en el capítulo 1, versículo 18 afirmó: "Venid luego, dice el Señor, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana".

Y Josué, el Sumo sacerdote, pudo experimentar como sus vestiduras sucias fueron cambiadas por otras limpias. Incluso él, siendo la máxima autoridad espiritual del país, no podía presentarse ante Dios como "justo", dado que la Palabra de Dios afirma que: "Todas nuestras obras justas son como un trapo de inmundicia". (Isaías 64:6). Por esta razón, estimado amigo, necesitamos ser revestidos con la justicia de Cristo. Cristo nos hace "justos", nos "justifica ante Dios", el cual nos mira a través de los ojos de su Hijo. Por eso podemos entrar a Su presencia y disfrutar de ella; no por nuestros méritos debido a "buenas obras", sino gracias a los méritos de Cristo, que voluntariamente se entregó por nosotros, ocupando nuestro lugar en la Cruz. Éramos nosotros lo que teníamos que haber sido castigados por nuestros pecados, y no el Hijo de Dios.

Gracias a estas nuevas vestiduras, a esta nueva oportunidad, Josué podría llegar a ser el líder espiritual que la Nación necesitaba en esta difícil etapa de la historia de Israel.

Muchos años después, sería el apóstol Pedro quien, en su primera epístola, capítulo 1, versículos 18 y 19, declararía:"Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación". Así es como usted y yo somos rescatados; no por nuestros méritos sino por los de Cristo. ¿Puede acaso haber mayor acto de amor hacia la humanidad y hacia usted mismo? El mismo apóstol Pablo escribiéndole a Tito, le dice, en el capítulo 3, versículo 5: "Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo".

Retomemos ahora la visión del candelabro de oro que aparece en el capítulo 4 de Zacarías, que nos va a dar varias pistas sobre cómo él debería enfrentarse a esta tarea, no por sus fuerzas, sino por el poder del Espíritu de Dios, para llegar a ser, algún día, "la luz del mundo". El Señor Jesucristo le dijo a los Suyos: "Vosotros sois la luz del mundo". (Mateo 5:14).

"Volvió el ángel que hablaba conmigo, y me despertó, como un hombre que es despertado de su sueño.Y me dijo: ¿Qué ves? Y respondí: He mirado, y he aquí un candelabro todo de oro, con un depósito encima, y sus siete lámparas encima del candelabro, y siete tubos para las lámparas que están encima de él."

La descripción que Zacarías hizo del candelabro resulta difícil de entender. El candelabro, que era un elemento fundamental en el culto tanto en el Tabernáculo como en el Templo, representar la presencia o providencia de Dios.

El candelabro de oro era también uno de los símbolos de la nación de Israel. Otros símbolos que nos encontramos en las Escrituras representando a esta nación son la "zarza ardiente" que vio Moisés y "la vid", mencionada por el profeta Isaías. Hoy, el Señor Jesús es esa vid para la iglesia. Y si usted ha sido salvado por Él, no ha sido en virtud de su nacionalidad, clase social o económica, rito o ceremonia religiosa. La religión no es lo que salva de la muerte y los pecados. Es Jesús, la Vid Verdadera.

¿Qué significa ser salvo? Recordemos que tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento de la Biblia están centrados en el hecho de que la Salvación es necesaria debido a que el hombre está totalmente arruinado por la caída, tal y como se relata en el libro de Génesis, y por ello mismo, está destinado a la muerte y perdición eterna. De esta manera, el hombre necesita ser rescatado y salvado mediante la intervención de un Salvador divino: Jesús, el Hijo de Dios, que vino a este mundo para traernos el Evangelio o "buenas noticias" de Salvación y para ocupar nuestro lugar en la Cruz.

Así, querido amigo, el mensaje bíblico se distingue claramente de una mera moral religiosa que se limite a dar al hombre consejos de buena conducta, o que preconice la "mejora" del hombre mediante sus propios esfuerzos y talento (como haría el "humanismo"), o que alabe la existencia de una fuerza interior divina capaz de transformar el universo (como harían las corrientes similares a la "Nueva Era").

Estimado oyente, debemos ser muy claros a este respecto: La Biblia no es simplemente un "Manual de buenos consejos". Tampoco es un mero compendio de hermosas poesías hebreas. O una recopilación de pensamientos espirituales. Ni tampoco es una colección de libros "sabios."

La Biblia es mucho más que eso. Es la palabra de Dios. Es poder de Dios para salvación y vida eterna. Es una "buena noticia" de salvación para usted y para su familia. Y hasta que no entendamos esto, la lectura de la Biblia no pasará de ser un agradable ejercicio de reflexión intelectual y moral, que no está mal, pero que no alcanza a comprender el verdadero propósito de Dios: Que sea salvo por medio de su Hijo Jesús, y que viva eternamente en Su presencia.

En la visión de Zacarías, puede notarse que el candelabro no es alimentado por un aceite preparado por ningún ser humano, y no arde delante de Dios, sino que representa su presencia vigilante. El recipiente representa la abundante provisión de aceite, simbolizando, de esta manera, la llenura del Espíritu de Dios, que inviste poder. El número siete, símbolo de perfección, representa la abundante y radiante luz que emana de las lámparas.

El candelabro, como antes mencionábamos, tenía siete brazos y siete lámparas, y fue uno de los artículos que se utilizó en el tabernáculo, y posteriormente en el templo. Era, sin lugar a dudas, una de los objetos más hermosos que adornaban el tabernáculo. De oro macizo, había sido labrado a martillo por un artesano llamado Bezaleel,, lleno del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte (Éxodo 31:3), fue él quien lo diseñó y realmente debió haber sido una pieza única y muy hermosa. Tenía siete brazos, tres de cada lado del brazo principal. Cada uno de estos brazos culminaba en una copa semejante a una flor de almendro, en la cual se colocaba la lámpara.

Era el propio Sumo Sacerdote el que tenía a su cuidado el candelabro de oro. Él encendía las luces de las lámparas al atardecer, cuando el pueblo de Israel, en su peregrinaje de 40 años por el desierto, acampaba para descansar, en su marcha por el desierto. El Sumo Sacerdote iba agregando aceite continuamente para que ardiera apropiadamente.

Curiosamente, encontramos una imagen similar en el libro de Apocalipsis. El Señor Jesús, nuestro gran Sumo Sacerdote, situado en medio de los siete candeleros, las siete iglesias, advierte una y otra vez: "quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". Y de hecho, así ha sucedido. Si usted visita los emplazamientos de las iglesias mencionadas, localizadas en la actual Turquía, ninguna de ellas permanece. Él les ha quitado el candelero. De la misma manera ha sucedido en otras muchas iglesias desde entonces, a las cuales Él ha cerrado sus puertas, debido a su inefectividad a la hora de anunciar la Palabra de Dios, y de brillar para Él.

El renombrado teólogo Hengstenberg fue el autor de la siguiente declaración: "El aceite es uno de los símbolos más claramente definidos en la Biblia, simbolizando al Espíritu Santo."

Si usted ha leído los evangelios, recordará que Jesús anunció que cuando se fuera de este mundo, nos enviaría al Espíritu Santo. Y que cuando el Espíritu Santo viniera, no hablaría de Sí mismo, sino de Cristo. Viajemos por un instante al capítulo 16 del evangelio según Juan, versículos 7 al 15, donde leemos: "Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. 8Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. 9De pecado, por cuanto no creen en mí; 10de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; 11y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. 12Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. 13Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. 14El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. 15Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber."

Observemos nuevamente el candelero. El candelero sostenía las lámparas que irradiaban luz. Y la luz, a su vez, revelaba la belleza y gloria del candelero. Del mismo modo, el Espíritu Santo no habla de Sí mismo, sino que revela la gloria y la belleza del Señor Jesucristo.

Continuemos leyendo el versículo 3 del capítulo 4 de Zacarías:

"Y junto a él dos olivos, el uno a la derecha del depósito, y el otro a su izquierda."

Los dos olivos hacen referencia aquí, muy probablemente, a las funciones sacerdotales y reales. Las dos ramos de olivo representan a Josué y Zorobabel, a quiénes Dios consagró a su servicio.

Josué, que representaba el sacerdocio, escogido por Dios para ministrar su culto, mientras que Zorobababel tendría a su cargo el reconstruir el Templo y gobernar la nación.

Zorobabel era el príncipe de Judá y gobernador de Jerusalén, nacido probablemente en Babilonia durante la denominada cautividad de Babilonia. Nieto del rey Joaquín de Judá y descendiente directo del rey David, cuando el rey Ciro II el Grande de Persia permitió a los judíos cautivos de Babilonia regresar a Judá (538 a.C.), dirigió el primer contingente de unas 42.000 personas. Ciro le nombró gobernador seglar de Jerusalén. Allí organizó la reconstrucción del Templo, que había sido destruido en el 586 a.C. por Nabucodonosor II de Babilonia.

Josué y Zorobabel serían quienes, por encargo directo de Dios, guiarían las obras de reconstrucción del pueblo y lo harían bajo el poder del Espíritu del Señor, como veremos más adelante. Esta combinación de funciones, la sacerdotal y la real, apuntan finalmente a la figura del Mesías como Rey y Sacerdote.

Estudio bíblico de Zacarías 3:3-10

Zacarías 3:3 - 10

en el capítulo 3 de Zacarías, estuvimos analizando con detenimiento la visión que el profeta tuvo de Josué, el Sumo Sacerdote.

En esta visión, Josué se encontraba delante del ángel de Jehová, y Satanás, situado a su mano derecha, le acusaba. Normalmente, en los juicios, el abogado defensor se sitúa a la derecha de su cliente, el acusado, para representar su defensa ante el juez y el jurado. No es este el caso, dado que Satanás, el Hijo de la Luz, el Ángel caído por rebelarse y oponerse a Dios, tuvo aquí otra misión bien diferente: presentar acusación tras acusación contra el Sumo Sacerdote.

Ante esta situación, fue el propio Juez, es decir, Jehová o Yahvé, el mismo Dios, quien le reprendió y quien le mandó callar diciendo: "Oh Satanás, el Señor Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda".

Las Escrituras nos dan aquí un dato curioso: que Josué estaba vestido con vestiduras viles, sucias, y que, por ello, necesitaba ser limpiado. Quizá no sólo de forma externa, sino también internamente. Nadie, ningún ser humano, puede decir que está completamente limpio, ni siquiera este Sumo Sacerdote, que aparece aquí en representación de una Nación, Israel, que tampoco lo estaba ante los ojos de su Dios. Israel había sido escogido por Dios entre todos los pueblos de la tierra. Pero Israel había abandonado a Dios, dándole la espalda y adorando otros dioses paganos.

Pero Dios, en su misericordia, confrontó a Satanás: "Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda". No es difícil imaginar la peculiar escena de este juicio, ¿verdad? A nadie, en este juicio, se le escapó que la acusación que el mismísimo Satanás lanzó contra Josué representaba un ataque en toda regla contra la nación de Israel.

Querido amigo; la Biblia es muy clara a este respecto. Usted y yo, tenemos un acusador llamado Satanás, que como león rugiente anda alrededor de nosotros esperando devorarnos. Por eso, el apóstol Juan aconsejó, en una de sus cartas, a sus amigos y hermanos: "Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis". Y aunque la palabra "pecado" puede sonarnos extraña y ajena a este siglo 21, para nosotros, los cristianos, sólo significa una cosa: "El pecado es fallar y no dar en el blanco". Fallar en tus compromisos, en tu vida, en tu familia, fallar como amigo de tus amigos, fallar como padre, o como esposa. Fallar en tu matrimonio. Pero sobre todo, fallarle a Dios. Darle la espalda, para vivir una vida totalmente independiente de Él. Y así le va al mundo, ¿verdad? Fue el escritor, actor y comediante estadounidense Groucho Marx quien dijo: "Por favor, que paren el mundo, que yo me bajo". ¿Quién de nosotros no ha deseado, alguna vez, apearse de este mundo? Guerras, crisis económicas, aumento del paro, hambre en el mundo, corrupción e ineficiencia política y millones de hogares destrozados por la pobreza, matrimonios rotos, el maltrato, el abuso infantil, el alcohol y otras drogas, los genocidios, lo desastres naturales y un largo etcétera. Y aun así, el hombre y la mujer del siglo XXI siguen viviendo una vida ajena a Dios y, por ende, culpabilizándole de todos los males habidos y por haber.

A pesar de todo, la Biblia, que es la Palabra de Dios, sigue insistiendo y llamando a su puerta. Y sigue siendo actual lo que escribió en la primera carta el apóstol Juan: "Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo".

¿Quién es nuestro abogado? Es Jesús, el Hijo de Dios, quien ante su propio Padre nos defiende de las acusaciones de Satanás. Claro está, querido amigo, que Jesús sólo defiende a sus hijos. Recordemos que todos somos criaturas de Dios, pero no todos somos sus hijos. ¿Quiénes son entonces sus hijos? Los que han aceptado a Jesús como su Señor y Salvador personal, los que han decidido no vivir de espaldas a Dios, sino mirándole cara a cara, obedeciéndole e intentando, día a día, y durante toda su vida, "no fallar y apuntar hacia ese blanco o diana" del que antes hablábamos. Somos hijos de Dios los que intentamos, en definitiva, vivir una vida alejados de lo que la Biblia llama "pecado."

Por eso, aquí Zacarías mencionó lo siguiente: "Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda. ¿No es este un tizón arrebatado del incendio?" ¿Qué quiere decir con esto? ¿Por qué comparó a Jerusalén con "un tizón arrebatado de un incendio"? Pareciera que esta ciudad nunca sería reedificada después de la cautividad en Babilonia, después de haber sido destruida por Nabucodonosor, tras lo cual habría de permanecer 70 años en escombros y polvo. Pero tras ello, sabemos lo que sucedería: Del polvo y de las cenizas sería nuevamente reedificada, como "un tizón arrebatado de un incendio."

Fue el famoso predicador cristiano, inglés, del siglo XVIII, Juan Wesley quien se comparó a sí mismo con "un tizón arrebatado de un incendio". Si reflexionamos sobre esta imagen, ¿Quién no se ha sentido así, querido amigo, en alguna ocasión? Somos como tizones arrebatados de un incendio, salvados de las llamas, de la destrucción y de la muerte eterna.

Continúa Zacarías, describiendo su visión, en el versículo 3

"Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel."

Esta descripción resulta curiosa y muy chocante dado que el Sumo sacerdote, que era la máxima autoridad espiritual en Israel, debía estar vestido con unas vestiduras muy especiales. Cada prenda que llevaba tenía un significado religioso. Su vertido, incluida su ropa interior, estaba confeccionada con fino y caro lino egipcio. Las prendas no estaban cosidas, como otra ropa. Cada una de ellas estaba tejida, sin costura, de una sola pieza. La túnica estaba hecha de lino tejido, sin costuras, de una sola pieza, que iba desde el cuello a los pies. El sumo sacerdote llevaba un pectoral sobre el cual había piedras brillantes de diferentes colores, representando a cada una de las tribus de Israel. La corona se hallaba unida al turbante y estaba hecha de oro. Inscrita en la parte de delante estaba la frase "Santo para el Señor".

Por otro lado, los rituales de limpieza del Sumo sacerdote podían durar horas, dado que, al entrar en el Tempo, la pureza debía ser absoluta.

¿Cómo puede ser, de esta manera, que Zacarías haya visualizado a la máxima autoridad religiosa de Israel vestida, nada menos, que con ropas o vestiduras "viles"? Fijémonos por un instante cómo describe el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española esta palabra: "Bajo, despreciable, indigno, torpe, infame, propio de una persona que falta o corresponde mal a la confianza que en ella se pone."

Son estas unas palabras duras de oír pero, ¿acaso no había sido así? ¿Acaso no había Israel traicionado, en más de una ocasión, la confianza de Dios, dándole la espalda para desobedecerle y, llegando incluso, a adorar a otros dioses paganos? Es por esta razón por la que Zacarías describió a un Sumo Sacerdote vestido con unas ropas sucias, inmundas y con mal olor.

Pero intentemos ahora adentrarnos en la mente y el corazón de este Sumo Sacerdote, acostumbrado a la gloria y pureza del Templo, a los ritos de limpieza, al inmenso poder de su cargo: ¿Qué estaría pensando y sintiendo en semejante situación; sucio, mal oliente y constantemente humillado por las acusaciones de Satanás? La Palabra no lo menciona, pero podemos imaginar su profundo malestar al tener que presentarse en este estado ante el mismísimo Dios de Israel.

Ahora bien, seamos objetivos: ¿Acaso no tenía Satanás sobrados argumentos y pruebas para acusar a Israel y a su Sumo Sacerdote de haber traicionado a su Dios Todopoderoso? ¿Acaso no podía plantear la mejor acusación jamás presentada por un fiscal acusador? ¿No tendría Jehová otra opción, ante sus incuestionables pruebas, que guardar silencio, apartar la mirada y emitir un veredicto de culpabilidad hacia su propio pueblo y hacia su Sumo Sacerdote, que indigno, débil y sucio, esperaba ante Él una sentencia?

¿Cuál sería el veredicto de Dios?

"Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala."

Aquí tenemos, sin duda alguna, uno de los cuadros más hermosos y fascinantes del Antiguo Testamento. Este hombre, un hombre importante, el Sumo Sacerdote de Israel, manchado por los pecados de su pueblo, acababa de ser absuelto por Dios. Dios había vuelto a perdonar a su Pueblo. Dios había decidido dar una nueva oportunidad a Israel y a este Sumo Sacerdote. Dios estaba borrando los pecados de su pueblo. Y no sólo eso, ante su acusador, Satanás, Dios le dio un nuevo vestido, unas nuevas ropas, unas ropas exquisitas, unas ropas de "gala", unas ropas para una fiesta de celebración.

Hoy, querido amigo, Dios puede darle a usted un nuevo vestido, una nueva oportunidad, una auténtica ropa de gala para celebrar su nueva vida, una vida basada en la Palabra y enfocada hacia Jesús, nuestro defensor antes las acusaciones de Satanás.

Si usted ya es cristiano, estimado amigo, no olvide que, en esta visión de Zacarías, era el Sumo Sacerdote, y no un pagano, el que estaba manchado de pecados. Y usted, como él, si es cristiano, también es un representante, un embajador de Cristo en la tierra. Y a pesar de eso, muchas veces nos presentamos ante Dios con manchas, con pecados que "el acusador" aprovecha para sacar a la luz y dañar así la causa de Cristo. Cuando usted peca, por supuesto que no pierde la salvación de Cristo, pero sí pierde la comunión, la comunicación y la intimidad con Él. Usted podrá siempre volver a presentarse ante Él y ser limpiado por el sacrificio y la sangre vertida por Jesús en la cruz. Sin embargo, usted no vivirá, de esta manera, una vida plena y gozosa, una vida llena de confianza y tranquilidad, a pesar de las dificultades diarias. Sólo si usted cuida y mantiene su comunicación e intimidad con Dios, es decir, su "comunión" con Él, podrá vivir tranquilo y confiado, disfrutando de sus múltiples bendiciones.

Así pues, esta escena descrita por Zacarías representa también su salvación y la mía. Esto es lo que hace de este texto, un pasaje precioso en las Escrituras. Fíjese lo que dice la Biblia en otro de sus libros llamado Carta o epístola a los Romanos. Su autor, el apóstol Pablo, acaba de describir a sus hermanos en la fe en la ciudad de Roma, el hecho incuestionable de que el ser humano, ante Dios, es pecador y está sucio, debido a desobediencia.

Ante Dios, queridos amigos, no nos encontramos en una situación mucho mejor que la de ese Sumo Sacerdote. La Biblia menciona que Dios es tan sumamente Santo y puro que hasta nuestras mejores obras son vistas como "trapos de inmundicias" y que "justo no hay ni uno sólo",

¿Qué solución puede haber para nosotros? ¿Existe alguna salida que podamos escoger? El Apóstol Pablo afirmó en su epístola a los Romanos, en el capítulo 3, versículo 21: "Pero ahora, sin la mediación de la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios, de la que dan testimonio la Ley y los profetas. Esta justicia de Dios llega mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó."

¿Por qué tenemos una segunda oportunidad? Porque Jesús, el Hijo de Dios, murió por usted, estimado amigo. Él derramó Su sangre para que usted y yo pudiéramos presentarnos limpios y sin vestiduras viles ante Dios. De esta manera, gracias a Jesús, Dios nos ve limpios y somos aceptados en su presencia. Dios nos ve ahora a través de los ojos y de la sangre de Cristo. Por eso podemos presentarnos ante Él. Y de esta manera nadie, ninguna cosa creada, puede presentar ninguna acusación contra nosotros. Ni siquiera Satanás.

Escuche usted lo que el apóstol Pablo mencionó más adelante, en el capítulo 8 de su epístola a los Romanos, en los versículos 31 al 34: "¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros". Amigo oyente, tenemos un Salvador y se llama Cristo. Y cuando nosotros confiamos en Él como nuestro Salvador personal, Él no solamente borra nuestros pecados y nos quita esas vestiduras viles, sino que coloca sobre nosotros un vestido de justicia, de tal manera que Dios nos ve como justos y ya nadie, absolutamente nadie, puede acusarnos ante Él.

Alguien puede estar ahora preguntándose: ¿Qué sucede entonces cuando peco, cuando fallo en "dar en el blanco"? Bueno, el apóstol Juan nos recuerda que: "Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad". (1Juan 1:9). Él nos limpia de toda suciedad y restaura la comunión interrumpida por el pecado, restableciéndose así una relación de intimidad, de Padre a hijo, que trae gozo y poder a nuestras vidas. Nos devuelve la seguridad de que Dios nos ha perdonado y de que podemos reemprender la carrera hacia la meta, hacia el blanco.

Ahora bien, estimado oyente, Dios es fiel y justo para perdonarle, pero Él no va a quitar las consecuencias de sus pecados en la tierra. Cada vez que peca, no sólo daña la relación con su Padre Celestial, sino que hiere a quienes le rodean, especialmente a quiénes más se ama y aprecia. Es por esta razón que un cristiano no puede permitirse el lujo de "jugar con el pecado", pues, como dice un viejo refrán español, "quien juega con fuego, acaba quemado". Apliquemos esta verdad a nuestras vidas, tanto por nuestro bien como por el de los que nos rodean.

Sigamos adelante en nuestro estudio del capítulo 3 de Zacarías, versículo 5:

"Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas. Y el ángel del Señor Jehová estaba en pie."

Anteriormente hemos mencionado que las vestiduras del sumo sacerdote incluían una mitra o turbante. En la parte frontal de la mitra, había una placa de oro que tenía grabada en hebreo las palabras: "Santo para el Señor".

El Sumo Sacerdote de Israel tenía ahora una nueva identidad y una nueva misión: "Ser Santo, porque Yo soy Santo", dice la Palabra en otro pasaje. ¿Y quién mejor que la máxima autoridad religiosa de Israel para representar en sí mismo esta renovada santidad? Sigamos leyendo ahora los versículos 6 y 7 de este capítulo 3 de Zacarías:

"Y el ángel del Señor amonestó a Josué, diciendo: Así dice el Señor de los ejércitos: Si anduvieres por mis caminos, y si guardares mi ordenanza, también tú gobernarás mi casa, también guardarás mis atrios, y entre éstos que aquí están te daré lugar."

Como Sumo Sacerdote, Josué tenía acceso directo al templo. La promesa que hay aquí es que si Josué y los sacerdotes que lo acompañaban eran fieles, entonces podrían tener acceso a Dios, como los ángeles de la corte celestial. Además, como también los ángeles, serían usados por el Señor para llevar a cabo su propósito en Israel.

En el capítulo 14 del evangelio según Juan, versículo 15, el Señor Jesucristo dijo: "Si me amáis, guardad mis mandamientos". Si queremos disfrutar y regocijarnos en el amor de Dios en el presente, querido amigo, debemos ser obedientes a Cristo. No hay ningún otro camino.

Dado que la salvación es gratuita para el hombre, debido a que Jesús ya pagó con su sacrificio en la cruz el precio por nuestros pecados, algunas personas creen tener carta blanca para actuar según sus propios deseos, al margen de Dios. Pero no olvidemos que, si bien Dios es un Dios de amor, perdón y misericordia, también es un Dios justo, que ama la justicia, y que algún día impartirá justicia en el Tribunal de Cristo, ante el cual todos y cada uno de nosotros seremos juzgados.

Continúa en versículo 8, de este capítulo 3 de Zacarías:

"Escucha pues, ahora, Josué sumo sacerdote, tú y tus amigos que se sientan delante de ti, porque son varones simbólicos. He aquí, yo traigo a mi siervo el Renuevo."

Los "amigos" de Josué no eran otros que los sacerdotes que lo acompañaban en el Templo y, al referirse a ellos como "varones simbólicos" aludía a la futura llegada del Mesías, el Salvador. Apareció nuevamente aquí la figura del Renuevo, que es un título mesiánico que relaciona al Mesías con un descendiente del Rey David.

En el libro de Isaías, en el versículo 1 dice así: "Saldrá una vara del tronco de Isaí, un vástago retoñará de sus raíces". Y ése era el renuevo. Y Él será el Rey, quien gobernará.

Continúa relatando el libro de Zacarías, en el versículo 9:

"Porque he aquí aquella piedra que puse delante de Josué; sobre esta única piedra hay siete ojos; he aquí yo grabaré su escultura, dice el Señor de los ejércitos, y quitaré el pecado de la tierra en un día."

Aquí "la piedra" se refirió, muy probablemente, al propio Templo o al Mesías, que con la figura de los "siete ojos" simbolizaba la omnisciencia y presencia de Dios, que desde el Templo, o mediante el Mesías, contemplaba todas las actividades.

Y al mencionarnos: "Porque he aquí aquella piedra que puse delante de Josué" es muy posible que se refería a la segunda venida de Cristo.

Ahora, leamos para finalizar el versículo 10:

"En aquel día, dice el Señor de los ejércitos, cada uno de vosotros convidará a su compañero, debajo de su vid y debajo de su higuera."

Mediante esta promesa aparecen representadas las bendiciones mesiánicas de paz, seguridad y gozo, tal y como ya sucedió en tiempos de Salomón.

Estudio bíblico de Zacarías 3:1-2

Zacarías 3:1 - 2

Este capítulo es muy breve; sólo tiene diez versículos, pero el contenido es tan rico que solamente reflexionaremos sobre los dos primeros versículos en nuestro programa de hoy.

Como recordarán nuestros amigos oyentes que siguen este programa llamado "La Fuente de la Vida", y nos acompañan diariamente en el estudio sistemático de la Palabra de Dios, hemos comenzado con el tema de las diez visiones del profeta Zacarías. Estas visiones, aunque le fueron reveladas al profeta en una sola noche, no fueron una sucesión de sueños. Sus ojos estaban bien abiertos, y así lo manifestó Zacarías reiteradamente explicando que: "Vi, miré, alcé mis ojos", etc. Así es que, aquí no se trata de interpretar una serie de sueño, sino de diez visiones que tuvo Zacarías. Pero estas visiones, diferentes entre sí, tienen un significado determinado, y deben ser estudiadas como un conjunto, como una unidad. Como en un puzle, debemos unir y enlazar todas las visiones para poder comprender el mensaje de estas diferentes visiones; como veremos más adelante, el mensaje era para el pueblo de Dios, el pueblo de Israel, en tiempos de Zacarías, pero también es válido para nosotros, a pesar del paso del tiempo.

Para una correcta interpretación de cualquier texto bíblico siempre se debe tener en cuenta el contexto, pero también necesitamos observar otras escrituras proféticas. El apóstol Pedro lo expresó de una manera muy clara cuando dijo: "Ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada". (2 Pedro 1:20). Es decir, que un mensaje profético, como este conjunto de visiones de Zacarías, no se pueden interpretar por sí solo, o independiente de las demás. Es indispensable observar todo el conjunto de profecías dadas por Dios para poder tener un punto de vista completo que se extiende de la eternidad, en el pasado, hasta la eternidad, en el futuro.

Ahora, el capítulo 3 comienza diciendo: "Me mostró al sumo sacerdote Josué", Zacarías deseaba enfatizar el hecho de que lo que él vio, no fue un sueño, sino algo muy real, una visión dada por Dios. Veamos pues, lo que el profeta describió en los primeros cinco versículos de este capítulo 3:

"Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel del Señor, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle. Y dijo el Señor a Satanás: el Señor te reprenda, oh Satanás; el Señor que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio? Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel. Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala. Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas. Y el ángel del Señor estaba en pie."

Esto es todo el texto que leeremos hoy. Vamos a mencionar varios aspectos importantes a manera de introducción, antes de entrar en el texto del relato.

El capítulo comienza con estas palabras: "Me mostró al sumo sacerdote Josué". Seguramente recordaremos a otro Josué, el sucesor de Moisés, aquel que guió a los hijos de Israel en su salida de Egipto, y los llevó a la Tierra Prometida. Josué era el Sumo Sacerdote, el líder espiritual de aquel pueblo que había regresado de la cautividad en Babilonia. El nombre de Josué significa "Jehová, el Señor salva". En el Nuevo Testamento encontramos que se usa la misma palabra griega para el nombre "Jesús". Y llamarás su nombre Jesús, - leemos en el evangelio de Mateo, capítulo 1, versículo 21: "Y llamarás su nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados. " Así es que, este nombre, Josué, tenía un gran significado.

En el pasaje que acabamos de leer se hace nuevamente referencia a Satanás, al ángel caído, al enemigo de Dios y de toda la humanidad. Como ya hemos indicado en otras ocasiones, estamos dejando el estudio sobre Satanás hasta que lleguemos al libro de Apocalipsis. El profeta relató esta visión con mucha claridad y suficientes detalles: Zacarías afirmó que "vio" a Josué, pero también vio a Satanás. Zacarías describió lo que vio con sus propios ojos: vio a Satanás como una persona, como un ser real. Es interesante observar que ese nombre, Satanás, ha desaparecido del vocabulario de la mayoría de la gente, en las así llamadas tierras cristianas, desde la última mitad del siglo 20. Es como si hubiese un olvido colectivo, quizá porque la gente espera haberse librado de él; o porque se piensa que si no se lo menciona, quizá él se marcharía. Pero, este ser, no se ha ido, es y permanecerá hasta que Dios lo juzgue y condene, como ha prometido hacer. Muy al contrario, él es una realidad muy activa y presente en medio de nuestra sociedad. En la actualidad hay una tendencia de volverse hacia lo sobrenatural, y desafortunadamente, la gente busca emociones distintas, cada vez más exóticas y hasta peligrosas. Se sabe que existen sociedades secretas que incluyen en sus ritos la adoración a Satanás y a los demonios. ¡Qué tristeza para Aquél que dio su vida para que nosotros pudiéramos disfrutar la vida eterna! ¡Qué tristeza, que en lugar de buscar al Señor Jesucristo y a Dios, mucha gente se conforma con experiencias que no les darán ni la paz del alma, ni el perdón de la salvación! Muchas personas piensan que el mal existe, que hay malos espíritus, hechizos y maleficios, y no les cuesta creer que los demonios existen. Pero, así como existe el "mal", también existe el "bien", que es representado por Dios. Por tanto, Dios y el Señor Jesucristo quien es Dios, deberían ser la respuesta final para los hombres y mujeres que están buscando una solución para sus propias vidas, y para el mundo entero.

Ahora, hay un tercer aspecto que nos gustaría mencionar, esta es una visión que va más allá; tiene un significado mucho más profundo que el haber visto a Josué, el Sumo Sacerdote, y a Satanás. En realidad en esta visión de Zacarías tenemos la respuesta a un grave problema. A causa de su rebeldía, por alejarse de Dios y de Sus mandamientos, por tolerar, aceptar y hacer concesiones a las religiones de otros pueblos, y por su olvido de Aquel que les había dado muchas pruebas de su amor, Dios se había alejado de Su pueblo. Dios incluso permitió que Su pueblo pasara por el cautiverio en Babilonia. Pero ahora Dios les dio promesa de que volvería a estar junto a Su pueblo; también les prometió que Él iba a restaurar y bendecir a Su propia tierra. Esto todavía no ha ocurrido, pero Dios dio Su palabra de que lo va a hacer, que Él les bendecirá en esa tierra. La tierra, como vimos en nuestro programa anterior, solamente se llamó una vez en las Escrituras "la tierra santa". Pero, nunca volverá a ser "la tierra santa", hasta cuando regrese el Señor Jesús a este planeta Tierra. En nuestros días esa tierra no es de ninguna manera una "tierra santa". Pero Dios, quien ama a Su pueblo escogido, sigue amando y perdonará toda transgresión e infidelidad.

¿Cómo es posible que Dios siga amando "con amor eterno" a un pueblo que le ha dado la espalda tantas veces, a pesar de haber visto a lo largo de Su historia, difícil y dolorosa, la misericordia del Altísimo? Bueno, creemos que la explicación se encuentra en que este hombre, el Sumo Sacerdote, este Josué, iba a representar a la nación. Leímos que Zacarías vio a Josué vestido con vestiduras viles, muy sucia, muy inapropiadas para un Sumo Sacerdote. Ahora, la máxima aspiración de un sacerdote, al pertenecer a la clase sacerdotal, era llegar a categoría de Sumo Sacerdote, una de las cosas que el Sumo Sacerdote tenía que hacer es que tenía que estar vestido con vestiduras sin manchas. O de otra manera, no puede servir a Dios. Ahora, ¿cómo pueden estas personas ser aceptadas ya que son pecadoras? Bueno, este capítulo nos va a dar la clave para esto. El apóstol Pablo, dice en su epístola a los Romanos, capítulo 10, versículo 3: "Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios". Bien, la justicia de Dios será revelada en este capítulo. Y, ¿cómo puede Dios aceptar a los pecadores?

En cierta ocasión, un hombre llamó por teléfono al Pastor de una iglesia y le dijo que él posiblemente había cometido el pecado imperdonable. Entonces, el Pastor le dijo que por supuesto que él no había hecho tal cosa. Le dijo que el Señor Jesucristo había muerto por todos sus pecados. Y que si él quería ir al Señor Jesucristo en ese mismo instante, no importaba quién fuera o lo que hubiera hecho, podía ser el peor criminal más grande que hubiera existido, él podía ir a Cristo. Cualquier persona, no importa lo que haya hecho, puede acudir a Cristo, y Él le va a aceptar y le va a recibir. Pero es necesario que esa persona acuda a Cristo. Y entonces, ellos pueden descubrir que el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. Como dice el apóstol Pablo en su epístola a los Romanos, capítulo 10, versículo 4. Así es que, no importa quién sea uno, puede ir a Dios por medio de Jesucristo.

Y creemos que esto va a ser resaltado aquí en este capítulo 3 de Zacarías. Ahora, Josué era sencillamente una persona, y por cierto que no era una persona perfecta. Pero él era el sumo sacerdote de Dios. Y aquí él está vestido de vestiduras inmundas, y puede que él haya sido así personalmente. No lo sabemos. Pero sí sabemos que representa a la nación de Israel. Primero que todo, debemos decir que él, como sumo sacerdote, es el representante de la nación. En el gran día de la Expiación, el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo representando a toda la nación. Y de la misma manera, Cristo es hoy nuestro representante. Él representa al cuerpo total de todos los creyentes, la iglesia, ante Dios en el presente.

Por tanto, amigo oyente, necesitamos ver esto en el contexto más amplio de todas estas visiones; que este hombre es un cuadro profético de la nación de Israel. Y esto evitará que tengamos una interpretación muy limitada. Este hombre es un representante de la nación. Y Luepold, uno de los grandes eruditos del pasado, dijo esto: "Éste (es decir Josué) representa y prácticamente es la personificación de Israel en su santo oficio. Él ruega por la nación; por la nación Él entra al lugar santo. Él lleva la culpa, la carga de la nación. Nosotros, por tanto, no debemos referir los asuntos y las implicaciones de este capítulo a Josué como una persona, ni a Josué como solamente el sumo sacerdote, sino que debemos llegar a la conclusión de que su condición es la condición de Israel, que su perdón es una forma típica de expresar el de la nación, y las palabras de consuelo y de ánimo que se le dan, se aplican con igual validez a ellos. . ". Hasta aquí la declaración de Leupold, y de paso digamos, que es una declaración muy buena. Y Leupold es una persona que no puede ser seguida muy fácilmente en una interpretación como esta, pero aquí ha hecho algo especialmente bueno.

También sabemos que Josué es un símbolo. Él es un tipo y es un representante. Y Dios le ha elegido. Dios ha elegido a la nación de Israel. Así es que, podemos seguir este pensamiento, y encontrar muchos paralelos que se pueden aplicar.

Usted puede notar que aquí tenemos a la nación. Y está representada por este hombre. Lo que se dice de él puede decirse de la nación. Esto nos recuerda una pequeña novela que fue escrita hace muchos años, llamada "El pequeño Ministro". Este libro es un estudio de los puritanos que habitaron en Norteamérica en el pasado, y cuando por ejemplo, una mujer era hallada culpable de adulterio, era marcada con una letra "A" en color rojo sobre su pecho. Y ella tenía que llevar eso todo el tiempo. Bueno, en ese entonces eso sería un castigo bastante severo. Pero hoy, habría muchos que llevarían la letra "A". Y quizá no tengamos muchas letras "B" o "C", pero por cierto que habría muchas "A" si se hiciera eso hoy. Pero usted recuerda que este pequeño ministro era realmente quien era culpable. Y al final, se revela que en su propio pecho se encontraba una letra "A" en rojo. Y eso revelaba también su culpa.

La consecuencia es sencillamente que Josué es culpable, pero alguien más es tan culpable como Josué. La nación de Israel es culpable, y ese el cuadro que se nos presenta aquí. Ahora, veamos lo que dice el texto mismo, y vamos a avanzar un poquito en este capítulo. El primer versículo del capítulo 3, dice:

"Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle."

Ahora, el hecho de que Satanás está a su mano derecha podría indicar que le está apoyando o defendiendo, o que está allí para acusarle. Y Satanás en su engaño, por supuesto, está allí para acusarle. Y esto es típico de la obra de Satanás. Se nos dice que tenemos un Abogado para con el Padre, y por cierto que necesitamos un abogado para con Dios el Padre, ya que Satanás nos está acusando allí. Y, se nos dice que Satanás finalmente será echado fuera del cielo, que el acusador de los hermanos habrá sido expulsado del cielo. Bueno, él es quien tiene acceso al cielo en el presente.

El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee contaba que él pensaba que él podía haber sido acusado allí, y con razón. Pensaba que él ha dicho lo que otros han dicho también cuando él era joven, y trabajaba en un banco, y había tratado de cometer toda clase de pecado imaginable. Sus amigos no eran de los mejores. Y nadie del grupo de sus amigos podría siquiera imaginarse que él llegaría algún día a ser maestro de la Palabra de Dios. Y el Dr. McGee decía que cuando él sintió que Dios le había llamado, cuando Él le salvó y cuando le llamó, entonces él presentó su renuncia en el banco. Y todos comenzaron a burlarse de él. Ellos decían que le conocían bien, y que conocían esto o aquello en cuanto a él, y él se imaginaba que Satanás habría tenido un día muy ocupado contándole todas estas cosas al Señor, y diciéndole que era una insensatez permitirle entrar al ministerio. Que ese hombre sería la última persona en todo ese lugar que debería entregarse a esta tarea de predicar y enseñar la Biblia. Y es que, amigo oyente, Satanás está allí para acusar a Josué. Y él está diciéndole a Dios que Josué estaba vestido con vestiduras inmundas y que él no le podría usar así. Y él será quien acuse a la nación de Israel. Eso lo veremos, Dios mediante, en el libro de Apocalipsis. Pero él estaba allí para acusar a esta nación. Él es en realidad antisemita. Y si usted quiere saber en realidad quien es el líder del antisemitismo, pues es el diablo mismo. Y ese es el cuadro que tenemos aquí ante nosotros, amigo oyente.

Ahora, notemos cómo comienza diciendo este versículo 2 del capítulo 3 de Zacarías, dice:

"Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda."

Esta forma de expresarse es bastante moderada, según pensamos nosotros. Pensamos que nosotros podríamos utilizar peores cosas que estas que decir de Satanás. Pero Dios respeta a éste a quien Él ha creado. La criatura de más alto rango creada por Dios fue Satanás. Él fue el primer hijo de la mañana. Y en él fue hallado pecado. ¿Qué clase de pecado? ¿Lujuria, robo? No, amigo oyente. Solamente orgullo. Él sencillamente quería rebelarse contra Dios. Él tenía una libre voluntad y él puso esta voluntad en contra de Dios. Y, amigo oyente, eso es pecado. "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino" (Is. 53:6). Y esto de "apartarse por su camino" engloban también los pecados que instiga el enemigo Satanás, como el asesinato, el robo, la mentira, el adulterio, todos los abusos y todas las violencias que llenan hoy en día los periódicos en todo el mundo. Todos caen bajo un solo título: "su propio camino". Ése es el problema del hombre.

Observemos esta expresión por un instante, antes de finalizar nuestro programa de hoy. Él dijo: "el Señor te reprenda oh Satanás". Así es que, la reprensión no fue a causa o a favor de Josué, como hombre, sino fue para defender a Jerusalén, la capital de esta nación. Porque también la ciudad representaba a toda la nación. La última parte del versículo 2 dice:

"¿No es éste un tizón arrebatado del incendio?"

¿No es este un tizón, (se refirió a Jerusalén), un tizón arrebatado del incendio?    

Estudio bíblico de Zacarías 2:6-13

Zacarías 2:6 -13

Nos situamos nuevamente en el capítulo 2, retomando la sección en la cual se menciona a un varón que con un cordel o vara se dirigía a tomar las medidas de la ciudad de Jerusalén.

Esta visión fue dada al profeta Zacarías para indicar que Dios tenía planes para esta ciudad, actuando a favor de sus habitantes, como del templo del Señor, que estaba situado allí. Y aunque esta profecía tenía una aplicación local, su cumplimiento perfecto sólo tendría lugar en el futuro, al inicio del Reino de Dios, el reino que durará mil años y sólo comenzará cuando Jesús regrese en la llamada "segunda venida". Sólo entonces esta profecía se cumplirá completamente.

Dios tiene un propósito con Israel y nada, ni nadie, podrán impedirlo; ni sus enemigos, ni las guerras, ni la política, ni cualquier factor humano. Sin embargo, parece lógico que los israelitas del tiempo de Zacarías pensasen que Dios les había abandonado. Sus circunstancias parecían contradecir cualquier profecía respecto al engrandecimiento del pueblo de Israel. Por aquel entonces, objetivamente, Israel no era más que un reino dividido, devastado y, su pueblo había quedado reducido a la esclavitud.

Pero Dios quería que los israelitas supieran que Él no sólo no los había abandonado, sino que tenía la determinación de cumplir Su propósito eterno en ellos, y en su nación, Israel.

Aunque estas profecías aluden directamente a la nación de Israel, encontramos en ellas, sin embargo, grandes principios perfectamente válidos para todos nosotros. Estos principios y promesas recorren toda la Biblia de comienzo a fin, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, siendo especialmente visibles en los libros del Nuevo Testamento.

Si observamos la historia a través de las miles de profecías bíblicas, podremos constatar cómo algunas han sido cumplidas ya en el pasado mientras que otras, en cambio, se cumplirán en el futuro.

Veamos ahora lo que nos dice el versículo 5 de este capítulo 2 de Zacarías:

"Yo seré para ella, dice el Señor, muro de fuego en derredor, y para gloria estaré en medio de ella."

Por medio de estas palabras, Dios estaba prometiendo que no sólo sería una protección alrededor de la ciudad, sino que además estaría en el medio de ella. Es decir, que la gloria o Shekinah, volvería a estar en el templo de Jerusalén, aunque esta promesa no fue cumplida durante aquellos días, sino que lo será más adelante, en un futuro.

Si miramos hacia atrás en la historia bíblica, Dios está reafirmando la misma promesa que le hizo a Abraham, después de haber librado a Lot. Dios le dijo: "Yo soy tu escudo. Yo soy tu protección". Sin embargo Abraham tenía temor en la batalla, dado que estaba seguro de que su vida se hallaba en peligro. Entonces, Dios le prometió: "Yo soy tu escudo". Dios le estaba diciendo que Él le iba a proteger. Y en el capítulo 15 de Génesis, versículo 1, leemos: "No temas Abraham; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande". Esto significa esencialmente que Dios cumplirá todo aquello que Él ha prometido, y eso es lo que ahora, en esta situación, ante Zacarías, estaba afirmando a esta ciudad. "Yo seré la gloria en medio de la ciudad". ¿Cuándo tendrá esta profecía pleno cumplimiento? Cuando el Señor Jesucristo venga de nuevo, inaugure su nuevo reino y entre al templo milenario de la ciudad de Jerusalén.

Un cuadro similar se nos ofrece en el libro del profeta Ezequiel. Como ya hemos mencionado anteriormente, los libros de Daniel, Ezequiel, Zacarías y Apocalipsis son los cuatro Apocalipsis de la Biblia. Todos ellos apuntan hacia el futuro, cuando el reino de Dios será establecido sobre esta tierra.

Vamos a trasladarnos por un momento al libro de Ezequiel, al capítulo 43, donde se mencionó "la gloria que vendrá". ¿A qué se está refiriendo Ezequiel? Leamos lo que dice con sus labios el profeta: "Me llevó luego a la puerta, a la puerta que mira hacia el oriente; y he aquí la gloria del Dios de Israel, que venía del oriente; y su sonido era como el sonido de muchas aguas". Estas palabras aluden a la segunda venida del Señor Jesús. Al regreso prometido del Mesías al Templo. La profecía afirmó que Él vendrá del oriente. Y hoy día, cualquier turista observador verá cómo esta prominente puerta está clausurada y rodeada de miles de tumbas, algunas musulmanas, pero la mayoría judías, poblando el valle de Hebrón y llegando hasta la ladera del monte de los Olivos. ¿Por qué tantos hebreos han tenido sepultura en este lugar? Porque creen que serán resucitados cuando se cumpla esta profecía, y estarán presentes cuando el Mesías venga de nuevo y cruce esta puerta en Jerusalén.

Continuemos unos instantes más en el libro de Ezequiel, en su capítulo 43 y versículos 2 al 7: "Y la tierra resplandecía a causa de su gloria. Y el aspecto de lo que vi era como una visión, como aquella visión que vi cuando vine para destruir la ciudad; y las visiones eran como la visión que vi junto al río Quebar; y me postré sobre mi rostro. Y la gloria del Señor entró en la casa por la vía de la puerta que daba al oriente. Y me alzó el Espíritu y me llevó al atrio interior; y he aquí que la gloria del Señor llenó la casa. Y oí uno que me hablaba desde la casa; y un varón estaba junto a mí, y me dijo: Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono, el lugar donde posaré las plantas de mis pies, en el cual habitaré entre los hijos de Israel para siempre."

Fíjese ahora en las últimas palabras mencionadas: "para siempre". Y como bien sabemos, esta no es una profecía que se haya cumplido hasta el día de hoy, sino que lo será cuando el Señor Jesucristo venga de nuevo y establezca su reino en la tierra.

El versículo 7 de Ezequiel continua diciendo: "Y nunca más profanará la casa de Israel mi santo nombre, ni ellos ni sus reyes, con sus fornicaciones, ni con los cuerpos muertos de sus reyes en sus lugares altos".

Ahora, volviendo una vez más a Zacarías, leamos los versículos 5 y 6:

"Yo seré para ella, dice el Señor, muro de fuego en derredor, y para gloria estaré en medio de ella. Eh, eh, huid de la tierra del norte, dice el Señor, pues por los cuatro vientos de los cielos os esparcí, dice el Señor."

Ya habíamos comentado en nuestro programa anterior, el extraño comienzo de este versículo 6, donde dice: "Eh, eh", como deseando llamar la atención específicamente hacia el hecho de que Dios quería que los oyentes prestasen toda su atención. Porque lo que vino a continuación fue algo muy importante. Fue una advertencia: "Huid de la tierra del norte."

Eso implicaba que de inmediato debían salir de Babilonia. ¿Por qué? Porque Babilonia iba a caer, iba a ser destruida. Dios la iba a derribar.

Volvamos de nuevo a esas visiones que observamos en nuestro programa anterior, donde nos aparecían las figuras de los cuernos y los carpinteros.

En nuestro anterior programa, mencionamos los cuatro cuernos y su significado: Los cuatro cuernos representan cuatro naciones o imperios que habrían de dominar el mundo conocido y los carpinteros representan el instrumento que Dios utilizaría para cincelar la historia según su propósito.

Estos cuatro poderosos reinos fueron Babilonia, Media y Persia, Grecia y Roma. La historia nos dice que uno a uno fueron cayendo. Cada uno de ellos intentó, sucesivamente, aniquilar al pueblo de Israel, sin lograrlo siendo destruido por otro imperio mayor.

Pero hubo un imperio que no fue totalmente destruido, sino que en larga decadencia vio como la llama de su poder y su gloria se iba apagando hasta ser casi extinguida: Nos referimos al imperio romano, quizá al más poderoso que haya existido jamás.

Ahora bien, si hacemos caso a la profecía bíblica, ¿quién será el "carpintero", utilizando la imagen que se nos ofreció Zacarías, que vendrá a destruir este cuarto imperio, dando así por cumplida la profecía?

Aunque entra dentro lo interpretable, es muy posible que este cuarto imperio, el romano, vaya a ser levantado de nuevo, renaciendo de sus propias cenizas. Tan poderoso y fabuloso será este nuevo imperio, que sólo podrá ser destruido por el mismo Señor Jesucristo, cuando Él retorne a este mundo. Jesús, el carpintero de Nazaret. Y Él es el hombre con el cordel o vara de medir al cual se refiere Zacarías, y que se enfrentará al llamado anticristo, estableciendo finalmente y con su victoria el reino de Dios en la tierra, que durará por mil años.

Sigamos ahora avanzando con el versículo 6 del capítulo 2 de Zacarías:

"Eh, eh, huid de la tierra del norte, dice el Señor, pues por los cuatro vientos de los cielos os esparcí, dice el Señor."

Dios estaba advirtiendo de que debían regresar a su tierra, aunque Él les iba a esparcir a los cuatro vientos, es decir, a los cuatro puntos cardinales de la tierra. Y eso fue exactamente lo que Él hizo.

En el versículo 7 dice:

"Oh Sion, la que moras con la hija de Babilonia, escápate."

Y continúa en el versículo 8:

"Porque así ha dicho el Señor de los ejércitos: Tras la gloria me enviará él a las naciones que os despojaron; porque el que os toca, toca a la niña de su ojo."

Fijemos por un momento nuestra atención en esta expresión bastante fuera de lo común y que sólo se repite en las Escrituras en dos ocasiones más: "porque el que os toca, toca a la niña de su ojo".

¿Qué quiere decir esta curiosísima expresión? Un oftalmólogo nos diría que nuestro ojo es similar a una cámara de fotos: capta las imágenes del mundo externo para que nuestro cerebro las interprete y darnos lo que conocemos como "visión". La pupila, conocida popularmente como "la niña del ojo" es el círculo negro en el centro del Iris (la parte de color, negro, color miel, azul o verde). Su función es la del diafragma, que al igual que en una cámara de fotos, regula la entrada de luz al ojo y se contrae con mucha luz o se dilata en la oscuridad.

La niña del ojo es, así, algo muy delicado y muy sensible a cualquier estímulo, especialmente a uno desagradable como puede ser el tacto: pocas cosas producen tanto dolor como que alguien nos meta el dedo en nuestros ojos. Y lo que Dios está diciendo aquí que SU nación es para Él tan importante como la niña de Sus ojos. Dios nunca estará ciego o insensible hacia "la niña de Sus ojos".

Más adelante, en el versículo 9, leemos:

"Porque he aquí yo alzo mi mano sobre ellos, y serán despojo a sus siervos, y sabréis que el Señor de los ejércitos me envió."

Por medio de estas palabras, los judíos iban a recibir la confirmación de que había sido el mismo Dios el que había enviado al profeta Zacarías. Sigamos ahora lo que nos dice el versículo 10:

"Canta y alégrate, hija de Sion; porque he aquí vengo, y moraré en medio de ti, ha dicho el Señor."

Él está prometiendo a la Hija de Sion, que es Israel, que morará en medio de ella, lo cual debería ser motivo de alegría y orgullo para el pueblo de Israel.

Continuando en los versículos 11 y 12:

"Y se unirán muchas naciones al Señor en aquel día, y me serán por pueblo, y moraré en medio de ti; y entonces conocerás que el Señor de los ejércitos me ha enviado a ti. Y el Señor poseerá a Judá su heredad en la tierra santa, y escogerá aún a Jerusalén."

¿A qué se refirieron estas palabras? La profecía avanza el hecho histórico de que Israel siempre estaría rodeada de naciones enemigas y que, en un futuro, éstas formarían una coalición para destruir a Israel. Pero entonces, de alguna manera, el Señor de los ejércitos será su protector, y habitará en medio de su pueblo. "Y el Señor poseerá a Judá su heredad": Dios estaba afirmando aquí que Él va a poseerles como Su heredad. Y dice en este versículo 12:

"Y escogerá aún a Jerusalén."

Lo cual parece indicar que en aquel momento aún no la había escogido, pero avanza el hecho de que en algún otro, en el futuro, sí lo haría.

Viajemos por un instante al libro de Isaías, a su capítulo 2, versículos 2 y 3: "Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa del Señor como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del señor, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del señor".

Resulta evidente pensar que estas palabras no se han cumplido aún y que se refieren, más bien, al milenio venidero, en el que Jesucristo reinará sobre toda la tierra.

Veamos ahora lo que nos dicen los versículos 12 y 13 del capítulo 2 de Zacarías:

"Y el Señor poseerá a Judá su heredad en la tierra santa, y escogerá aún a Jerusalén. Calle toda carne delante del Señor; porque él se ha levantado de su santa morada."

En aquel día, cuando Él regrese como rey conquistador, toda la tierra quedará sumida en un colosal silencio.

Podemos imaginar, estimado amigo, el efecto motivador y reconfortante que estas maravillosas palabras habrán causado en el corazón de los oyentes de Zacarías. Estas palabras, de esperanza y aliento para el futuro, habrán alegrado los tristes corazones de los contemporáneos del profeta.

Pero también pueden servirnos de aliento para nosotros hoy en día. Porque Dios tiene un plan y un propósito para cada uno de nosotros, y Él está obrando en su vida y en la mía, de manera imperceptible o evidente. Porque, como escribió el apóstol Pablo a la iglesia de los filipenses, "Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad". (Fil. 2:13). Estimado amigo que nos está escuchando, queremos transmitirte nuestro deseo de que hoy pueda andar con Él, yendo en la misma dirección a la que Él se dirige, y porque Él dirige toda la historia.

Estudio bíblico de Zacarías 2:1-6

Zacarías 2:1 - 6

 La mayoría de los maestros bíblicos exponen que sólo existen 8 visiones, pero nosotros hemos dividido en dos partes el primer capítulo, entre la visión de los cuatro cuernos y la de los cuatro carpinteros. Esos carpinteros, algunas veces son llamados escultores o artesanos.

Zacarías nos presentó en cada una de las visiones una idea muy clara y de gran importancia: Dios no había concluido Su pacto con la nación de Israel. Hoy en día, creemos los cristianos, que la única forma de ser parte del pueblo de Dios es por medio de Jesucristo. No importa nuestro lugar de origen, el color de la piel, el estatus socio-económico, la raza, etc. Lo verdaderamente importante es que usted y yo somos aceptados y amados por Dios mediante nuestra fe en Jesucristo.

¿A qué se refieren o cuál es el motivo de Estas primeras visiones de Zacarías? Estas visiones se refieren a la espera del Mesías prometido y su próxima venida, que tendría lugar en aquella tierra. Hay opiniones que difieren en cuanto a esto, pero ciñéndonos al texto, Jerusalén sólo quiere decir Jerusalén, e Israel quiere decir Israel. Por eso, una vez más, le damos tanto énfasis al estudio de toda la Biblia, porque debemos ser muy cuidadosos en cuanto a la interpretación de las profecías se refiere.

En nuestro programa anterior, mencionamos los cuatro cuernos y su significado: Los cuatro cuernos representan cuatro naciones o imperios que habrían de dominar el mundo conocido. Aunque existen diversas interpretaciones, habíamos comentado que estos cuatro reinos conquistadores eran Babilonia, Media y Persia, Grecia y Roma.

Estos cuatro imperios mundiales fueron anteriormente mencionados por Daniel, quien ya aludió al trato cruel que habrían de dar a la nación de Israel. Posteriormente, Dios juzgó a estos imperios en el momento oportuno y, uno a uno, fueron desapareciendo para siempre, por obra de los denominados "cuatro artesanos". Estos artesanos, carpinteros, herreros o escultores fueron los artífices de su derrota y los instrumentos que Dios utilizó para acabar con estas naciones gentiles y paganas hacia Dios.

Cuando, por ejemplo, Babilonia destruyó a Israel, llevándola a la cautividad, ¿qué sucedió? Un imperio mayor, el imperio medo-persa fue el "artesano", -utilizando la imagen que nos trasladó Zacarías, que destruyó al imperio Babilónico, y pasó a tomar su lugar. Posteriormente, otro "carpintero", Grecia, que ya había sido representada en el libro de Daniel por un cuerno, tomó su lugar. Y otro imperio, Roma, conquistó el mundo, arrebatando el poder y protagonismo griego.

Ahora bien, habíamos mencionado en el anterior programa que, a diferencia de los tres imperios anteriores, el Romano había sido el único que no fue conquistado y destruido por otro, sino que más bien, había sucumbido, debido a su propia corrupción, ineficiencia e inmoralidad. La lenta decadencia del imperio romano nos permite aventurar la idea de que es muy posible que, de algún modo, no haya sido destruido completamente; por lo tanto esto podría dejar abierta la posibilidad a un nuevo y futuro resurgimiento y esplendor. No sabemos a ciencia cierta qué nos deparará el futuro, pero lo que sí es cierto es que la Biblia habla de un anticristo que volverá a unir este imperio y llegará a ser un dictador mundial. Y, ¿quién lo va a derribar? ¿Quién destruirá este cuarto imperio? El Señor Jesucristo, en la que se llama la segunda venida. Por eso decimos que Él, Jesucristo, es el último de los carpinteros aquí mencionados.

Fijémonos ahora en algo sumamente interesante: La Biblia nos dice que Jesús, cuando se hizo hombre y habitó entre nosotros, tenía el oficio de carpintero, siendo de hecho conocido como "el carpintero de Nazaret", por ser éste su lugar de nacimiento.

Por todo ello y según esta profecía, algún día, en los tiempos venideros, Jesús regresará de nuevo para, retomando simbólicamente su antiguo oficio de carpintero, derribar a este dictador mundial y establecer definitivamente Su reino en la tierra. Y ese reino tendrá como centro o capital la ciudad de Jerusalén. Él reinará desde este lugar.

Y Él, el Hijo de Dios, que también es Dios, habrá sido fiel para, a través de los siglos y de la historia, cumplir Su propósito, tal y como anunció esta profecía.

Querido amigo, Dios, a diferencia de nosotros y a diferencia de los imperios de este mundo que se van levantando y caen, nunca cambia; siempre es el mismo, ayer, hoy y siempre, por los siglos de los siglos. Y siempre va a ser fiel para, a diferencia de nosotros, cumplir todas y cada una de Sus promesas, tal y como ya ha sucedido mediante el cumplimiento de más de 2.000 profecías del Antiguo Testamento. Dios va ser fiel a la iglesia hoy y a Su pueblo, Israel. Y a los que no somos parte de Israel, su promesa de fidelidad se nos extiende por medio de la fe en Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, que murió en una cruz por los pecados del mundo. ¿Puede acaso haber una mayor demostración de amor por parte de Dios? ¿Podemos ser plenamente conscientes del sacrificio que realizó Dios en nuestro favor, enviando a morir a su propio Hijo por nuestros pecados? Si usted opina que Dios no ha sido fiel a su promesa de amarnos y perdonarnos es que, quizá, no ha llegado a comprender la inmensidad del amor de Dios.

Regresando al estudio de esta profecía respecto a Jerusalén, recordamos ahora al libro del profeta Ezequiel, en su capítulo 14 y versículo 21, cuando menciona lo siguiente: "Por lo cual así ha dicho el Señor: ¿Cuánto más cuando yo enviare contra Jerusalén mis cuatro juicios terribles, espada, hambre, fieras y pestilencia, para cortar de ella hombres y bestias?" Al leer estas palabras nos viene a la mente los muy conocidos cuatro jinetes del Apocalipsis, protagonistas futuros de caos y destrucción en nuestro mundo.

Llegamos así al capítulo 2 de Zacarías, donde nos encontramos con la visión de un hombre con un cordel para medir. Veamos lo que dice el versículo 1 del capítulo 2, y esta cuarta visión:

"Alcé después mis ojos y miré, y he aquí un varón que tenía en su mano un cordel de medir."

¿Qué significa esto en realidad? Si observamos cuidadosamente a las Escrituras, encontraremos sorpresivamente otras referencias respecto a este cordel de medir. En Jeremías, capítulo 31, versículos 38 y 39, leemos: "He aquí que vienen días, dice el Señor, en que la ciudad será edificada al Señor, desde la torre de Hananeel, hasta la puerta del Ángulo. Y saldrá más allá el cordel de la medida delante de él sobre el collado de Gareb, y rodeará a Goa."

De esta manera, podemos afirmar que cuando Dios utiliza un cordel de medir, quiere decir que, sencillamente, Él está preparado y dispuesto para actuar nuevamente en favor de aquello que está midiendo. En este caso se trata del templo de Jerusalén. Con el profeta Hageo, también era el templo.

El profeta Ezequiel nos narró en su libro una visión muy similar, en el capítulo 40, desde el versículo 2 hasta el 4, se nos dice: "En visiones de Dios me llevó a la tierra de Israel, y me puso sobre un monte muy alto, sobre el cual había un edificio parecido a una gran ciudad, hacia la parte sur. Me llevó allí, y he aquí un varón, cuyo aspecto era como aspecto de bronce, y tenía un cordel de lino en su mano, y una caña de medir; y él estaba a la puerta. Y me habló aquel varón, diciendo: Hijo de hombre, mira con tus ojos, y oye con tus oídos, y pon tu corazón a todas las cosas que te muestro; porque para que yo te las mostrase has sido traído aquí. Cuenta todo lo que ves a la casa de Israel".

En este caso, se nos menciona la extraña apariencia de un hombre, que no es otro que el Ángel de Jehová. Es una aparición de Cristo mucho antes de que Él viniera a vivir entre nosotros. Y Él, el Cristo, ha sido revelado en Zacarías como un varón.

Ahora viajemos por un instante al libro de Apocalipsis, donde en el capítulo 11, versículos 1 y 2, leemos: "Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él. Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa 42 meses."

Sin poder entrar en detalles, solamente añadiremos que aquí, de nuevo, Él está midiendo el templo, el templo milenario que va a ser edificado en Jerusalén.

Así pues, la vara o cordel de medir que nos encontramos en Zacarías nos resulta ya familiar. En esta visión se presentó aquí la profecía de la reedificación del templo y de la ciudad en los días de Zacarías; implicando que el pueblo judío en el exilio habría de regresar.

Pero esto no pone punto y final a las profecías sobre Jerusalén. Hageo y todos los demás profetas, advirtieron sobre la futura reedificación de Jerusalén. La Biblia, de hecho, anticipó que durante el futuro Reino de Cristo en nuestro mundo, que comenzará con su segunda venida y durará por mil años, esta tierra será restaurada e incluso el desierto florecerá como la rosa. Y la ciudad de Jerusalén será reedificada y será el centro de su gobierno y de la Iglesia.

Así lo representaba Dios mismo en el capítulo 1 de Zacarías, en el versículo 17: "Aún rebosarán mis ciudades con la abundancia del bien, y aún consolará el Señor a Sion, y escogerá todavía a Jerusalén". De esta manera, si miramos hacia el futuro, podemos ver cómo Dios aún no ha concluido el cumplimiento de Su pacto con Israel. Pero Dios es fiel y cumplirá su promesa, con Israel y con cada uno de nosotros.

Regresando al pasaje de Zacarías, ¿Quién es este hombre con un cordel de medir? Es el Ángel de Jehová, es decir, el mismísimo Señor Jesucristo. Es el varón cuyo nombre es "el renuevo", (Zacarías 6:12), como Zacarías dirá más adelante. Esta es la vara de David, el renuevo que sale de Isaí. La esperanza para Israel.

Veamos ahora lo que nos menciona el versículo 2 de este capítulo 2 de Zacarías:

"Y le dije: ¿A dónde vas? Y él me respondió: A medir a Jerusalén, para ver cuánta es su anchura, y cuánta su longitud."

Zacarías estaba muy interesado en conocer qué estaba sucediendo. Creemos que el significado detrás de estas palabras es el siguiente: Él, el mismo Jesucristo, estaba anticipando que esta ciudad habría de ser extendida y que crecería, tal y como finalmente sucedió. Hace muchos años que Jerusalén se extendió mucho más allá de sus muros, tal y como hoy en día pueden apreciar los miles de turistas que cada año visitan Israel.

Sin embargo, no queremos trasladar la idea de que esta profecía ya se ha cumplido de manera completa, pues ésta apunta hacia el futuro y no hacia nuestro tiempo presente. Es muy posible que los actuales habitantes sean expulsados de su tierra y nuevamente dispersados alrededor del mundo.

Vayamos ahora a los versículos 3 y 4 de este capítulo 2 de Zacarías:

"Y he aquí, salía aquel ángel que hablaba conmigo, y otro ángel le salió al encuentro, y le dijo: Corre, habla a este joven, diciendo: Sin muros será habitada Jerusalén, a causa de la multitud de hombres y de ganado en medio de ella."

Hoy en día, cualquier turista que recorra Jerusalén podrá apreciar que sus muros solamente circunvalan la pequeña ciudad árabe, denominada "ciudad vieja". La mayor parte de la ciudad moderna ha nacido fuera de los muros y se extiende mucho más allá de ellos, llegando a poblar incluso los montes a su alrededor.

Vayamos ahora al versículo 5, donde leemos:

"Yo seré para ella, dice el Señor, muro de fuego en derredor, y para gloria estaré en medio de ella."

Evidentemente, estas palabras no se han cumplida hasta el día de hoy. Con uno de los ejércitos más modernos del planeta, Israel no ha podido evitar ser objeto de la ira de sus vecinos mediante todo tipo de ataques y atentados.

Pero Dios dijo que en el futuro Él será para Jerusalén semejante a un muro de fuego a su alrededor. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que Dios protegerá, cuidará y guardará a Israel del ataque de sus enemigos. Será algo realmente sobrenatural. Porque el poder de Dios en acción es infinitamente mayor que cualquier arma, tecnología o estrategia militar de los enemigos de Israel.

A continuación, en el versículo 6, se nos hace una llamada de atención para escuchar lo que se dijo:

"Eh, eh, huid de la tierra del norte, dice el Señor, pues por los cuatro vientos de los cielos os esparcí, dice el Señor."

Dios ha esparcido al pueblo judío entre las naciones de los cinco continentes. Sin embargo, Babilonia, su enemigo opresor en aquel momento, se hallaba situado en el sureste. ¿Por qué dice entonces este pasaje "huid de la tierra del norte"? La razón es sencilla, pero nos indica cómo Dios está atento hasta los mínimos detalles de nuestra vida: En aquellos días, cuando uno iba a Israel desde Babilonia, tenía que transitar por lo que entonces se conocía como el creciente fértil. Tras ello, era necesario bajar desde el norte. De esta manera, Él les estaba ordenando que debían regresar a su tierra desde el norte y que deben asegurarse de marchar por la ruta del creciente fértil.

Bien, estimado amigo, debemos detenernos hoy aquí para continuar en este punto en nuestro próximo programa.

Le invitamos pues, a que nos sintonice nuevamente, pero antes de despedirnos, nos gustaría sugerirle que lea el resto del capítulo 2 de la profecía de Zacarías e intente escudriñar por usted mismo las Sagradas Escrituras. Recuerde que usted puede acudir a la Biblia directamente y sin intermediarios. Dios ha prometido hablarle por medio de su Palabra si usted se acerca a ella en actitud humilde, con el corazón y la mente abierta para recibir los innumerables tesoros que Dios tiene para usted. Deseamos, desde aquí, que la Palabra de Dios se convierta para usted en una auténtica Fuente de Vida, a la cual usted pueda acudir sediento y con la absoluta certeza que su esperanza no será defraudada. Porque Dios es fiel y nunca falla a sus promesas. Y Dios ha prometido acompañarle si usted deposita en Él su confianza.